Dicen que nadie es profeta en su tierra y ella tampoco lo fue. Podríamos cambiar el tiempo verbal al presente porque, pese a su repercusión internacional y un legado artístico a la altura de los más grandes del surrealismo, el nombre de la pintora Remedios Varo sigue vagando por la opinión pública sin conseguir penetrar en ella. Ni siquiera en junio de 2020, cuando su cuadro Armonía (Autorretrato sugerente) fue vendido por más de 6 millones de dólares en una subasta de Sotheby’s, situándola como la artista iberoamericana más cotizada solo por detrás de Frida Kahlo, consiguió que la vida y obra de la pintora y escritora obtuviera la repercusión merecida en su país natal. No así en México, donde germinó el grueso de su tardía pero intensa actividad y donde encontró la muerte temprana. "Una hechicera que se fue demasiado pronto", fue la despedida que le brindó André Breton cuando un infarto se la llevó en 1963, a los 54 años.

María de los Remedios Alicia Rodriga Varo y Uranga nació en 1908 en Anglès, provincia de Girona, en el seno de una familia liberal que cultivó desde muy pequeña sus inquietudes artísticas y la pasión por la ciencia y la naturaleza. Su padre, ingeniero hidráulico de profesión, cambia de destino profesional cada poco tiempo y la pequeña Remedios pasa su infancia sin un destino fijo, algo que marcará su vida posterior y los personajes que traza. Con 12 años pintó sus primeros cuadros y a los 15 fue aceptada en la madrileña Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la misma en la que estudiaron Dalí o Picasso. Allí conoció a su primer marido, el pintor e ilustrador publicitario Gerardo Lizarraga, con quien contrae matrimonio en 1930. Se mudaron a París, donde entró en contacto con los círculos bohemios y vanguardistas, y acabaron instalándose en Barcelona. Varo comparte en aquel entonces algo más que el taller con el surrealista Esteban Francés y rompe su relación con Lizarraga. Su talento es inseparable de su forma de entender la vida.

remedios varo pintora
EMMANUEL DUNAND//Getty Images
’Au Bonheur Des Dames’.

Es 1936 y los ecos de la Guerra Civil ya condicionan la rutina de los habitantes la Ciudad Condal, más aún, si pertenecen a una atmósfera tan políticamente beligerante como Varo. Precisamente un mes antes del inicio de la contienda conoce al que sería su gran amor, el poeta Benjamin Péret, que llega a la ciudad para defender la República. Un año después huyen tratando de salvar la vida. Varo no volvería a pisar su tierra natal, pero nunca quiso renunciar a su nacionalidad española. Es en París donde la catalana da rienda suelta a sus anhelos artísticos, canalizados a través del surrealismo, y su obra aparece en exposiciones internacionales y publicaciones editoriales. Varo empezó tarde a pintar pero, como ella misma afirmó, "no es fácil vivir de la pintura en París". Varo trabaja como locutora, intérprete, copista y restauradora, y disfruta en su rutina de la compañía de los surrealistas. Según su biógrafa Isabel Navarro, le encantaba fotografiarse vestida de torero, vender pasteles en la calle o mandar cartas a desconocidos cuyos nombres elegía al azar en los listines telefónicos para invitarles a cenar a su casa.

La II Guerra Mundial trunca de nuevo la vida de la pareja. Péret es enviado a prisión por su negativa a alistarse en el ejército galo. Varo también es encarcelada durante un breve tiempo, supuestamente por haber ocultado en su hogar a un soldado desertor, pero jamás hablaría sobre el episodio. Tras huir a Marsella y posteriormente a Casablanca, la pareja embarcó en un transatlántico abarrotado con destino a México, donde fueron aceptados como refugiados políticos. Varo encuentra al otro lado del charco su exilio definitivo y su plenitud vital. En la década de los cincuenta y primeros años de los sesenta la pintora desarrolla una obra magnética y persuasiva, pegada a los márgenes y ligada a su forma de pensar y vivir, muy marcada por un equilibrio entre lo esotérico y lo científico, lo simbólico y lo mitológico. Aquella etapa supone su consagración y disfruta de un éxito artístico y económico que solo se ve truncado por su temprano fallecimiento.

remedios varo pintora
EMMANUEL DUNAND//Getty Images
’Invocacion’.

Décadas después, la mismísima Madonna se inspiraría en varios de sus cuadros, como el celebrado Los amantes, para su canción Bedtime Story, rindiéndole un homenaje literal en el videoclip. Quizá solo lo mainstream pueda ayudar a que Remedios Varo salga por fin del olvido en el que la sumergió su país de nacimiento. No así en el mercado internacional ya que, atendiendo a The New York Times, "el valor de la obra de Varo se ha disparado en los últimos años, en gran parte debido a su rareza, calidad e impactantes imágenes". Aunque, según ella misma le reprochaba en una ocasión a Lizarraga, lo de recibir halagos y aplausos no le quitaba un ápice de sueño: "Me cuesta mucho comprender la importancia que parece tener para ti el reconocimiento de tu talento. Yo pensaba que para un creador lo importante es el crear y que el devenir de su obra era cuestión secundaria y que fama, admiración, curiosidad de la gente, etcétera, eran más bien inevitables que cosas deseadas".