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Aparece tras las puertas del ascensor ataviada con una maleta cuyas dimensiones sugieren que el viaje ha sido largo. Ana Barriga (1984) acaba de llegar de Ciudad de México, allí iba a participar en la feria de arte Zona Maco, pero sus obras fueron requisadas en las aduanas del aeropuerto por el problema de la mordida policial (lo que en España entenderíamos como soborno) que sacude los sistemas públicos del país desde hace años. Sin embargo, lejos de guardar su pasaporte en el fondo de un cajón, la artista hace parada en Madrid (que el 10 de marzo celebrará ARCO) para hablarnos de su recorrido, justo antes de volver a su hogar en Jerez de la Frontera para, de nuevo, poner rumbo hacia Dubái la semana que viene. La mera estampa de este mapa que ella misma dibuja por el mundo con sus obras debajo del brazo refleja a la perfección el éxito que estas cosechan.

Pero la casilla de salida de Ana no es otra que Cuartillos, su primera chincheta en el mapa, "un pequeño pueblo de mil habitantes en la nada absoluta", tal y como ella lo describe en esta entrevista. A lo que añade: "Cuando digo en las entrevistas que tenía más posibilidades de dedicarme a la prostitución o a vender drogas que al arte, es una realidad". Para ella, venir de ese contexto tiene una gran ventaja comparativa que pocos destacan: "Todo lo que sale de ahí, al no haber nada, es de verdad". Y sobre eso versa precisamente la conversación a continuación mostrada, sobre el arte como reflejo cierto de la vida y, sobre todo, como viaje solo de ida.

ana barriga, artista
Pablo Sarabia
Mono de algodón y cinturón de piel, ambos de Max Mara. Camiseta de algodón de Blauer y botas de piel de Vagabond.

Gatos, mujeres y labios en diferentes colores, espacios y obras que mezclan diversión con un punto de surrealismo… ¿Qué sería del arte sin la irreverencia?

Qué sería de la vida en general, ¿no? Esto sin instinto y sin actitud no hay quien lo aguante, da igual a lo que te dediques. El arte no es una cuestión de querer, tiene que fluir y tiene que ver con cómo te enfrentas a todo lo que te pasa. Y la vida es muy heavy, vamos a intentar hacer esto más bonito, con más 'chuleito'.

Si escribimos tu nombre en un buscador, hay quien describe tu nombre como “la nueva reina del Pop Art”. ¿Te sientes identificada con ese título?

Que no te engañen los titulares (risas). Evidentemente esto es una responsabilidad de la hostia, porque cada vez que te ponen un título de este estilo, es un peso que recae sobre ti. Pero recae con la fuerza necesaria para darle voltereta y media al marcador. O sea, todo esto lo que hace es, de alguna manera, engrandecerme para honrar con mi trabajo a todas esas personas que han confiado en mí.

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Y, hablando de Pop Art, esta disciplina artística consiste en reflejar los aspectos de la cultura en la que se inserta. ¿Qué tratas de plasmar tú con tus obras?

Yo voy contando las cosas que me van pasando, pero a veces la vida es tan rara que no sé si me las he inventado o realmente me han ocurrido. La línea límite entre una cosa u otra es tan fina que no sé si es verdad o soy una mentirosa brutal. No hay un mensaje que quiera plasmar, pero, al final, una viene de donde viene y toda esa parte política, sexual, religiosa... está intrínseca en mis obras y, además, es inevitable. Además, el haber nacido mujer y haberme criado rodeada de mujeres en mi casa, también está muy presente.

Pero ahora vives en Londres, ¿es el arte urbano una fuente de inspiración para ti?

No solo el arte urbano, sino el arte en general, la vida en general. Hay muchas cosas que tengo en la cabeza y que, sencillamente, las manos y la vida no me van a dar para hacerlas. Evidentemente, vivir en Londres, a un nivel inspiracional, es mucho mejor que mi pueblo al que quiero tanto y que nadie conoce. Tú piensa que un día en Londres son siete meses en mi pueblo y, como a mí me va la marcha, lo prefiero.

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Pablo Sarabia
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NurPhoto//Getty Images

Has llevado tu visión particular de la cultura asiática a diversas exposiciones y proyectos internacionales. ¿Cómo crees que la diversidad cultural ha influido en tu trabajo?

Curiosamente Asia es lo que menos conozco del mundo, solo estuve una vez y fue como estar en casa. Y viajar me influye, pero no tanto en mi obra, también creo que, de alguna manera, me hace mejor persona. Es verdad que cuando tú eres el inmigrante —la otra raza o la otra etnia—, aprendes a respetar lo que ocurre a tu alrededor y tratas de entenderlo. Por ejemplo, recuerdo la primera vez que fui a México y vi los colores y su luminosidad, fue brutal; o cuando conocí la arquitectura de Barragán, que me hice mi casa y quería montar una piscina en el salón.

Lo cierto es que, exposición tras exposición, tus obras se han vendido en tiempo récord. ¿Te genera algún tipo presión pensar que, algún día, esta rueda pueda dejar de girar?

Esto no va a parar de girar hasta que yo me muera, eso lo tengo clarísimo, porque no hay otra forma. De las pocas cosas que tengo claras en la vida es que yo me voy a morir pintando. Ya encontraré la forma. Al que quiera dedicarse a esto le diría que coma manzanas y haga deporte, porque hay que estar fuerte. Esto es la jungla, pero es una jungla preciosa y merece la pena.

Hace no mucho, el artista Javier Calleja confesaba a esta cabecera la preocupación que le producía que sus obras llegasen al mercado secundario y perdiera el poder sobre las mismas. ¿Compartes ese sentimiento cuando ves que tus obras consiguen altas tasaciones de compra?

Claro, hay que tener claro que el mercado no entra en el estudio, una cosa es el mercado y otra lo que nosotros hagamos en él. Pero esa hierba hace falta en la sopa, ¿qué hacemos sino? Es parte del juego. El control sobre tu obra lo pierdes en el momento en el que la vendes a través de una galerista y ya le pertenece a otra persona. Creo que no es miedo, hay que tenerle respeto y hay que saber las normas del juego para poder seguir funcionando.

Háblame sobre la Beca IAM WITH YOU...

El significado de esta beca es que entre nosotros podemos, que no se nos olvide que somos una pieza clave en todo el circuito del arte. Consiste en que yo pinto un cuadro, lo vendo a un coleccionista y, con ese dinero, en vez de quedármelo, se lo doy al siguiente artista becado. De esta forma, ese artista tendría unos 5000 euros para hacer un buen proyecto y ceder el dinero que ganase después al siguiente, generando una especie de cadena. Imagina que nos juntamos diez artistas y, en vez de 5000, conseguimos dar a alguien 50000 euros, igual descubrimos al nuevo Picasso. Al final, es darle a alguien el regalo temporal que supone el poder intentarlo, incluso si luego no sale bien.

Si pudieras elegir una obra de la que te encantaría haber sido la autora, ¿cuál elegirías?

Eso va cambiando por minuto. Luis Gordillo, cualquier obra; Manuel León, maravilloso todo; Juan Díaz-Faes, artistazo, guapo, sexy y salvaje; o Super Future Kid, que está para hacerle una rotonda en mi pueblo.

ana barriga
Pablo Sarabia
Abrigo Albatros, chaqueta Sevres y pantalón Preston de algodón, todo de algodón, de Soeu. Chaleco de algodón de Sézane y botas de piel de Vagabond.