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"Qué curioso que una niña de 15 años ya pensara que poniéndose el pseudónimo de Coco Dávez igual tendría más posibilidades como artista". Al otro lado del teléfono habla Valeria Palmeiro (Madrid,1989) conocida, efectivamente, por Coco Dávez, el nombre que escogió en su adolescencia para abrir sus primeras redes sociales y mostrar un trabajo que hoy la lleva a ser uno de los más aplaudidos de nuestro terreno nacional.

"Sin pretensiones de crear una marca ni firma creativa", más bien como "un juego", y de manera autodidacta, así lo hizo. Pero antes, aquella joven que pintaba a escondidas y en clase, se fue a Londres a trabajar como asistente de fotografía, una de sus pasiones. En la capital británica entra en contacto con la moda editorial, no le convence, y se da cuenta de que aquella guerra con sus padres, –"dejar de pintar y estar lejos de la mirada paterna y materna"– es, precisamente, la que le devuelve las ganas de crear sus obras. Esta vez con un plus: hacerlo de manera pública.

Guiada por este instinto, publica en Facebook seis retratos. Rodrigo Sánchez, director de el periódico El Mundo los ve, le propone empezar a trabajar allí, y Valeria se corona como ilustradora en el medio. "Fue mi gran escuela", concede. Y, es que quien haya seguido el trabajo de Valeria, o quién conozca algo del mismo, sabe que el retrato es su principal especialidad e interés, y que el color es su lenguaje. No solo en su obra, sino en su mundo. Pues, más allá de sus pósters, piezas hechas y pintadas a mano por ella, o portadas de libro que ilustra, basta con fijarse también en su vestimenta y en los colores de su estudio para notar esa familiaridad que une su universo, el storytelling perfectamente creado al unísono por un abanico que comprende al amarillo, azul y rojo como principales protagonistas. Juega con ellos con una maestría que maneja bien, pero que todavía le desafía: "Retratar es traducir la esencia del personaje y el color es un lenguaje muy potente. No hace falta estudiar Psicología para saber lo que nos transmite cada uno. El reto en mi obra es compartir, crear, o presentar una historia, personaje o ambiente a través del color, contar cómo es el carácter de un retratado".

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Esa coherencia es uno de sus valores añadidos. Y, aunque necesita poca presentación, porque su nombre ya es de los que más resuenan, al preguntarle por un punto de inflexión que le empujara a constituir Coco Dávez como marca, no duda en responder con un nombre: Faceless. Esta colección – en la que rinde tributo a ídolos como Amy Windehouse, Picasso o Yayoi Kusama– , fue el empujón que llevó a muchos clientes a lanzarle sus primeras propuestas: "Con ella empecé a traducir lo que pasa dentro de mí. Me di cuenta de que donde estoy realmente a gusto es en ese mundo del color y del juego del espacio, que de alguna manera reporta un poco mi infancia. De manera inconsciente, fue así como empecé a construir un universo que tenía bastante coherencia y era sólido. A partir de ahí, cuando recibí llamadas de clientes que me proponían crear para ellos lo que yo realizaba en mi tiempo libre, me di cuenta de que Coco Dávez ya no era un pseudónimo o un personaje, sino una marca".

El desafío de ser mujer (y artista)

coco dávez entrevista
Fotografia de Miguel Sierra

Las palabras de Coco Dávez carecen de fronteras. Durante la charla tocamos varios vértices, y resulta imposible que no aparezca en la conversación el manido tema de la precariedad laboral, sobre todo, esa que recae sobre los artistas. "Un proyecto me tiene que motivar y en cualquier propuesta que acepte debe haber coherencia, respeto y valores compartidos, aunque no sean idénticos, como el de la remuneración. He trabajado mucho gratis al principio, pero ahora vivo un momento más dulce en el que tengo el privilegio de elegir en qué participio. A veces se asume que como la cultura es pura pasión no se retribuye, y yo lo siento mucho, pero tengo que pagar un alquiler, un estudio y un equipo de trabajo". Habla claro y sin tapujos sobre un tema que bien merece este altavoz: "La palabra 'colaborar' ha hecho mucho daño, deberíamos eliminarla del vocabulario para siempre. Necesitamos pagar por cultura, mayor financiación, y valorarla como se merece, empezando por la educación que recibimos".

"Reivindico mucho el derecho al a mediocridad, a permitirnos fallar"

No son pocos los laureles de los que puede vanagloriarse – entre otros premios, ha sido escogida por Forbes Internacional como una de las europeas más influyentes – , y aún así hay un tema común que escuece bastante cada vez que comparamos la situación de la mujer con la del hombre en el mundo del arte. Más allá de aquella primera reflexión a la que nos lleva su nombre artístico ("que tan joven me planteara que con un nombre de mujer iba a ser más difícil es una pista de cómo veía el mundo", dice) no esconde su postura ante la desigualdad de géneros en su sector. Con Maruja Mallo y Frida Kahlo como únicas referentes al principio, descubiertas por su curiosidad y ambición, la familiaridad que encuentra en la situación de las mujeres de su alrededor nos alienta del contexto: "Al pensar en compañeras y amigas que se dedican a campos artísticos distingo un sentimiento colectivo de gratitud por poder dedicarnos a esto, pensamos que tenemos suerte, cuando un hombre no se lo plantea, siempre se cree que llega por su valía. Las mujeres tenemos una lupa encima permanentemente, y puede que sea por eso por lo que siento que tengo que mantener esto como sea porque como es un privilegio se me puede agotar muy rápido".

