Era una niña que destacaba en belleza, de esas que llaman la atención. Pero si bien esta cualidad a menudo resulta una ventaja para todo aquel que la posea, para Lee Miller, la belleza fue, precisamente, su mayor enemiga. Nació en la ciudad neoyorquina de Poughkeepsie en 1907, y ya de pequeña, cuando tan solo tenía siete años, comenzó a desarrollar uno de los muchos traumas que más le marcarían de por vida: ser violada por un amigo de la familia, contraer gonorrea tras este acontecimiento, y ser fotografiada desnuda por su padre en múltiples ocasiones. Por si no fuera suficiente, siempre estuvo sometida a críticas constantes por no seguir las pautas que generalmente debe cumplir una niña. Ella se divertía con trenes de juguete en vez de con muñecas, siempre quería vestir pantalones en lugar de faldas, era fanática de cortarse el pelo o de recogérselo para realizar actividades atribuidas a los chicos, y fue expulsada de varias escuelas por mal comportamiento. Ser Lee Miller por aquella época era, en sí mismo, un desafío contra una sociedad regida por normas.

    Teniendo en cuenta todos estos factores no resulta extraño saber que a los 18 años decidió mudarse a París, y que allí, en la capital francesa, estudió iluminación, vestuario y diseño en la Escuela de Escenografía de Ladislas Medgyes. Pero tan solo un año más tarde de esta decisión, en 1926, volvió a Estados Unidos y, el capricho del destino, la belleza volvió a llamarle a la puerta, y le llevó a ser descubierta por un cazador de modelos mientras paseaba por Manhattan. Fue a partir de entonces cuando su título de "chica bonita" cobró todavía más sentido, y se convirtió en una de las mujeres más rifadas por las editoriales de moda y por las marcas, llegando a posar con prendas de Chanel o Lanvin.

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    Pero para ella ser solamente modelo no era suficiente, pues había descubierto por entonces que lo que más le apetecía era estar al otro lado del objetivo, ser fotógrafa. De hecho, fue quien pronunció la afamada frase de "prefiero hacer una fotografía que ser una de ellas", pues no solo desarrolló una impecable carrera como fotoperiodista y corresponsal de guerra, sino que además también se convirtió en una de las mujeres más destacables por su gran manejo de la cámara para retratar campañas publicitarias de moda. Si hasta entonces la mayoría de producciones se hacían de puertas para adentro, ella sacaba a la calle la elegancia y el glamour y dotaba a la cultura del momento de un aire nuevo.

    Su mentor fue Man Ray

    Que contara con la potestad de hacerse hueco como fotógrafa, guarda parte de razón en su arduo empeño por lograrlo. En 1929, cuando todavía era aprendiz, viajó de nuevo a París con un propósito: aprender de, nada menos, que Man Ray. Él, que por entonces no tenía fama de instruir a demasiados alumnos, enseguida conectó con la joven y se convirtió en su mentor, en su amante y en una de las personas que más veces le han fotografiado. Entre ambos había 16 años de distancia, pero la edad nunca fue un impedimento, pues el tándem parecía perfecto. Tanto que se les atribuye la técnica de la solarización, mediante la cual una imagen negativa o positiva se expone brevemente a la luz durante el proceso de revelado, logrando que las áreas más oscuras de la imagen aparecerán más claras y viceversa.

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    Lee Miller//Getty Images

    Fue en aquella época, cuando todos los intelectuales y artistas del momento transitaban París y se retroalimentaban de sinergias, cuando Lee Miller entró en contacto con personalidades como Breton, Dorothea Tanning, Salvador Dalí, o Picasso. Tan buena relación tuvo con algunos de ellos que incluso, el pintor malagueño, la retrató hasta en seis ocasiones. También Jean Cocteau confió en ella para su película La sangre de un poeta.

    El día que se fotografió en la bañera de Hitler

    De todos los contactos que realizó por entonces hubo uno que marcaría también su vida: Roland Penrose, quien se convierte pronto en su marido y el padre de su único hijo. Todo lo que vino después fue una trayectoria profesional impresionante capturando imágenes de guerras, campos de concentración o la entrada de las tropas aliadas en París, entre otros muchos episodios. También viajó a Egipto, a Los Balcanes y a Londres. Y, sin duda, uno de los capítulos más destacados de trayectoria llegó cuando, el mismo día que Adolf Hitler se quitó la vida, el 30 de abril de 1945, ella se coló en la casa del Führer para echarse una siesta... y se dejó fotografiar por su compañero David E. Sherman, dándose un baño en la bañera del dictador.

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    Haywood Magee//Getty Images

    A partir de este capítulo, junto a Roland Penrose compró una vivienda en East Sussex y, en ese momento, todas sus experiencias comenzaron a pasarle factura a su salud mental hasta caer sumergida en una depresión y trastorno de estrés postraumático. Todo lo que sabe es que se refugió en la bebida y en la cocina (coleccionaba recetarios, se encontraron hasta más de dos mil en su casa), y que, a los 70 años, falleció de cáncer en esa mismo hogar.

    Las biografías y homenajes que se han realizado sobre Lee Miller no hacen más que crecer en números. Dos de los más recientes puedes encontrarlos en Lee (2023), la película que protagoniza Kate Winslet dándole vida, y en la exposición Surrealista Lee Miller, abierta al público hasta el 25 de febrero de 2024 en el australiano museo de arte moderno Heide.