Lo que Beatriz Serrano ha conseguido en las 296 páginas que tiene El descontento no es solo una radiografía tan nítida como dolorosa de un mercado de trabajo dispuesto, muchas veces, a quedarse con el alma de quienes lo habitan, sino también uno de los debuts literarios más destacados de 2023. Su protagonista es Marisa, una mujer en la treintena que vive anestesiada mediante orfidales y vídeos de YouTube para soportar las rutinas y pesares de su día a día en una agencia de publicidad.

La crítica y novelista Elena Medel ha definido este libro como "una bomba de relojería, que se lee de una sentada, pero se queda contigo mucho tiempo". Resulta difícil encontrar unas palabras más certeras para hablar de esta novela sobre el trabajo a la que Beatriz Serrano –periodista y presentadora del pódcast Arsénico Caviar, ganadora de un premio Ondas– ha añadido grandes dosis de humor e ironía que restan amargura a la soledad, la frustración y el pesimismo que no solo acechan a la protagonista sino también a muchas de las personas con las que nos cruzamos cada día.

¿Cómo surge el argumento de esta novela?

Había escrito ficción, pero solían ser historias cortas, nunca me había visto capaz de desarrollar algo tan largo como una novela. Llevaba tiempo dando vueltas a nuestra relación con el trabajo y a la identidad que nos creamos en el mundo laboral. Entonces llegó la pandemia y tuve como una especie de iluminación, un día que estaba trabajando desde casa bajo muchísima presión y estrés, recuerdo que salí a la terraza y escuché el silencio más absoluto. A partir de ahí empezaron a llegar a mis manos lecturas, sobre todo ensayos, relacionados con la idea que tenía en la cabeza, como Cómo no hacer nada, de Jenny Odell, que anima a parar estos ritmos productivos tan intensos; el ensayo Trabajos de mierda, que habla de cómo los trabajos actuales no tienen sentido y repetimos la misma rutina y esto ejerce una profunda violencia psicológica sobre nosotros, o el ensayo del sociólogo Erving Goffman que decía que todos en nuestro día a día estamos actuando, y solo en nuestra casa, con nuestro círculo íntimo, somos nosotros.

El libro habla con acidez e ironía de una situación real y dura. ¿Cuál ha sido la trampa para que la generación mejor preparada, como se la ha bautizado, tenga unos trabajos que están muy lejos de lo que esperaban?

Vivimos mejor que nuestros padres y abuelos, pero al mismo tiempo nuestros padres nos vendieron que íbamos a tener un mundo mejor que el que ellos tuvieron. Había un montón de cosas que no podían prever. Yo vengo de una familia normal, mis padres no tuvieron estudios universitarios y su mayor logro es que yo fuera a la universidad. Pero empezaron a suceder cosas como la crisis de 2008 con los sucesivos coletazos de crisis económicas, la crisis sanitaria, la crisis del alquiler… Todo eso ha sido un caldo de cultivo para la precarización de sueldos y trabajos. También creo que durante muchos años esta falsa idea de clase media ha generado mucho clasismo y cierta vergüenza de clase de no saber a qué pertenecemos. Es absurdo creernos superiores a personas que tienen trabajos como un mecánico o un panadero, cuando a nivel salarial estamos al mismo nivel, seguramente habremos pecado de snobs. Los millennials somos una generación bisagra, la última generación analógica y la primera digital, hemos tenido una ola potentísima de feminismo, pero las mujeres sí nos hemos criado en una cultura machista que estamos intentando romper. Estamos en un punto de mucha reflexión porque no sabemos muy bien qué queremos ni adónde vamos.

Una de las canciones que escucha la protagonista de camino al trabajo habla del desasosiego de la clase trabajadora, de la infelicidad constante a pesar de cumplir con las expectativas y también de no alcanzar nunca una sensación de plenitud. Lo de que el trabajo nos sirve para realizarnos quizás es otra de las mentiras de nuestro tiempo…

No es otra de las mentiras, es la gran mentira. Creo que hemos bebido esas frases que vienen de unas lógicas muy estadounidenses, una mentalidad neoliberal que hemos adaptado rápidamente en nuestra cultura. Todas estas frases tipo 'trabaja en lo que te gusta y nunca tendrás que trabajar', que igual nos las metieron en la cabeza para separarnos de la idea de ser ama de casa, la idea de la vocación… y por qué la vocación tiene que estar relacionada con el trabajo y no puede ser llegar a casa y ponerme a hacer un puzle o tartas, o cualquier cosa que no entre dentro del rendimiento y la productividad. Es la gran mentira y nos provoca la gran insatisfacción. Hemos permitido que el trabajo sea tan importante, se convierta en un símbolo de estatus, en una identidad. La segunda cosa que te pregunta todo el mundo después de tu nombre es a qué te dedicas. Al final estás construyendo tu vida en torno a eso y es difícil salir de ello.

Temas de Hoy - "El descontento"

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La protagonista dice después de escuchar a unos oficinistas mientras comen: No sé dónde les nace toda esa rabia, esa competitividad, esa manera de ver y dividir el mundo entre ganadores y perdedores. ¿Cree que los ambientes laborales sacan lo peor de cada uno?

