Difícil era no emocionarse ante las palabras de dolor y recuerdo que Etienne Cardiles, el viudo del policía francés asesinado el pasado 21 de abril en un atentado en los Campos Elíseos Xavier Jugelé, pronunció en un homenaje celebrado este martes ante la presencia del Presidente Fraçois Hollande y los candidatos Marine Le Pen y Emmanuel Macron.

“El jueves por la mañana, como siempre, me fui a trabajar y todavía estabas dormido”, comenzó a decir. “Durante el día hablamos de nuestros planes para irnos de vacaciones a un país muy lejano y me dijiste que estabas entusiasmado porque nunca habías ido tan lejos”. Y los corazones de los allí presentes comenzaban instantáneamente a compungirse al igual que los de millones de personas que, en cuestión de horas, hacían viral su discurso.

Lo hacían, en primer lugar, ante el dolor por la muerte de un ciudadano francés. Un ciudadano libre que sufría una vez más los embistes del odio que la guerra, la ignorancia del ser humano y los intereses de unos pocos han conseguido extender por todo el mundo desarrollado. Con mayor simbología aun, cuando dicho atentado se llevaba por delante a un miembro de las fuerzas de seguridad francesas; precisamente, el garante de los derechos y libertades del Estado moderno. Y, para mayor regodeo de sus asesinos, por unos hechos ocurridos en los Campos Elíseos de París. Sin duda, uno de los lugares más icónicos para la democracia occidental.

“No tendréis mi odio” (en referencia a las palabras de la pareja de una mujer asesinada en la sala Bataclán de París, Antoine Leiris). No siento odio, Xavier, porque no sería propio de ti. Porque no se corresponde con nada de lo que hacía latir tu corazón ni con los motivos por los que entraste en la policía”.

Pero no solo era ésta la voz de la libertad y de la esperanza. En cada frase que Etienne iba pronunciando se fundían en uno los mensajes de orgullo y fuerza hacia los compañeros de la policía y el conjunto del pueblo francés, con los de amor hacia el hombre con el que lo había compartido todo. “Ibas a los mismos conciertos una y otra vez, a veces siguiendo a un artista durante toda su gira. Tus estrellas favoritas eran Celine Dion, Zazie, Madonna, Britney Spears y muchas otras que hacían que nuestras ventanas vibraran”, recordó.

Su discurso adquiría así doble potencia, normalizando y rompiendo las barreras que todavía hoy tienen que sortear los homosexuales en ámbitos como el de las fuerzas de seguridad a la misma vez que lo ensalzaba en público como un hombre que murió defendiendo a su país contra el terrorismo del ISIS. Cada frase en la que hablaba de un policía levantándose a su lado por las mañanas, escuchando la música de aquellas divas del pop, compartiendo planes futuros o, simplemente, describiendo el amor que sentía por él y el profundo dolor que le produce su pérdida, terminaban de instalar un mensaje de igualdad aún necesario en el fuero interno de nuestra sociedad.

Y no solo para la sociedad internacional, el mensaje de unión y defensa de los derechos humanos que pretendía lanzarse a todos los que los amenazan desde el terrorismo, se vio así doblemente reforzado dotando a la palabra libertad de una simbología plena y dejando patente que no estamos dispuestos a renunciar a ninguno de los derechos que tantos años ha costado conseguir.

youtubeView full post on Youtube