La escritora Patricia Benito es una de esas personas con las que quieres que la conversación nunca acabe. Ella reivindica a la gente normal y desborda generosidad de una manera que pudiera ser sencilla pero tiene mucho mérito: hacer sentir bien a los demás. La suya no es la de una vocación temprana, sino más bien lo contrario. Escribió Primero de Poeta en 2015, y ese libro autoeditado que iba a ser un regalo para la familia por Navidad se terminó convirtiendo en un libro superventas que la dio a conocer.

Tras seguir sumando lectores (de los más fieles) con Tu lado del sofá y Cada noche te escribo, Benito firma Un cuerpo agotado, un mapa dibujado con poemas y fotografías sobre ese viaje vital que es la lucha contra el espejo y contra uno mismo. Un libro que invita al diálogo más íntimo y que deja la puerta abierta para querernos y pensarnos un poquito más.

Un cuerpo agotado es su cuarto libro, en el que habla de la historia de amor y de desamor consigo misma. ¿Qué sabor le queda después de haberlo escrito?

Tenía mucho miedo cuando empecé a escribirlo, porque había estado casi dos años sin poder escribir nada. Me encerré como si fuera un ultimátum para mí, en plan 'Es el último intento, si no escribo nada, dejo esto, vuelvo a mi trabajo de antes'. Y precisamente eso me liberó mucho. No tenía la presión de qué querría leer la gente o si voy a hacer un éxito. Me daba igual, solo quería acabar ese libro. Me lo tomé como una despedida. Sentí como que era un poco mi legado, si no vuelvo a escribir, ¿qué quiero que quede?

No se puede entender este libro sin su cuidada edición, esas maravillosas imágenes con retazos de Nueva York, los poemas con ese diario… ¿Cómo fue la escritura del libro?

La parte visual era muy importante. Es más, casi siempre cuando escribo suelo arrancar de una fotografía que he visto o hecho. En este libro quería que acompañara mucho la imagen, y casi todas las fotos son del viaje a Nueva York. Allí escribí poco, estaba asimilando todo. Cuando volví tuve que dejar Madrid, me fui a Navarrete, mi pueblito en La Rioja, y me enfrenté a la página en blanco.

En el arranque del libro hay una frase ante la que es difícil no detenerse: ‘Un mundo obscenamente malvado y tímidamente bondadoso’. ¿Piensa que últimamente el mundo duele demasiado?

Si me preguntas ahora mismo, te diré que lo veo muy oscuro, y es algo que creo que también está en el libro. En mis otros escritos siempre hay ese aire melancólico o triste pero asoma un punto que es muy positivo y encuentro esa luz. Ahora me cuesta mucho pensar en cualquier cosa que no sea lo que está pasando en Oriente Medio o en cualquier lugar en el que haya tremendas injusticias. Siempre he dicho que el amor se contagia y que es lo que va a salvar el mundo, pero ahora parece que los malos del cole se están haciendo fuertes y les estamos dejando. Si permitimos que el odio se contagie, al final ganan ellos. Es un momento difícil, hay que enfrentase a todo eso sacando lo bueno que podemos conseguir nosotros, que es el amor, la generosidad, la empatía, intentar entender el mundo, informarse bien.

Habla también de los fantasmas, quizás una de las cosas que nos igualan a todos…

Sí, una de las cosas que he aprendido en este tiempo es que todo el mundo los tiene, todos tenemos miedos o estamos perdidos alguna vez. No hay que sentirse raro por ello. Según te vas haciendo mayor y vas teniendo conversaciones con la gente, te das cuenta de que todo el mundo los tiene, y cada uno lidia con ellos como puede. Por eso también es importante no juzgar a la gente sin saber muy bien qué fantasmas tienen.

Aguilar - Un cuerpo agotado

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Crédito: D.R.

También está muy presente la importancia y la preocupación por la apariencia en un mundo que nos invita de alguna manera a no ser nosotros mismos. ¿Cree que ser uno mismo hoy en día es un acto de rebelión?

Sí. Es un acto de rebelión y creo que, por suerte, cada vez se está valorando más. Yo soy una persona normalita, no soy el alma de la fiesta. Hay una cosa para mí muy importante y es que la gente que pasa un rato conmigo o está en mi vida, cuando termina de tomar el café conmigo, se sienta mejor de lo que vino, simplemente porque se han sentido ellos mismos. Estamos en un mundo en el que se juzga todo el rato, y no hay ese espacio seguro en el que sentirte tú. Y eso también en el terreno de las redes sociales. Ojalá que las niñas que vienen no tengan ese miedo de tengo que ser más… con eso hemos batallado nosotras mucho tiempo y no te lleva a ningún sitio bueno.

Otra de las verdades que brillan en su libro es que “los cuerpos no se estropean, los cuerpos envejecen y no debemos esconderlos”, ¿por qué somos incapaces de asumir algo que pudiera parecer obvio?

Supongo que irá por generaciones también. En mi caso, yo creo que es algo que he estado escuchando desde pequeña. Estaba en la televisión, las revistas, los libros: quiénes eran los personajes buenos, las chicas increíbles, cómo tenían que ser. Si estás toda la vida escuchando eso, al final te lo crees. Ahora los referentes son más diversos. No sé si nuestra generación va a estar rota siempre. Lo único que he conseguido es que no me impida o que no me prohíba yo misma hacer algunas cosas porque me da miedo. Antes dejaba de ir a un evento porque no sabía qué ponerme, y ahora voy con miedo pero no me quedo en el sofá.

