Rocío Crusset es una modelo atípica. Esta sevillana, que cumplirá 23 años en junio, no nació con un pan bajo el brazo, sino servida en bandeja (mediática) al público español. Hija de los famosos (y, a veces, controvertidos) periodistas Mariló Montero, al frente de La mañana de La 1 en TVE hasta junio de 2016, y Carlos Herrera, director del matinal radiofónico Herrera en COPE, no es de extrañar que sus padres consideraran una auténtica locura la idea con la que los abordó cuando apenas rozaba la mayoría de edad. “Desde pequeñita, yo ya soñaba con participar en las ferias de moda que se organizaban en Sevilla. Al volver de estudiar bachillerato en Suiza, conocí a Fernando Merino [director de la agencia UNO Models de Madrid] en la edición de 2009 de Rock in Rio, y me dijo que podría trabajar como modelo. Me planté en el salón y le dije a mi padre: ‘Ahora sí, quiero dedicarme a esto’”. Lo primero que pronunció su progenitor fue un ‘no’ seco y rotundo. A continuación, la instó a compaginar los desfiles con una licenciatura. “Me apuesto la cabeza a que no la acabas”, le espetó el locutor.

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Vestido de raso de seda de Juan Vidal, pendientes con pedrería de La Nueva Parisien por Isidoro Hernández, pulsera de acero de Dsquared2, botas Classe Hot de piel metalizada de Christian Louboutin.

Solo por el reto de demostrarle que sí era capaz, Crusset vivió sus primeros años compatibilizando la profesión de maniquí con las clases de Administración y Marketing y Dirección de Empresas en la Universidad San Pablo CEU de Madrid. Entonces llegó el momento de atajar el segundo desafío: abrirse camino esquivando el convertirse en hija de. Para empezar, se despojó de sus apellidos y decidió emplear el segundo paterno para que nadie pudiera atribuir sus logros a una cómoda herencia mediática. “La gente piensa que empecé haciendo portadas y reportajes por venir de donde vengo, pero no me he saltado ni un solo peldaño. Empecé con catálogos de zapatos y pequeños tests, siendo rechazada en decenas de castings y mejorando muy poco a poco”, explica, recostada en una silla, durante la charla que tiene lugar tras la sesión de fotos que protagoniza para Harper’s Bazaar.

Sus últimos tres años han sido un no parar. Ha posado en las campañas de firmas como Brownie o Springfield, desfilado para Tezenis y Women’secret, hasta dar el salto a la pasarela oficial de la mano de Ángel Schlesser, en febrero de 2015. Pero ella, descarada y tenaz, llevaba tiempo con los ojos puestos en el extranjero. “He vivido en muchos países, así que no me cuesta desplazarme. Me mudé a Londres [allí la representa la agencia IMG] y después a Los Ángeles, aunque donde más he disfrutado ha sido en Sudáfrica, trabajando sin parar los últimos dos meses. Soy consciente de que es una profesión que te obliga a perderte muchos momentos importantes en la vida, pero lo asumo y puedo decir que me compensa con creces”, zanja.

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Vestido de lentejuelas de Nina Ricci, pendientes de cristales de Asos, zapatos de raso de Gianvitto Rossi.

La modelo agradece incluso algunos de los factores que tantas otras tildan de inconvenientes: “Disfruto enormemente de la soledad. Mi casa siempre ha estado llena de gente y ahora, cuando salgo y paso unos meses sola, lo agradezco. Creo que es cuando uno aprende a lidiar con sus fantasmas y a crecer como persona”. Y, aunque los rastros que deja en sus redes sociales son escrutados con precisión matemática por la prensa del corazón, promete que ha aprendido a mantener la distancia de lo que comparte. “No tengo cuentas de Twitter o Facebook, y uso Instagram por una cuestión de trabajo, de un modo que pueda controlar. Pero jamás compartiría momentos de intimidad: en redes sociales tengo muy medido lo que cuento, lo que tengo, es con mi gente y ya”, exclama, desorbitando su acento sevillano.

Pensar a largo plazo puede ser duro en una profesión como la suya, en la que cumplir los 30 implica reinventarse en otros cometidos o caer en el olvido. Y sin embargo, nada en la personalidad de Rocío Crusset augura una pizca de indecisión: “No soy tonta: sé que mis circunstancias me han dado más opciones y cobertura. Pero podría haber quedado en un boom temporal y he sabido mantenerme. Tengo la intención de ser profesional y trabajarme el futuro a golpe de esfuerzo”. Por ello, a un semestre de licenciarse, ya planea fundar y dirigir su propia empresa o aliarse con alguien mejor que ella en los asuntos que correspondan. “Me gustaría asociarme con gente que me resulte interesante, pero trabajando siempre en varios proyectos a la vez”, asegura. “Soy demasiado activa: lo peor que puede ocurrirme es el aburrimiento”.

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Top y falda de piel metalizada de Mango, body de algodón elástico de Wolford.

Maquillaje y peluquería: Carmen de Juan (Ana Prado) para Chanel y Kérastase. Producción: Ana Galán Lubascher. Asistente de fotografía: Fernando Hernández Huete. Técnico digital: Juan Martínez Fondon. Asistente de producción: Ana Mayoral Grande. Asistente de estilismo: Paula García Linares.