Ganar el Premio Planeta no es solo hacerse con uno de los galardones literarios más importantes de España (que deja un millón de euros en la cuenta corriente) y que sumerge al premiado en una maratoniana promoción de su obra. Es también dar un paso de gigante en la proyección de cualquier escritor, abriéndole nuevos mercados, y también someterle al escrutinio público y literario, que en el caso de Sonsoles Ónega ha tenido una parte agridulce.

Por suerte, ella está acostumbrada a los focos y no es fácil que pierda la compostura. Su voz, a primera hora de la mañana, suena tan enérgica, vital y convincente como en su programa de televisión y, a pesar de las muchas entrevistas concedidas, habla con entusiasmo de Las hijas de la criada, una historia ambientada en Galicia que recorre el siglo XX y se construye sobre una venganza inesperada que lo inunda todo.

Las hijas de la criada han sido “tres años de escribir, escribir y escribir”, tal y como se puede leer en los Agradecimientos. ¿Qué ha sido lo que más ha disfrutado?

Siempre disfrutas cuando has conseguido colocar el andamiaje de la historia y empiezas a dirigir a los personajes. Esta novela se ha escrito en movimiento en el sentido de que me iba documentando mientras iba escribiendo, ha habido momentos en los que tenía que volver atrás para incorporar algún suceso que me gustaba, como el naufragio del Santa Isabel en el año 21, por ejemplo. Así que lo que más he disfrutado es escribiéndola cuando ya estaba la historia más o menos definida.

¿Mientras la escribía tenía la sensación de que este libro podía ser uno de esos que marcara su trayectoria como escritora?

No, porque nunca tienes esa sensación, al revés, yo me asomo temerosa al folio en blanco, sin sentir ese bloqueo del que hablan algunos escritores, porque eso nunca me ha pasado, pero siempre con la responsabilidad de intentar hacer el mejor libro del que seas capaz. Me pasa también en la tele, cada día estrenamos, no vale lo que has hecho el día anterior, sino que importa lo que estás haciendo en ese momento. Así que nunca sabes realmente cómo va a quedar, cómo te va a quedar.

¿Cómo surge la historia de Las hijas de la criada?

El arranque de la novela, la idea inicial, se la pido prestada a la realidad por una noticia que yo misma conté: el intercambio de unas niñas en un hospital de Logroño. Aquella historia periodísticamente me interesó muchísimo, pero las protagonistas no quisieron profundizar sobre ella ni contarnos su historia y se quedó en el titular. Pero yo pensé que ahí había una buena historia porque aborda de lleno uno de los asuntos que a mí más me interesan que es el destino, las circunstancias que nos obligan a dar un volantazo en nuestras vidas en un momento dado. Esta es una novela de personajes, mis novelas siempre son mucho personajes secundarios que me ayudan a apuntalar la trama o a trasladar al lector puntos de vista distintos que no pueden soportar los protagonistas.

La novela gira en torno a un secreto de familia que el lector conoce, quizá por eso se siente más cómplice de los personajes a la hora de buscar esa verdad. ¿Por qué decide desvelar ese secreto desde el principio?

Quería hacer al lector partícipe de la historia desde el secreto, es probablemente lo único que tenía definido. Podía haberlo hecho exactamente al revés, que las historias hubieran transcurrido de forma natural y que al final descubriéramos que todo había sido un fraude como consecuencia de la venganza de la criada. Pero me apetecía más que el narrador que todo lo controla hiciera partícipe al lector de la circunstancia vital de estas dos protagonistas y de toda la familia, porque en realidad esto condiciona a toda la familia.

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Arduino Vannucchi

Es un libro también de personajes femeninos fuertes y mujeres luchadoras que también llevan buenas dosis de sufrimiento a sus espaldas. ¿Se ha inspirado en mujeres que tiene cerca para ir construyéndolos?

A mí me interesan siempre los personajes sufridores más que los que brillan por su vida apacible, tranquila y afortunada, ¿no? Aun siendo todos hijos míos, hay también retales de vidas que observo y que siempre son susceptibles de convertirse en materia literaria. Las mujeres valientes, fuertes y que no saben que lo son son las que inicialmente más me interesan. Quien más me ha costado retratar por la complejidad de su comportamiento, porque me costaba entender cómo podría comportarse así es el personaje de Catalina, cuesta entender que alguien que lo tiene todo renuncie a esa comodidad por una insatisfacción personal e íntima.

¿En algún momento definirías la novela como feminista?

No hay cálculo en hacer una novela que se etiquete como feminista. Yo escribo desde mi óptica de mujer del siglo XXI que nace en democracia con todo prácticamente ganado como mujer en cuanto a derechos, en cuanto a libertades. Bien es cierto que me interesa bucear en nuestro pasado más inmediato, aunque en este caso estamos hablando de hace un siglo. Me enriquece mucho no tanto como escritora sino incluso como lectora abordar algunas desigualdades que están ahí, así que eso está presente en mis novelas sin cálculo inicial, más bien creo que me sale de forma natural.

Galicia tiene un papel protagonista en la novela. ¿Tenía claro desde el primer momento que la novela tenía que suceder allí?