¿Aprender a quererse quizás ha sido uno de los caminos más difíciles que ha transitado?

Sí, totalmente. Además le decía mi amiga Sara que ahora que he conseguido acostumbrarme a las formas de mi cuerpo y no me escondo con 44 años, de repente estoy con el 'me haciendo mayor'. Nunca tenemos descanso, lo de Un cuerpo agotado venía por eso, ahora que he conseguido que mirarme al espejo no me frene, tengo que lidiar con todas esas cosas que a lo mejor es que ni siquiera había leído de ellas. Parece que estamos toda la vida luchando.

Quizás la palabra envejecer tiene unas connotaciones muy duras…

Escribí una frase que decía: "De todos los miedos posibles que me imaginaba, envejecer no era uno de ellos". Todos queremos envejecer porque queremos llegar lo más lejos posible, ¿no? Pero a la par lo vemos como algo negativo porque nos estamos estropeando. Supongo que la solución es como todo, que se normalice y se muestre sin ningún drama. Nosotras no sé si tenemos arreglo, pero las generaciones que vengan y digan que ella está estupenda con lo que le ha aportado la vida. Si te pones a pensar, el cuerpo es simplemente un contenedor que tenemos que cuidar porque nos permite hacer muchas cosas, pero no es más que un cuerpo.

Es cierto que le dotamos de significados que no son y establecemos unas relaciones complicadas con él, le pedimos que nos defina…

Y lo que te frena. Yo empecé a tener pecho muy joven e iba jorobada, porque era como la forma de disimularlo. Si pienso en todo que he dejado de hacer o que he salido con miedo, en vez de ver que mi cuerpo es algo valiosísimo, con la forma que tenga, no importa. Justo antes de escribir, trabajaba en las unidades de dolor con pacientes con dolores crónicos, no podían hacer muchas cosas, y ahí aprendí muchísimo. Y cambié mi visión del cuerpo como algo que te acompaña y que te permite hacer cosas, que es un regalo. Supongo que de eso te das cuenta también con los años, cuando sabes qué es lo importante.

¿Cómo vive eso de que su trabajo le obligue de alguna manera a mirar muy dentro de usted? Para escribir este libro hace falta mucha introspección...

Es agotador. Cuando estás en mitad de un libro, tienes que entrar ahí, tienes que rascar todo el rato, y hay veces en las que no te apetece porque no te ves capaz, porque no te ves con energía. Al mismo tiempo, si trabajas en esto, por decirlo de alguna forma, hay veces que sí que quieres escribir porque lo necesitas, es tu 'cerveza con amiga', por decirlo de alguna forma. Escribir es lo que te va a salvar, lo que va a hacer que entiendas lo que te pasa. Es cierto que luego tienes que volver ahí para editar el poema, ponerlo más bonito, y tienes que volver a algo que te hacía daño y ya tenías apartado de tu mente. Muchas veces cuando acabo el libro soy una ameba, no quiero pensar en nada, solo ponerme las cosas fáciles.

Ser poeta no fue una primera vocación en su caso, sino un cambio de vida. Echando la vista atrás, ¿considera que fue la mejor decisión que ha tomado en su vida?

Sí, sin duda. No fue una decisión como tal. Yo trabajaba en un casino, no soy muy abierta, me cuesta mucho hablar de sentimientos, y fui a un recital por casualidad y encontré esa forma de expresarse y de contar las cosas. Tenía 35 años, me acababa de separar y tenía la autoestima por los suelos. Me gusta aprender cosas sobre diseño y me autoedité ese libro para dárselo a mi familia. Después ese libro cobró vida propia, pero nunca me senté en un sillón a decidir si me dedicaba a ello.

¿Le ha picado el gusanillo de cambiar de registro y escribir una novela?

En realidad escribí una novela hace dos años que nunca publiqué, creo que de ahí vino el bloqueo. No acababa de convencerme y al final la dejamos parada en un cajón. Para mí fue una sensación de fracaso que todavía no he aprendido a gestionar muy bien. Me costó volver a escribir y es esa cosita que tengo ahí clavada, pero sí que hay algo que me apetece contar desde un sitio ajeno, porque al final, como hablábamos antes, es muy duro hablar todo el rato de ti.

¿Qué es lo más gratificante que le han dado estos años de escritura?

Por un lado, la conexión con los lectores. En este tiempo que tienes esta conexión directa a través de redes sociales, te cuentan las cosas y me usan como 'El diario de Patricia' real. Yo siempre les digo lo mismo: '¿Quieres que yo te dé consejos? ¿Tú te lees mis libros?'. Y también cuando les ves las caras en un recital. El brillo en los ojos, o cuando te enseñan los tatuajes y dices, ¡No me lo puedo creer! Y a nivel personal, conocerme mejor. Perder muchos miedos. Llegar a sitios donde, cuando hice este cambio de vida, no me sentía incapaz. Recuerdo estar sentada en la escalera de esta casa, cuando llegué con mis bolsas de basura llenas de cosas y una autoestima penosa, pensando que no he hecho nada en mi vida, no soy nadie... Y ahora soy incapaz de asimilar todo lo que he hecho. Personalmente ha sido un viaje necesario, que me ha hecho madurar muchísimo y enfrentarme a la vida de otra forma.