Pocas veces un libro escrito por una escritora de 30 años ha puesto de acuerdo a la crítica de manera tan unánime. Catalogada como la novela española de mayor ambición en los últimos años, Los Escorpiones es un libro de más de 800 páginas que encierra cinco novelas y habla de la angustia existencial y de la necesidad de creer en algo para dar sentido a la vida.

De eso, y de muchísimas cosas más. Su autora, Sara Barquinero, convivió con la idea más de diez años hasta darle forma en esta novela que promete ser uno de los libros más importantes de este 2024.

Los Escorpiones ha llegado a las librerías con mucha expectación, también buenas críticas. ¿Sentía ya presión mientras terminaba el libro por lo que se esperaba de esta obra?

No, la verdad es que mientras escribía el libro solo pensaba en escribir el libro. Puede sonar un poco cliché, pero es así. Estaba muy preocupada por acabar el propio libro, no pensaba mucho en qué iba a venir después.

Ha dado forma a una gran novela de 800 páginas, que atraviesa épocas y escenarios diferentes. ¿Cuál diría que ha sido el gran reto de escribir Los Escorpiones?

No estoy tan segura. De alguna manera me ha resultado bastante natural escribir. Supongo que el mayor reto ha sido tirar muchas páginas que no funcionaban, pero que aún así me había gustado escribirlas. He tirado muchísimas páginas antes de publicar este libro, y eso fue duro.

¿Durante cuánto tiempo ha estado la idea de esta novela dando vueltas en su cabeza?

El primer esbozo de la idea fue como hace diez años, aunque ha ido cambiando con el tiempo, los temas fundamentales ya estaban en el inicio: depresión y teoría de la conspiración.

Lumen : Los Escorpiones

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Crédito: D.R.

¿Por qué eligió que la protagonista se llamara Sara y fuera de Zaragoza, como usted?

Cuando empecé a escribir la novela me hacía gracia que la gente pudiera pensar que todo el libro era real, pero luego abandoné esa idea. Dejé de hacer que se pareciera a mí e incluso hay una nota en el libro que dice que todo es mentira. Digamos que es una idea que se abolió, pero aún así mantuve el nombre.

Además de temas como la depresión y la teoría de la conspiración que comentaba, aparecen otros como la adicción a las redes sociales y los videojuegos, y el pesimismo y la anhedonia también están presentes. ¿Ha sido duro investigar sobre estos temas?

He de decir que la mayor parte de estas cosas ya las conocía antes de escribir sobre ellas. Sí que indagar en el foro de los suicidas, que es un foro que aparece en la primera parte de la novela, no fue muy agradable. Algunas escenas eran muy impactantes. Pero en cierto modo ya conocía todas estas cosas antes de describirlas.

¿Ese desasogiego de alguna manera le alcanzaba mientras la escribía?

Al revés. Una de las partes de la novela, bueno, dos de ellas, estaba bastante regular cuando empecé a escribirlas y a mí me ayudaba muchísimo escribir. Era una manera de expulsarlo todo. Diría que me venía bien, así lo echaba para afuera.

¿Con qué mensaje o mensajes le gustaría que se quedara el lector?

Es un poco difícil. Supongo que aunque suene un poco a mensaje de autoayuda, me gustaría que el lector se quedase con que todo puede mejorar. Precisamente porque no somos víctimas de una gran conspiración del dolor, puede hacer cosas para hacerse con las riendas de su propia vida.

¿Considera que somos una sociedad un poco pesimista por defecto o todo lo contrario?

Creo que tenemos una doble actitud entre el cinismo y las ilusiones demasiado exageradas. Nos resulta muy difícil abrazar una idea como sociedad o como individuo, pero a la vez tenemos las expectativas muy altas de lo que la realidad tiene que ofrecernos y nos sienta muy mal cuando la realidad no se amolda a nuestros deseos.

Pertenece a una generación que ha convivido con las redes sociales desde la adolescencia. ¿Cómo ha sido su relación con ellas?

