La palabra complejo se ha convertido en el accesorio femenino desde que esta se hace mujer (y, en algunos casos, incluso antes). Coloquialmente entendemos los complejos por una disconformidad de cada persona con algún aspecto de su físico o personalidad, que genera una inseguridad y bajada de autoestima, generalmente, causados por los cánones de belleza impuestos y los conocidos estereotipos establecidos en la sociedad actual.

Lo más curioso es que tenemos complejos para dar y regalar. Si tu peso o el volumen de tu cuerpo es mayor al de lo establecido como "normal" (algo que cada vez es más fácil superar ya que los estereotipos son cada vez más estrictos en ese aspecto), tienes complejo de gorda; si no superas la talla 90 de sujetador, lo tienes por poco pecho; por no hablar de los restos que el paso del tiempo o los cambios hormonales provocan en nuestro cuerpo: estrías, arrugas, celulitis, manchas, canas… Así como los complejos por rasgos marcados: nariz pronunciada, piel más o menos oscura, forma de ojos, de piernas, de cintura… En definitiva, nuestro cuerpo se convierte, con el paso del tiempo, en un campo de minas en este sentido: allí donde pongas la mirada, hay un complejo, bien sea ya desarrollado o con un fuerte potencia.

Pero,¿por qué somos tan vulnerables a los cánones de belleza? Los complejos pueden aparecer por numerosas causas y puede acomplejarnos cualquier rasgo que nos conforma, ya sea físico (los comentados anteriormente, peso, altura, marcas, volumen…) o de personalidad, como la timidez, la falta de masculinidad o feminidad… Y, ¿en qué nos basamos por sentirnos acomplejadas por una cosa u otra? ¿hasta qué punto influye nuestra educación y nuestro entorno en cómo nos sentimos con nosotros mismos?

Para responder a todas estas preguntas referentes a los complejos que más nos atormentan y el origen de los mismos, contamos con la opinión de una experta. Júlia Pascual Guiteras, psicóloga y directora del Centro de Terapia Breve Estratégica de Barcelona, experta en coaching estratégico, con más de 10 años de experiencia, resuelve nuestras dudas con respecto a cómo surgen, por qué nos afectan y cómo acabar con los complejos que más nos atormentan.

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¿Qué son y cómo nos afectan?

Para empezar a hablar de complejos, hay que diferenciar entre el "defecto" en sí que nos perturba y las consecuencias que este puede provocar en cada persona. No hay complejos más o menos importantes, más preocupantes o insignificantes, sino que es la gestión de estos lo que hace que el problema se convierta en un trastorno o patología. "Las personas que no saben gestionar bien sus complejos caen en la psicodrama de la dismorfofobia, un trastorno psicológico que se caracteriza porque la persona sobrevalora negativamente o se obsesiona con una parte de su cuerpo, sufriendo mucha angustia por este defecto que, además, puede ser real o imaginario", cuenta la doctora Pascual.

Las consecuencias de esta obsesión y la falta de aceptación a sí misma pueden ser fatales y puede derivar en aislamiento social, por el miedo a ser observado o juzgado; intentar esconder el defecto; hablar mucho de lo que le preocupa o entrar un círculo vicioso de tratamientos e intervenciones quirúrgicas.

Además, Júlia Pascual presta especial atención a la influencia que las redes sociales tienen en el nacimiento de complejos y obsesiones, que cada vez afectan a más personas y aparecen a una edad más temprana. "Las redes sociales como Instagram son potenciados de este problema. Los ideales de belleza, que antes veíamos en desfiles o películas, ahora se presentan en nuestra pantalla a cualquier hora del día y nos persiguen en menor o mayor medida, por lo que es imposible no estar influenciados por ellos. Por tanto, debemos ser muy conscientes de ello y tener en nuestro control lo que queremos para nuestro bienestar".

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¿Afectan a todas las personas por igual?

