"Le mostraré a Vuestra Ilustrísima Señoría lo que una mujer puede hacer". En una carta dirigida a uno de sus mecenas, Antonio Ruffo, Artemisia Gentileschi sintetizó en solo una frase el leitmotiv de su vida. Porque si algo marcó la obra de la genial pintora barroca italiana fue su afán por demostrar que su talento excepcional podía superar los prejuicios históricos de género jamás derribados antes. Fue la excepción a la regla, una pionera en el más literal de los sentidos, alguien que se negó a ceñirse al rol de virgen, esposa o monja y apostó por el oficio de artista en una época en la que las mujeres no podían aspirar a ello. Conquistó su libertad y logró ser tratada con respeto, admiración y reconocimiento. Fue una firma cotizada, entre sus patronos se encontraban los Médici o el rey Felipe IV, y representó en sus lienzos a la mujer con una veracidad que sus contemporáneos nunca llegaron a igualar. Su pincel dejó atrás las alcahuetas y timoratas; sus personajes femeninos eran fuertes, intensos y dramáticos y pintó sobre todo a heroínas: Cleopatra, Lucrecia, Minerva o Judith. Tras siglos defenestrada, hoy es ella la heroína pintada al unísono por un coro de voces feministas que la reivindican como un icono amparándose en la calidad de su obra y en la violación que sufrió cuando tenía 18 años, un episodio que cuatro siglos después ha hecho que su historia resuene con una fuerza inusitada.

artemisia gentileschi pintora barroca feminista
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’Santa María Magdalena en éxtasis’, 1640.

"¡Este es el anillo que me das y estas son sus promesas!". Según las actas publicadas, estas fueron las palabras que Artemisia Gentileschi le gritó a su violador durante el juicio. Lo hizo mientras la torturaban con una técnica que consistía en estrujar las falanges de sus dedos amarrados con una cuerda. "E vero, e vero, e vero", afirmaba entre sollozos mientras maltrataban la parte del cuerpo más preciada por cualquier pintor. La verdad que Artemisia defendía es que el pintor Agostino Tassi, colaborador de su padre, el prestigioso Orazio Gentileschi, había abusado sexualmente de ella bajo la promesa de que le propondría matrimonio. La joven esperó durante un año que Tassi cumpliera su palabra, pero no solo el mujeriego artista ya estaba casado sino que había robado cuadros de su maestro. Orazio lo llevó a juicio en marzo de 1612 por mancillar el honor familiar ya que la violencia sexual contra la mujer, episodios habituales en el día a día de la Italia del siglo XVII, no se consideraba delito. Como sigue ocurriendo tantos siglos después, el proceso, más que centrarse en probar la culpabilidad de Tassi, se acabó convirtiendo en un juicio sobre la virginidad de Artemisia. El acusado la señaló como una mujer libertina y dos comadronas examinaron sus genitales de manera exhaustiva para corroborar su castidad. En el libro editado por Eva Menzio en 2004 se recoge el relato de la artista sobre lo sucedido: "Cerró la habitación con llave y una vez cerrada me lanzó sobre un lado de la cama dándome con una mano en el pecho, me metió una rodilla entre los muslos para que no pudiera cerrarlos, y alzándome las ropas, que le costó mucho hacerlo, me metió una mano con un pañuelo en la garganta y boca para que no pudiera gritar. Y habiendo hecho esto metió las dos rodillas entre mis piernas y apuntando con su miembro a mi naturaleza comenzó a empujar y lo metió dentro. Y le arañé la cara y le tiré de los pelos y antes de que pusiera dentro de mí el miembro, se lo agarré y le arranqué un trozo de carne".

artemesia gentileschi pintora barroca feminista
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’Judit con la cabeza de Holofernes’, Museo e Gallerie Nazionali di Capodimonte (Nápoles, Italia).

Los Gentileschi ganaron el juicio y Tassi fue condenado a cinco años de cárcel o el exilio. Optó por la segunda, aunque volvería a Roma al cabo de solo unos meses sin mayor consecuencia. Poco después, se reconciliaba con Orazio y solucionaba sus desavenencias económicas. Hoy en día, la historia personal de la romana ha hecho que sea reivindicada como un icono feminista y su caso se califica como primer ejemplo del movimiento #MeToo. Pero Pilar Vicente de Foronda, doctora en Bellas Artes y experta en género, advierte en Harper’s Bazaar sobre los peligros de revisitar episodios ocurridos hace cuatro siglos con los paradigmas de la actualidad. "Gentileschi ha trascendido más por lo ocurrido con la violación que por su extraordinaria calidad pictórica y su innovación compositiva. A mí, por ejemplo, me gusta más que Caravaggio, que también trabaja sobre el claroscuro barroco. Pero él ha pasado a la posteridad como el gran maestro y de ella nadie habla, aunque hay cuadros en los que ella sale claramente ganando si los comparas", afirma. ¿Podemos considerar a Artemisia entonces como la primera representante del arte feminista, como aseguran medios como la BBC? "Es un icono feminista, pero no quiere decir que ella lo fuera porque el feminismo no existía", añade Vicente de Foronda. "Ella no peleaba por la emancipación de las mujeres en nombre de todas, Artemisia solo hacía un ejercicio de supervivencia. Intentar mirar la violación desde el siglo XXI no tiene sentido. La sociedad barroca italiana era muy violenta, violaban a muchas mujeres… la especificidad de Artemisia es que siguió pintando, pero su estilo no cambió demasiado tras lo ocurrido".

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’La Virgen amamantando al niño’, 1610.

Solo un mes después de celebrarse el juicio, su padre, apresurado por acallar la mala fama que Tassi había cultivado sobre la joven, casó a Artemisia con un pintor mediocre llamado Pierantonio Stiattesi. Ella jamás lo amó. Tuvieron cinco hijos, pero solo la hija, Prudenzia, llegó a la edad adulta. Poco después se separaron y la artista disfrutó de la independencia, el éxito y los amantes anhelados durante tantos años. Uno de sus grandes hitos llegó a los 23, cuando se convirtió en la primera mujer en ser admitida en la legendaria Academia del Dibujo en Florencia. "Entrar ahí suponía una validación extraordinaria. Significaba que te trataran como un varón y pasaras a ser un colega más. Otras no podían firmar sus obras porque no eran pintoras, tenían otras profesiones, pero cuando entras en la academia pasas a ser pintor. Y digo pintor, no pintora, porque las pintoras no podían existir", concluye la experta.

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’Autorretrato’, 1638-1639.

Gentileschi aprendió a escribir en la edad adulta y se intercambió cartas con intelectuales como Galileo Galilei, con quien había forjado una gran amistad durante su periodo florentino. Volvió a Roma, ya con su honor plenamente restaurado y viajó a Londres invitada por Carlos I de Inglaterra. Pasó sus últimos días en Nápoles, malvendiendo sus obras para afrontar sus problemas financieros. Murió allí en 1656, probablemente durante la terrible epidemia de la peste que asoló la ciudad. Como tantas otras, tras su fallecimiento muchas de sus obras fueron atribuidas a artistas hombres más cotizados. En la década de los setenta su figura fue rescatada por la segunda ola del feminismo. En 2021, Artemisia Gentileschi se convirtió en la primera mujer en protagonizar una exposición en solitario en la centenaria historia de la National Gallery británica.