François-Henri Pinault hace números y le salen las cuentas con Hedi Slimane. Lo proclaman con frialdad matemática las cifras del último cuatrimestre de Kering, el otro titán empresarial francés en la contienda por el mercado del lujo global, según el informe financiero presentado el pasado jueves 12 en París: Saint Laurent ha doblado sus ingresos en los tres años que el esquivo y no poco controvertido diseñador lleva al frente de la casa como director artístico. El saldo final de 2014 habla de un incremento en las ventas del 27 por ciento (sobre una base comparable estimada del 17 por ciento), que suman algo más de 700.300 millones de euros. Cuando Stefano Pilati, el anterior creativo, salió por la puerta en febrero de 2012, en las arcas de la firma no había más de 357.000.

El (no tan) milagroso efecto multiplicador de Slimane tiene truco, claro: producción reducida, materiales excepcionales y precios disparados. Lo limitado del producto es una de las razones de la gran demanda de una propuesta que al principio no gustó a los críticos. Especialmente a Cathy Horyn, ex editora de moda de The New York Times. La actual cronista de The Cut devino en bruja del Oeste del negocio, secundada por nombres de igual calado periodístico como Lisa Amstrong (The Telegraph) e Imran Amed (The Business of Fashion) en carga crítica contra la nueva estrategia de la remozada Saint Laurent. Un año después se estaban tragando sus palabras.

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Colección ’Psych Rock’ de Hedi Slimane para Saint Laurent.

En octubre de 2013 ya se supo que el neogrungerío dispuesto por el parisino para ese otoño/invierno se había despachado como caramelos a la puerta de un colegio. Todo el pescado vendido, incluso en las tiendas electrónicas. En la prensa, la colección obtuvo las reseñas más feroces que se recuerden en tiempos. Los compradores, sin embargo, se la rifaron desde el minuto uno (los superalmacenes estadounidenses Barney’s, por ejemplo); en las cadenas de pronto-a-tirar, las réplicas chillonas de aquellos vestiditos de inclusera y camisas de leñadora aparecieron al minuto dos para alborozo de las mismas voces airadas que poco antes habían llenado los muros de las redes sociales con sus lamentaciones (“Eso ya lo tengo yo del Topshop de hace nosecuantas temporadas” o “Es lo mismo que le robo a mi novio para ponérmelo o “Este tío odia a las mujeres”). Nunca la brecha comunicativa entre el crítico/cronista/informador de moda y su público se había sentido tan profunda.

“No damos abasto. De los vaqueros rotos solo nos queda un par. Y del bolso Trois Clous de flecos [2.125 euros], ni uno”, aseguran desde la boutique madrileña de Saint Laurent, que espera su ansiada remodelación a imagen y semejanza del estilo Slimane para 2016 (sí, sorprende que el espacio de la calle Serrano aún conserve el diseño de la innombrable era Tom Ford). Para el caso, es el prêt-à-porter el que vuela de las perchas, y no el de los básicos atemporales, sino el de estricta temporada: “La actual colección, Psych Rock, está prácticamente agotada, en especial los vestidos de aire folk”, informa una de las responsables de la tienda. Lo que aquí sí suena milagroso es que no solo se haya renovado la clientela, sino que se haya convencido de quedarse a la que ya existía.

Los buenos datos económicos de la casa redundan, además, en todo el conglomerado que dirige François-Henri Pinault (inevitablemente tocado por el estancamiento de la economía china, la recesión rusa y la inestabilidad de la eurozona). Se perciben tan estupendos que, de hecho, suavizan los malos resultados arrojados por Gucci tiempo ha (la principal enseña del grupo, con unos ingresos de 3.000 millones de euros en 2014, año en el que perdió un 1,1 por ciento en ventas). Una situación que tiene mucho que ver con la abrupta salida de escena de Frida Giannini, como directora creativa, y de su marido, Patricio di Marco, como consejero delegado de la marca italiana a finales del pasado año. Ahora solo falta que la irrupción del segundón Alessandro Michele como relevo artístico -apuesta de riesgo del no menos flamante director ejecutivo, Marco Bizzari- obre las mismas maravillas financieras que Slimane en Saint Laurent. El ruido mediático, desde luego, ya lo ha conseguido.