Debo decir que yo no tengo una visión de las redes sociales tan crítica como otras personas. Creo que internet le ha salvado la vida a mucha gente que vivía situaciones desagradables en su ambiente, que sufrían bullying, que estaban solos, y les ha servido para conectar con otras personas. Cuando yo era adolescente, no era precisamente la reina de popularidad del instituto, así que Internet me ayudó a desarrollarme y a leer más cosas. Creo que mi relación con las redes es bastante buena porque le pongo límites. No tengo Twitter, no paso mucho tiempo en ellas, paso tiempo en Internet, pero no tanto en redes sociales como tal.

¿Y cree que quizás, por parte de la sociedad, de los medios en general, se echa la culpa a las redes sociales de muchos de los problemas de salud mental que emergen en la sociedad y quizás no vamos a la raíz de ellos?

Sí. Yo creo que gran parte de los problemas de salud mental vienen de la imposibilidad de imaginar un futuro, que tiene muchos subtextos, como puede ser la inestabilidad laboral. En ocasiones, las redes sociales han servido como espacio para que la gente sí que pueda imaginarse una vida diferente.

El suicidio es otro de los temas que trata en su novela, ¿era importante darle protagonismo a un tema que es cada vez menos tabú en nuestra sociedad? ¿O cree que queda mucho por hacer y decir para que deje de serlo?

Creo que el suicidio es un tema tabú en parte por dos buenos motivos. Para empezar, lo mórbido del tema puede atraer a la gente a tener pensamientos oscuros. Es normal, cuando alguien toma la decisión de quitarse la vida, en cierto modo cuestiona con su acto porque los demás seguimos persistiendo en la vida. Entiendo por qué a la gente no le gusta hablar de ello. Sin embargo, sí que creo que debería haber espacios para que sí nos dejasen expresar nuestras dudas o pensamientos en este sentido, porque si no, lo único que hacen es aventar. Yo creo que hay una conversación sobre el suicidio muy necesaria, que en parte la tienen que proporcionar las instituciones con un mejor sistema de salud mental, pero también en parte las personas y los medios, no puede ser que sea un tema imposible de tratar.

A propósito de los foros de Internet, ¿cree que hay que temerlos? ¿O entenderlos como una vía de escape, un lugar para mostrarnos con la libertad que no encontramos en otros contextos?

Tampoco diría que los foros de internet son inocuos. Igual que los foros pueden ser un espacio para que la gente hable, por ejemplo, del suicidio y se relacione con gente que tiene estos mismos problemas que ellos y que les sirva, también pueden ser el espacio para que se organice una comunidad políticamente despreciable.

¿Qué siente cuando hablan de su novela como referente de una generación?

Creo que es imposible que se sepa ya que mi novela es el referente de una generación, así que es fundamentalmente una táctica de venta. Entonces intento no tomármelo demasiado en serio.

¿Cómo es su relación con los halagos, los reconocimientos y las críticas?

Intento no escuchar demasiado ni lo bueno ni lo malo. Intento no leer reseñas ni buenas ni malas, no dejarme llevar por gente que me dice que es lo mejor del mundo, tampoco pensar en la gente que no le gusta, porque si no me volvería loca. Así que prefiero ponerme a trabajar en mis cosas y simplemente dejar que el ciclo de este libro continúe, en cierto modo el libro ya no me pertenece.

Después escribir un libro como Los Escorpiones, de más de 800 páginas, en el que decía que también ha descartado otras muchas... ¿Siente un poco esa sensación de haber quedado exhausta?

Para nada. No tengo manera de saber si lo siguiente que escriba va a ser bueno o malo, pero para mí el acto de escribir es muy natural. Cuando no estoy escribiendo nada, cuando tengo esos momentos de impás que no escribo ni una línea, me siento mal, o sea, me falta algo.

Si escribir es como un acto natural, y si no escribe no se encuentra bien, ¿le costaría elegir entre si disfruta más leyendo o escribiendo?

Lo tengo claro, disfruto más leyendo. Si solo pudiera hacer una, leería, además no creo que se pueda escribir sin leer mucho.

¿Qué libros recomendaría a aquellos lectores que disfruten de Los Escorpiones?

Un libro que me influyó mucho se llama Parpadeo, de Theodore Roszak, él es el creador del término contracultura. También Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez, y supongo que La broma infinita, que ha sido un referente para mí.