Absolutamente, no. Júlia Pascual asegura que, aunque la preocupación de los hombres por el físico y la belleza está aumentando, los complejos siguen siendo más habituals entre mujeres. Concretamente, es en chicas adolescentes donde se observa un auge de este problema y un malestar muy significativo generado por estos complejos que, además, pueden ir acompañados de otros como trastornos alimenticios, vigorexia, obsesiones, depresión y ansiedad.

Pero no solo influye el género y la edad, sino que la familia, el entorno social o las experiencias vividas son aspectos clave a la hora de la aparición de los complejos. "Influyen muchas variables en el hecho de no aceptar o sentir rechazo hacia una parte de tu cuerpo. Por ejemplo, el entorno familiar y las amistades (sobre todo en las chicas más jóvenes) juegan un papel fundamental", asegura la experta, que añade: "A lo largo de mi carrera como psicóloga sanitaria, he podido observar que los padres que viven muy condicionados por el 'qué dirán', sin ser conscientes de que con ese miedo a ser criticados o juzgados pueden provocar inseguridades en sus hijos que pueden derivar en complejos y una baja autoestima".

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¿Cuáles son los complejos más comunes?

Tal y como hemos destacado al inicio de este artículo, los complejos pueden ser tan diversos como las personas, y lo que para ti puede ser insignificante, para otro puede ser el origen de una obsesión o patología como la dismorfofobia. Sin embargo,en las mujeres suele haber un patrón que se repite, relacionado especialmente con el peso, la acumulación de grasa y el volumen de nuestro cuerpo, convirtiéndose la delgadez o la pérdida de peso en el mayor objetivo a alcanzar por las mujeres con complejos. Tal y como explica la psicóloga Júlia Pascual: "Cada persona es un mundo, una puede acomplejarse por el tamaño de su nariz, la otra el tipo de pelo o el color de piel, el grosor o la forma de los labios… Pero basándome en mi práctica clínica, los complejos físicos que mayoritariamente generan malestar a las pacientes de mi consulta suelen ser el abdomen, los muslos, las caderas y los brazos".

¿Podemos acabar con ellos?

Júlia Pascual trabaja con una técnica específica,titulada Terapia Breve Estratégica, con la que el paciente puede liberarse totalmente de sus complejos, hasta conseguir que aquello que consideraba un defecto pase a formar parte fundamental de su personalidad. Sin embargo, no siempre se consigue ese resultado, y hay quien asume el complejo, considerando que eso que le angustiaba sigue siendo una parte que no le gusta de su cuerpo, pero es capaz de vivir sin obsesionarse y sin que eso condicione su día a día.

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En el proceso, la experta explica las diferentes técnicas que suelen emplear. Entre ellas, el diálogo estratégico, que "consiste en hacerle sentir al paciente que todos los intentos para eliminar sus complejos (operaciones estéticas, tratamientos, exceso de maquillaje para tapar defectos…) no solo no funcionan sino que podrían derivar en una patología psicológica como es la dismorfofobia". Además de esta, suelen utilizar el llamado chequeo estético, que consiste en hacer que el paciente se mime y se quiera tantas veces al día como haga falta. Según ejemplifica la doctora Pascual, sería una tarea como esta:

"Permíteme que te dé un consejo, en las próximas semanas diviértete mirándote en el espejo, cinco veces al día, cada tres horas durante cinco minutos. Coge un lápiz y un papel, y apunta todos tus defectos estéticos. Escríbelos y piensa en cómo podrías corregirlos. Es la manera perfecta de evitar que crees un círculo vicioso dónde te sería muy difícil salir, ¿de acuerdo?".

En definitiva, los complejos se han convertido en el compañero de viaje más perturbador para la sociedad actual (especialmente para mujeres). Estamos tan expuestos a la dictadura de los cánones de belleza con redes sociales, cine, televisión, que la única forma de escapar de la obsesión es aprender a quedarnos a su lado. Entender que, aunque suene a tópico, la perfección no existe y está demostrado que la felicidad no reside en los cuerpos de Victoria's Secret.