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No todo el mundo tiene la habilidad de convertir ese momento en el que tu vida salta por los aires en un debut literario aclamado por la crítica y que irremediablemente engancha a los lectores. María Larrea, nacida en Bilbao y afincada en París, descubrió a los 27 años y de la manera más novelesca posible que era adoptada. Ahí comenzó un camino por descubrir quién era en realidad y que había pasado aquel 2 de noviembre de 1979 en ese hospital de Bilbao que la vio nacer.

Su historia y la de sus padres, entrelazada y unida por los hilos invisibles de su escritura, se plasma en Los de Bilbao nacen donde quieren (Alianza Editorial). Licenciada en Cine por la prestigiosa escuela de La Fémis, María Larrea no solo firma un debut literario que no ha dejado de cosechar premios en Francia desde su publicación (Premio a la primera novela 2022 en Francia, Premio a la mejor novela de France Télévisions y Premio a la mejor novela debut Les Inrockuptibles), sino que también ha descubierto, gracias a su propia historia, una vocación literaria que es todo un regalo para sus lectores.

Con los nervios propios de quien está a punto de lanzar en España una novela que hunde sus raíces en nuestro país y que significa mucho para esta parisina de ojos verdes y suave acento español, hablamos con ella sobre su historia autobiográfica, en la que la emigración, la búsqueda de la identidad, las adopciones ilegales y las clases sociales vertebran un relato que va directo al corazón.

¿Cuándo decide que ha llegado el momento de contar su historia?

Cuando me enteré de mi adopción, quise escribir un guión porque sentí la necesidad de ir plasmando por escrito mi investigación sobre ella. Mi historia tenía tanto sabor a ficción que era una manera de recuperar un poco el poder sobre esa ficción que habían escrito sobre mi vida, que me habían contado, escribiéndola. Escribí el guión durante años y la película no se hizo. Fue un fracaso, estuve muy triste, pero gané un premio de guión, y el premio era hacer una ficción en la radio nacional francesa de la lectura de mi guión. Una amiga mía, profesora de francés, la escuchó, me llamó y me dijo: 'Te has equivocado. He escuchado tu guión leído en la radio, y claro, no puede ser una película porque es una novela. Vamos a colgar, te vas a inscribir en un taller de escritura de literatura y vas a escribir una novela'. Le dije 'Vale', colgué el teléfono, busqué un taller de literatura en Internet y aquel día ella cambió mi vida. Cuando empecé a escribir el manuscrito entendí que ella tenía razón y que verdaderamente la mejor manera de contar la historia de mis padres y la búsqueda de mi identidad era con las armas de la literatura. Además, aún no había encontrado a mi madre biológica y mientras escribía la novela seguía avanzando con la búsqueda. Ha sido una novela superpoderosa en lo que yo necesitaba hablar también sobre mis padres, la novela es verdaderamente una declaración de amor hacia ellos.

Por momentos su libro resulta brutalmente íntimo, ¿tenía claro desde el principio que tenía que ser así?

La verdad es que no, me ha costado asumir el yo, la primera persona. Me ha ayudado mucho empezar por el nacimiento de Victoria, el nacimiento de Julián y por la historia de mis padres, que era muy literaria. Yo quería algo muy lírico, muy fuerte, cuando iba a contar la historia de mis padres, porque ellos se volvían personajes. Y eso me ha ayudado a hacer esos primeros capítulos antes de llegar a los que iban a tratar de mí y de mi doble de ficción, de mi personaje y de lo que yo sentía durante mi búsqueda. Ha sido como cuando juegas al billar, necesitaba tirar unas bolas primero y luego llegar al número 8… era algo muy crudo y muy visceral, que iba de mis entrañas. Una vez que llegué a mis capítulos, era verdad que no podía hacerlo de otra manera. Necesitaba ser muy honesta, todo esto trata de la identidad de origen y ya que la identidad era falsa en este momento, era el momento de la verdad hacia mí misma.

Habla de un tema que sacudió a la sociedad española como el robo y la venta de bebés, que durante muchos años estuvo silenciado y fue tabú. ¿De qué manera sacudió su vida saber que era uno de esos bebés?

