Corría el año 1999 y Julia Roberts pisaba la alfombra roja de Los Ángeles, consagrada como la actriz del momento, en el estreno de una de sus grandes películas, Notting Hill, protagonizada junto a Hugh Grant. Pero en aquel instante, el cine, la acción, el romanticismo de la película, el papel de Hugh Grant y hasta la belleza inalcanzable de Roberts pasaban a un segundo plano. Todos los focos se centraban en las axilas de la actriz, que aparecieron rebosantes de vello y naturaleza. Julia Roberts desafiaba todas las normas de Hollywood, se negaba a los cánones de belleza impuestos por la sociedad y acudía a una alfombra roja (de las más importantes de su carrera) sin depilar.

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Tras ella, llegaron después muchas otras, y en diversas versiones. Susan Sarandon paseándose de plano por Cannes y con un escote de vértigo demostrando que no hay edad para la sensualidad; Kristen Steward saltándose todas las reglas de protocolo; Lena Dunham rompiendo con todo lo establecido en cada una de sus apariciones, no solamente en actos públicos, sino en cada una de sus participaciones en la vida pública (redes sociales, artículos publicados en los principales periódicos, portadas de revistas, alfombras rojas o entregas de premios).
Poco a poco, y gracias a la influencia de estas celebridades, que dejando en un segundo plano su fama o notoriedad se han convertido en iconos del activismo por la igualdad en Hollywood, la belleza ha ido adquiriendo múltiples versiones. Ellas, las rebeldes que en alguna ocasión decidieron desvincularse de la dictadura de los cánones, los tópicos y las reglas impuestas por una cultura que hacía que las mujeres tuviesen que sufrir sin opción sobre unos tacones, salir de casa siempre perfectamente depiladas y no dejar un solo milímetro de su rostro sin maquillar.
En los últimos meses, estas reivindicaciones han ido tomando fuerza por los nuevos rostros de la socialité, como Lola Kirke, la actriz protagonista de la serie Mozart in the Jungle, que tomaba el ejemplo de Julia Roberts casi 20 años atrás y acudía a una alfombra roja (en esta ocasión la de los Globos de Oro) con las axilas sin depilar. Un acto que despertó tanta polémica como el protagonizado por Alicia Keys, cuando decidió que no volvería a maquillarse para ningún acto público como reivindicación feminista. O la gran promesa de 2017, que ha vuelto abrir el debate sobre el machismo latente en el protocolo de las alfombras rojas; Gal Gadot, la protagonista de la nueva película Wonder Woman, que se recorrió las ciudades más importantes de todo el mundo de plano, prescindiendo de los tacones durante toda la promoción de la película.

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Pero los tiempos han cambiado y, con estos, los escenarios. Por eso, la alfombra roja, las cámaras de televisión y las portadas de revista han perdido esa exclusividad como medio para la reivindicación. Las redes sociales son, a día de hoy, el lugar idóneo para la lucha y la protesta, ya que publicando una simple frase o fotografía puedes llegar a millones de personas en todo el mundo. Y no solo para celebridades de Hollywood, sino que la repercusión de este tipo de publicaciones es perfectamente visible dentro de nuestras fronteras. Hace un par de años, la actriz Inma Cuesta (ha protagonizado películas como La novia, de Icíar Bollaín y participado en producciones como Julieta, de Pedro Almodóvar), sacaba a relucir toda su frustración a través de su cuenta personal en Instagram, tras ser víctima del exceso de Photoshop en la portada de un suplemento dominical. En la publicación, Inma Cuesta aseguraba que no era la primera vez pero que esto sobrepasaba los límites y la avergonzaba. "No me acompleja, no lo entiendo como una señal de lo que lo debería ser, sencillamente me indigna como mujer y me hace reflexionar muy seriamente hacía dónde vamos y reivindicar con fuerza la necesidad de decidir y defender lo que somos, lo que queremos ser independientemente de modas, estereotipos o cánones de belleza", añadía en la publicación.

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Verónica Echegui, otra actriz española, protagonizaba una crítica similar recientemente, durante la promoción de una de sus últimas películas, No culpes al Karma de lo que te pasa por gilipollas. Sin embargo, en esta ocasión la denuncia no iba contra un medio de comunicación, sino que lanzaba un mensaje a la industria del cine. La actriz se revelaba contra la dictadura de la belleza en su profesión, a través de una imagen en la que aparecía ella junto a Alba Galocha (coprotagonista de la película), ambas con el pecho al descubierto y con un mensaje claro y directo: "No os imagináis cuántas veces me han sugerido que me opere el pecho, o que me arregle la boca, o me han comentado sobre mi peso… Pero lo que realmente me da pena es haber dudado, habérmelo planteado y pensar el tiempo de mi vida que perdido pensando que nunca soy suficiente”. Una imagen que, posteriormente, Instagram eliminó de su cuenta por dejar al descubierto los pezones de ambas.
Pero no solo actrices y rostros reconocidos han decidido alzar la voz y desvincularse de los cánones de belleza. Hay una nueva oleada de chicas jóvenes, que se han visto inmersas en el nuevo universo digital y que, de repente, se han convertido en iconos de belleza o ejemplos a seguir por jóvenes y adolescentes de todo el mundo. Este increíble impacto social ha hecho que estas jóvenes se vean sometidas a una presión y una irrealidad hasta ahora desconocida.
Son las llamadas instagramers o influencers, muchas de las cuales comparten una vida idílica que en ocasiones se aleja mucho de la realidad en la que viven. En este grupo incluimos a Essena O’Neill, una australiana de 20 años que, en 2015, decidió destapar todo el fenómeno que había creado (contaba con más de 700.000 seguidores en Instagram) y borrar todas sus fotografías publicadas hasta el momento, no sin antes lanzar un alegato en contra de lo que las redes sociales provocaban en la vida de chicas como ella. Essena reconoció estar obsesionada con su físico y con gustar a los demás, y aseguró que las redes sociales no eran la vida real. La joven comenzó a subir sus fotos antiguas acompañándolas con textos que reflejaban la realidad de aquellas fotografías, como por ejemplo, "La única cosa que me hizo sentir bien ese día fue mi foto. Qué deprimente. Tener un cuerpo tonificado no es todo lo que el ser humano es capaz de hacer".
Pero como la de Essena son cientos las nuevas historias que conocemos cada día. Hace un par de meses, otra chica se revelaba contra el machismo y la irrealidad de las redes sociales mostrando sus piernas tras un año sin depilarse. Aunque recibió un aluvión de críticas, la mayor parte de las reacciones fueron positivas. Otra de las últimas sensaciones en las redes sociales es Imre Çeçen, una instagramer cuya cuenta se basa en mostrar lo diferentes que pueden ser dos fotografías cambiando solo el enfoque o la iluminación de la misma.

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Todas estas historias, de antes y de ahora, de iconos del cine y rostros emergentes tienen, al fin y al cabo, el mismo trasfondo. La interpretación de la belleza ha cambiado y la mujer no está dispuesta a vivir bajo unos cánones establecidos por una sociedad en la que, generalmente, siempre ha salido perjudicada. La nueva belleza se entiende bajo conceptos de rebelión, transformación y ruptura de las tradiciones. La mujer actual entiende mejor que nunca la belleza porque es ella quien crea las normas, quien establece sus propios cánones y quien decide cómo vivirla.