Es posible. El trabajo al final fomenta la competitividad, el ego, la ambición, fomenta quedarte más tiempo… ¿A quién premian? A la que siempre está, la que se carga todo a la espalda, así que puede fomentar la parte más oscura. Había un meme que decía que qué pena que al trabajo puedas llamar para decir que te encuentras mal, pero no que te encuentras tan bien que no vas a ir a trabajar, que vas a ir a dar un paseo, comprar flores y leer.

Hablaba en esta entrevista de esa generación millennial que aún tiene que reflexionar sobre esa ola de feminismo que contrasta con esa sociedad heteropatriarcal en la que el capitalismo entiende por feminismo ese monstruito de mujer total que puede con todo y que para muchas mujeres se convierte en una especie de cárcel…

Totalmente. Aquí hay muchos temas, es un melón enorme. Una de las mayores mentiras es la mujer que puede tenerlo todo, sin dejarnos claro qué es ese todo y si lo queremos. No solo queremos seguir siendo las madres perfectas que preparan los purés a sus hijos, sino que queremos ser la mujer que destaca en el trabajo, realizarnos a través de él, queremos tiempo para nosotros, ir al gimnasio… ¿Qué es este todo? ¿Soy peor trabajadora porque llego con ojeras porque no puedo más? ¿Soy mejor mujer por comportarme de manera masculina en los ambientes laborales? Todo movimiento social como el feminismo es necesario, pero después de la ola viene la resaca, y con todo lo que ahora he aprendido, leído y sé, tengo que desactivar lo que he aprendido antes de que me llegase esta sabiduría y decidir qué es lo que quiero.

También refleja en la novela cómo se celebra un embarazo o cuando se presenta al niño en la oficina y cómo se transforma la situación cuando se regresa de la baja laboral y pasan las semanas y ese cambio ya no se ve con tan buenos ojos. ¿Cree que se mira para otro lado con este tema?

Por supuesto. Porque ya no vas a estar ahí… ahí está el problema de la baja natalidad, ¿por qué será? Lo que no puede pretender una empresa o jefe es que una persona o madre primeriza, con la llegada de un bebé, que pasen 4 o 6 meses y que esa persona vuelva y esté como antes de haberse quedado embarazada. Eso es imposible. Una persona no puede estar así, y lo que hablo en el libro es que se crea una falsa guerra entre las mujeres con hijos y las mujeres sin hijos. Al final las mujeres se supone que somos el género empático y emocional, pero qué pasa, que la soltera se tiene que cargar con el trabajo de la que ha sido madre porque se va antes del trabajo. Por eso al final creo que se crea una división entre las mujeres para no poner el foco en lo importante, que es la necesidad de conciliación con la vida, sea la que sea. Hace falta una conciliación urgente para las mujeres que han tenido hijos, pero también con la vida, y dejar de pensar que el trabajo es lo más importante del mundo.

Decía recientemente Elvira Sastre en una columna que el tiempo libre no existe. Que uno lo imagina, y cuando llega, se siente uno tan cansado y vacío por el esfuerzo realizado que necesitamos encontrar otro proyecto con el que rellenar el tiempo. ¿La próxima rebelión del trabajador es contra la productividad y la ausencia de tiempo libre?

Yo creo que esto ya está sucediendo. Hablo mucho con mis amigos de que nos encanta la idea de hacer cosas que no sirven para nada, tener hobbies que no sirven para nada. Un amigo tenía como hobby la alfarería, alguien le dijo que por qué no lo vendía en Etsy y el hobby se convirtió en trabajo. Nos sentimos culpables por no hacer nada y deberíamos quitarnos esa culpabilidad de nuestros hombros. Porque, ¿qué es no hacer nada? ¿Estar mirando al techo? Algunas culturas lo llaman meditar y está muy bien. ¿Leer un libro y no escribir una reseña? Pues no pasa nada, puedes leerlo sin sentir esa presión. ¿Estar cinco horas cocinando y comerlo en 20 minutos porque te has comprado un libro de Julia Child? Pues mira, hazlo. Quizás la próxima rebelión, y no quiero que suene a futuróloga, es empezar a reclamar nuestro tiempo libre real fuera del horario laboral y utilizarlo como queramos. Que no sirva lo que hagamos fuera del trabajo para seguir proyectándonos o creciendo para el mundo laboral. Que lo que hagamos no sea aprender inglés para hablar mejor inglés en las reuniones.

¿Cree que la generación Z se toma el trabajo de manera diferente a los millennials?

Tengo dudas, porque he visto las dos cosas. Veo unas generaciones jóvenes tipo Greta Thunberg que están en las manifestaciones contra el cambio climático y han dado por hecho que el trabajo es precario y deciden no centrarse tanto en él, pero también veo al becario que se va el último y entra el primero. Al escribir el libro me he dado cuenta de que yo tenía muy metido en la cabeza que esto fuese algo generacional, porque en el fondo estaba escribiendo sobre una chica de más o menos mi edad, y lo que me ha sorprendido son los comentarios de gente que está muy alejada de mi generación. Tanto gente más mayor, de 60 años, como mis padres, que dicen ‘soy literalmente yo’ y se arrepiente de no haber pasado más tiempo en familia y haberse centrado en el trabajo. El sentimiento, la emoción, la rabia, es el mismo. El desencanto es el mismo. Y gente más joven que dice que su vida es así. Quizás sería más interesante dejar de verlo como algo generacional, es algo más amplio que nos afecta a todos.