Cuando yo me entero de mi adopción tengo 27 años, y coincide con que es cuando se empieza a hablar de ese tema en los periódicos y en la sociedad española. La tapadera que existía sobre esas historias la tenía yo también igual, de manera íntima. Es extraño cómo todo ha coincidido, como si hubiera un timing para ello. Yo no soy un bebé robado del franquismo porque nací en el 79, pero es verdad que es consecuencia de todo aquello. He escrito la novela para contestar a esa pregunta, entender por qué tres huérfanos de una misma nación, que es España, iban a formar una familia en los años 80 en Francia. Todo esto habla de exilio, de inmigración, de miseria… de esa España del siglo XX que ha creado tantos huérfanos, porque había una miseria moral, económica y mucho sufrimiento, ya que salían de una guerra civil. Yo era ya la cola de la cometa, el final de esa historia, ya no se podían seguir haciendo esas cosas en este país. Pero ¿cómo me ha impactado? Me ha hecho sentir todavía más española, que era algo que yo buscaba cuando estaba en Francia, sentía que había un problema de identidad porque yo había nacido en España. El problema identitario ya lo tenía, aunque todavía no sabía lo de la adopción. Era hija de inmigrantes y no tengo la nacionalidad francesa, pero he crecido en París, en un medio burgués, soy hija de obreros, pobre donde los ricos, española donde los franceses, bilbaína en París, todo tenía doble cara. Este descubrimiento me ha hecho sentir más española, y también he sentido que que mi soledad la compartía con otras soledades, el escritor comparte su soledad con otras soledades, las de los lectores. Habla de su intimidad con la intimidad de los lectores.

¿Por qué cree que para el ser humano es tan importante conocer su origen? En el libro habla de la obsesión por buscar en Google cualquier rastro de su familia biológica, investigar…

De alguna manera necesitamos esa mitología de ‘cómo he venido al mundo’, tenemos muchas preguntas existenciales sobre la vida y la muerte y ya que no tenemos la respuesta a cómo vamos a morir, por lo menos sí sabemos contestar a cómo hemos nacido, quiénes son nuestros padres, cuál es su historia de amor si hay una… Al ser adoptada, yo no tenía esa respuesta y ya eran demasiadas preguntas sobre por qué existo, por qué morimos, necesitas saber eso.

¿Este libro ha sido una forma de exorcizar miedos y sufrimientos o de saldar cuentas pendientes, o incluso curativo?

Yo contaba mucho la historia a la gente y me decían ‘ay, María es la chica que supo a los 27 años con un tarot que ha sido adoptada’. La gente me preguntaba y yo contaba la historia, era una historia oral, que no tenía nada concreto, al igual que lo que me habían contado. Mi acta de nacimiento no era nada concreta porque era falsa. La historia se me escapa de las manos como el mercurio, que no puedes recogerlo. Y escribirla era como recoger ese mercurio que me constituía y tenerlo contenido en un objeto, que es el libro. Este libro lleva mi historia, la historia de mis padres, pone en qué año ha sido publicado, en qué lugar ha sido impreso, tiene un número legal y ISBN, algo que no tenía yo. Hay algo muy legal en un libro, ¿no? Con él tengo otro acta de nacimiento y esta la he hecho yo.

¿Ha pensado alguna vez que hubiera sido de su vida si no hubiera acudido a aquella tarotista? ¿Cree que tarde o temprano habría terminado descubriendo ese secreto?

La verdad que no sé cómo hubiera sido mi vida. Yo creo que hubiera sido siempre como una mesa que solo tiene tres patas, ¿sabes? Hubiera seguido más o menos aguantando contra una pared, porque así es como vivía, aguantando sobre la pared. Ahora la mesa tiene cuatro patas.

Su padre y su madre fueron abandonados por sus padres, y formaron una familia con un bebé adoptado. ¿Sintió rechazo por sus padres tras conocer su origen, o quizás comprensión al pensar que su origen es más parecido al de ellos de lo que pensaba?