Esta sobrexigencia fue la que le llevó a pasar por una depresión hace tres años: "Al principio no sabía de dónde venía, pero después supe que tenía mucho que ver con esta represión de no poder contar cómo estamos ni quejarnos o decir que estamos agotadas. Parece que como te dedicas a lo que te gusta no tienes derecho a quejarte. Y aunque cada vez nos estamos haciendo más de valer, incluso sucede con los premios, porque ya no sabes cuándo confían y creen en tu trabajo o cuándo te conceden un galardón por un tema de marketing y feminismo".

Que las nuevas generaciones estén revolucionando redes sociales como TikTok reivindicando el término 'mid' ("mediocre") como virtud, y no como defecto es un fenómeno que guarda sentido si tenemos en cuenta que la salud mental es uno de los temas que más lugar ha logrado en los últimos años, sobre todo, entre los jóvenes. Ser "mediocre", según los usuarios de la red social, es sinónimo de permitirse tener gustos que, por costumbre socialmente adquirida, no encajarían en el patrón intelectualmente alto, así como darse la oportunidad de fallar y abrazar todas las capas que forman a las personas. Una tendencia que debería ser atemporal, y que la misma Valeria pone en valor: "Reivindico mucho el derecho al a mediocridad, a permitirnos fallar, a asimilar que no pasa nada si hacemos algo que por lo que sea no funciona tanto".

Artista multidisciplinar

coco davez entrevista
Fotografía de Miguel Sierra

Todo el que, además de seguir su trabajo como artista, también haya escuchado su pódcast en Spotify, Participantes para un delirio, reconoce la voz de Valeria al instante. También a ella, pues en él encontramos su backstage, el espacio que le ayudó a superar la depresión, a, como escuchamos, ser ella: "Se convirtió en ese lugar en el que yo me siento más libre, en el que tengo un altavoz donde hablo de los temas que realmente me interesan porque las redes sociales se están quedando muy superficiales. Instagram ha cambiado en los últimos años", cuenta.

El favor (y dicho sea de paso, también la compañía) que nos hace es plausible. Parece que pocos son los que se resisten a conversar con ella en el pódcast. En él encontramos nombres como Alejandro Simón Partal, Ana Iris Simón, Victoria Luengo, Javier Aznar, Jacobo Bergareche, o Elvira Sastre, entre otros muchos de los que más admiramos. Notamos que le apasiona hablar, aprender y compartir experiencias con ellos. Y, a sabiendas de que otras plataformas sociales han sido su mayor escaparate para presentar y promocionar sus obras, aclara: "En ellas no ha cambiado solo el algoritmo, sino de que hablas de un tema, se te penaliza y se te quita visibilidad. En el pódcast tengo sensación de libertad absoluta, de hablar de lo que quiero con lo que con la gente que quiero. Es una suerte poder sentarme una hora y media con gente que admiro muchísimo, y que me cuenten cómo viven ellos todo eso que estamos hablando, o sea, cómo viven la creación, sus miedos, sus inseguridades, o sus bloqueos creativos". De hecho, en cada episodio Valeria se convierte en anfitriona y recibe a los invitados en su estudio: "Para mí era importante que se hicieran un entorno que fuera un poco como invitarlos a mi casa, algo acogedor e íntimo, y al fin y al cabo el estudio es mi casa de creación".

coco davez entrevista
Fotografía de Miguel Sierra
"Me habría encantado tener a alguien que me llevara un poco de la mano para sentirme menos sola"

Más allá sus pósters, piezas creadas y pintadas a mano, y proyectos de arquitectura e interiorismo realizado con Inteligencia Artificial, ahora la artista también se encuentra sumergida en otra nueva iniciativa, la de poner su experiencia y trayectoria – profesional y personal – al servicio de los demás en su faceta más humana desde sus residencias creativas y sesiones de mentoring. Para hacerlo recibió formación durante dos años como coach y mentora: "Se trata de apoyar y ayudar a las personas a superar esos momentos de bloqueo creativo o sentimiento de culpa, de no saber lo que merecemos. Me quiero centrar mucho como en ese nicho de bloqueo creativo para acompañar a toda la gente que que sienta que le ocurre esto. Puede ser desde a una actriz, como a un abogado. Al final la creación está en todo; desde en cómo miramos al mundo hasta en cómo hacemos las cosas que hacemos en nuestro día a día". ¿Los motivos que le han llevado a crear estas sesiones? "Aunque el primer apoyo que debemos tener somos nosotros mismos, siempre es bueno tener un brazo cerca. En la adolescencia me habría encantado tener a alguien que me llevara un poco de la mano al principio para sentirme menos sola"explica.

No concluimos la conversación con Valeria sin sacar en claro una reflexión fundamental: "Vivir fuera me dio la perspectiva de que dedicarse al arte era posible. Paré durante años y trabajé en una coctelería, pero no dejé de pintar. Siempre estuvo la opción de aprender de manera autodidacta". Dicen que quién la sigue, la consigue, pero para transitar ese camino, mejor digerir primero una última conclusión: "Nunca dejé de creer en ello, simplemente fue una parada inevitable en el camino para pagar los gastos, pero no me hizo perder la esperanza, solo fue volver a cargar las pilas, porque no siempre pueden estar encendidas".