A mí no me cuesta volver a Galicia. Hay algo de mis orígenes en esta historia, aunque mi familia no viene de pazos, al revés viene de una tierra de labradores, de vecinos con cuadras donde tenían a sus propias sus animales. Disfruto cada viaje a Galicia y esta novela me ha permitido vivir tres años en una Galicia imaginada e imaginaria. Y también hay algo de confort por mi parte, de quererme sentir medianamente a gusto allí donde vas a pasar tanto tiempo sacrificando el poco libre que te queda, ¿no?

Volviendo al Planeta, ¿qué es lo mejor que le ha dado este premio?

El premio es un espaldarazo importante a mi carrera literaria y sobre todo a esta obsesión que tengo como periodista que escribe libros de poder llegar a más librerías, a más bibliotecas, de estar presente en la vida de los lectores de una forma más directa. La promoción del Premio Planeta es espectacular, todo el grupo se vuelca en la distribución de estas novelas, y eso ya es arrancar con una ventaja respecto a novelas anteriores. Luego miras la nómina de ganadores desde hace 72 años y sientes el peso y la responsabilidad de estar a la altura, no con esa novela, sino con la siguiente.

Decía estos días en una entrevista que se siente un poco en deuda con la literatura en el sentido de que le dedica menos tiempo que a la faceta periodística. ¿Piensas que en un futuro esa dedicación literaria irá ganando más peso?

Bueno, yo tengo que trabajar y tener una nómina. Y esto te lo da el periodismo. Dicho eso, soy inmensamente feliz intentando hacer compatible las dos carreras, la periodística y la literaria. Además, una alimenta a la otra. El contacto con la realidad es una constante en todas mis novelas, ese motor para escribir me ha ayudado muchísimo, escuchar historias de otros que son muchas veces un material literario que no podría haber imaginado. Así que de momento, mientras el cuerpo aguante, intentaré hacer las dos cosas.

Los libros están muy presentes en Las hijas de la criada. Inés animaba a las amigas a que les dijeran a sus maridos que les regalaran libros. ¿Has sido voraz lectora desde pequeña?

He estado rodeada siempre de libros y he tenido unos padres, a diferencia de lo que yo hago con mis hijos, que casi les ordeno leer, que nunca me obligaron a leer. La casa familiar tenía una biblioteca enorme de dos pisos que yo aspiro a tener algún día. No sé para qué, porque no sé si mis hijos serán capaces de valorarlos como lo valoramos mi hermana y yo en casa, siempre hemos crecido con un libro a mano. Y cuando preguntábamos algo, nos decían 'Ve a buscarlo en la enciclopedia', pues no había Google. Así que la presencia de los libros ha sido una constante en mi vida y probablemente la mejor herencia que los padres pueden dejar a sus hijos.

¿Cuáles de esos libros te han marcado no solo como lectora sino también como escritora?

En la adolescencia, en casa estaban todos los títulos de la literatura española de los 50, desde Delibes, Cela, el propio Gonzalo Torrente Ballester, Carmen Laforet, Carmen Martín Gaetano, Ana María Matute... han sido referencias de toda mi vida. Hay libros que van conformando tu forma de narrar, yo he aprendido muchísimo de la literatura realista de posguerra española o la literatura anglosajona, pero no se me ha pegado nada. Escribo barroco y a veces adjetivando demasiado, quizá para vengarme del periodismo, que no te permite hacerlo. Y cuando he podido ir haciendo mi biblioteca he ido incorporando todos esos títulos que me gustan. He sido muy caótica en mis lecturas, cuando me ha dado por un escritor lo he leído todo, por ejemplo me pasó con el premio Nobel sudafricano, Coetzee, que fue todo un descubrimiento. O tienes un brote latinoamericano con García Márquez, con Vargas Llosa, con Benedetti, con Neruda, con Sábato. Hoy en día también te diría que hay una generación de mujeres que admiro profundamente como Sara Mesa, Barbara Blasco, y no me olvido de Andrés Barba, que ahora está en Argentina, pero a quien leí con devoción cuando ganó el premio Herralde. Me gusta mucho ese tipo de literatura, la envidio, la ansío.

¿Cómo son tus lecturas mientras estás escribiendo tu propia novela?

Cuando estoy escribiendo, suelo leer mucho acerca de lo que estoy tratando en mi obra, porque me ayuda, porque lo necesito, sobre todo en la tarea de documentación, pero no dejo las lecturas que tenga al margen. Es verdad que ralentizas un poco, no te queda más remedio que ralentizar, porque tienes menos tiempo y en mi caso está limitado, pues algo sacrificas, pero luego en los veranos recupero todas esas lecturas.

Hace poco, Luis Mateo Díez, ganador del Premio Cervantes, decía al hablar de la felicidad que es la tranquilidad. Cuando estás tranquilo, apacible, sereno y no le pides más a la vida. ¿compartes esa manera de entender la felicidad?

Absolutamente. Admiro su sabiduría de saber retirarse al cuartel de invierno para observar la vida desde la atalaya de los 87. Es un placer siempre escucharle, y comparto cien por cien eso que dice.

El éxito te acompaña tanto en tu faceta periodística como de escritora. ¿Qué es para usted el éxito?

Una moneda de doble cara. El éxito nunca es del todo transparente, ¿no? Yo lo vivo con pies de plomo, intento bajarme del tacón siempre que puedo para observarlo con la graduación correcta, la que no te emborrache y te permita ver con nitidez que mañana vuelve a ser otro día.