Comprensión, claro. Entendí que había tres personas muy heridas desde el momento de su llegada al mundo. Y eso nos acercaba mucho. Cuando supe la verdad también hubo un momento de ira y de mucha amargura por haberme mentido, ¿no? Es la verdad, pero también de sentir que estábamos muy cerca, no tanto por ser familia sino por ese experimento muy peculiar que es el abandono. Es algo que no se puede explicar a una persona, el sentimiento que uno tiene al haber sido abandonado. Tengo amigos adoptados y tenemos un enlace que va más allá de las palabras. Nos entendemos de una manera particular, es algo que nos une y es muy fuerte.

No solo aborda la búsqueda de la identidad, sino que también se detiene en las diferencias sociales, cómo su infancia de niña española en París hija de una portera marcaba su círculo social... ¿ha cambiado eso en algo?

No, sigue siendo así y lo será para toda la vida. El mundo está hecho así. Yo me he aburguesado por los estudios, he publicado un libro y mi estatus social es distinto al de mi madre, que limpiaba casas. Pero todavía me siento obrera hasta la muerte. Para mí es un sufrimiento pensar en traicionar la clase de la que vengo. Es un poco la idea que defiende Annie Ernaux sobre no traicionar a su clase.

El título del libro, Los de Bilbao nacen donde quieren, no deja indiferente. ¿Por qué lo eligió?

Hay algo muy gracioso sobre cómo lo elegí. Cuando empecé el manuscrito, pensé que la dedicatoria podía ser esa expresión que decía mi padre. Me gustaba la traducción de ese dicho. La primera publicación del libro ha sido en francés y el título es una traducción de esa frase, que para mí representaba el misterio del libro que viene siempre alrededor de los nacimientos. Mi padre me lo decía porque era la única cosa que él tenía, ese orgullo de ser de Bilbao, y era la única cosa que yo también podía llevar conmigo. Puse esa frase cuando escribí mis primeros capítulos, y al darle a guardar a Word, si no has puesto título se guarda la primera frase, que era Los de Bilbao nacen donde quieren. Pensé que era el título perfecto, y hay algo como un poco mágico en él, como si se hubiera elegido a sí mismo.

En su libro habla de las madres biológicas, las adoptivas y las de leche. Todas ellas forman parte de su vida. ¿Descubrir su origen le ha marcado de alguna manera a la hora de afrontar su maternidad?

Hay muchos embarazos, muchos nacimientos en mi libro, y la cuestión de la maternidad es central, de cómo uno se ata o se desata a su madre. Supe que fui adaptada cuando mi hijo tenía un año. Es cierto que cuando estaba embarazada de mi segundo hijo, a la hora de dar a luz, quería saber quién iba a estar, qué ginecólogo, en qué clínica, era muy importante para mí hacer algo con mucha seguridad alrededor de ese nacimiento que venía después de que yo supiera la verdad. Y sabiendo la verdad, me ha hecho reconocer todavía más el trabajo, la implicación y el amor que me ha dado mi madre adoptiva. Ella ha sido una madre verdadera, aunque no me ha parido. Porque hizo conmigo todo lo que yo hago con mis hijos. Al ser madre, ella es un poco espejo y he visto que no hay diferencias en lo que ella hizo conmigo y lo que yo hago con mis hijos.

Este libro supone su debut literario. ¿Esperaba la gran acogida de la novela? Le Monde y Le Figaro se han rendido a su debut, no sé si da vértigo, felicidad, satisfacción… y también han llegado varios premios.

Es una sensación nueva, después de muchos años con gran dificultad trabajando en cine. Pensé que nunca iba a tener éxito. Escribí este libro con clandestinidad, sin decírselo a nadie, porque salía de un fracaso. Tenía miedo de hablar del manuscrito, como si hubiera un hechizo sobre él. Publicarlo ya ha sido una gran satisfacción. Y poco a poco, viendo que había lectores, periodistas, librerías, bibliotecas que me apoyaban, que decían ‘Me ha encantado la novela. No soy de Bilbao, no soy adoptada, no soy española, pero esta historia me habla al corazón’ ha sido la mejor recompensa. El libro me ha ayudado y me ha dado un nuevo oficio, porque ahora soy escritora.

¿Ya tiene la idea para un segundo libro?

    Sí, estoy trabajando en ello. La literatura me ha acogido con mucho amor, yo buscaba un sitio, ella me lo ha dado y me quiero quedar.