En el angosto edifcio de cinco pisos de Chelsea que acoge el Norwood Club, se apila una cantidad insólita de pesos pesados de la industria para presenciar la primera colección de una frma de moda que lleva el nombre de una mujer asturiana. Prabal Gurung, Wes Anderson, Domenico De Sole o Josep Font asistieron, el pasado septiembre, a un debut, el de Monse, que se convirtió en la revelación de la semana de la moda de Nueva York. Una revisión elegante, fresca y original de algo tan manido como una camisa, en la que las botonaduras se torsionan para rodear el cuerpo y el algodón cede paso a la seda y al tafetán. Parte de la expectación se explica porque, antes siquiera de ese primer desfle, la etiqueta ya hubiera sido lucida por mujeres como Sarah Jessica Parker o Amal Clooney. Pero no solamente. Hay que saber que tras Monse está una pareja, Fernando García y Laura Kim (de 28 y 32 años, respectivamente), formada junto a Óscar de la Renta. Un dato crucial para entender el interés y la madurez del proyecto.

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¿QUIÉN DIJO CAMISA? “En las primeras temporadas vamos a reinterpretar la blusa. Es una prenda que todo el mundo tiene y quiere ver renovada”, aseguran los diseñadores de Monse. Fernando García (abajo) y Laura Kim (en la otra página, abajo) durante los preparativos de su debut, el pasado septiembre en la Semana de la Moda de Nueva York.

Dos días después del desfle, en un pequeño estudio de la calle Varick, las coloridas prendas descansan en un perchero atestado que recibe a los compradores. Mientras Kim atiende una de esas citas, García destaca la importancia que los años en De la Renta –seis para él, 12 para ella– han tenido en el exitoso arranque de la línea: “Además de la experiencia en el negocio, con Óscar conocimos a compradores, estilistas y editores de moda que nos han apoyado. Así es cómo hemos podido vestir a Sarah Jessica Parker o Amal Clooney. El perfil de los invitados a nuestro primer desifle permitirá que los editores que no nos conocían entiendan que contamos con el respaldo de la comunidad y que sabemos dónde nos metemos. Además, es una muestra de camaradería y amor. Nos importaba que estuviesen presentes personas influyentes de la industria, que podrían convertirse en un apoyo financiero en un futuro, pero también que todos los que no nos conociesen supiesen que hay gente importante que cree en nosotros”. Añade Kim al vuelo, mientras toma un vestido para probárselo a la modelo del estudio: “Es muy importante adecuar la producción y entregar a tiempo. Y los compradores saben que tenemos la formación y los proveedores para lograrlo”.

Fue en julio de 2014 cuando la pareja comunicó al propio Óscar de la Renta su intención de independizarse. “Fuimos ambos a su despacho al acabar con los bordados para el desfile de primavera y, al cerrar la puerta, Laura se puso a llorar. Era como abandonar a la familia”, recuerda García. “Para mí era un divorcio”, tercia Kim. “Pero en buenos términos”, añade él. “Amamos tanto a esa familia que, durante gran parte del año que transcurrió hasta que nos fuimos, nuestra principal preocupación era cómo mantener las buenas relaciones e irnos sin dañar a nadie. El resto del tiempo lo dedicamos a soñar, a pensar en quién éramos como diseñadores, que queríamos hacer y qué no”. La salud del creador, fallecido en octubre de ese año, fue uno de los factores que influyó en que su salida se pospusiera hasta que Peter Copping debutara en la frma, en febrero de 2015. “Cuando le dimos la noticia, Óscar dijo que prefería que trabajásemos en nuestra propia marca a que lo hiciésemos para uno de sus rivales”, explica Fernando entre risas. “Además, porque nos apreciaba personal y laboralmente, le preocupaba que acabáramos por tirarnos los trastos a la cabeza”. Para entender sus cautelas, acaso conviene aclarar aquí que Kim y García forman pareja profesional y también sentimental.

En todo caso, el ejercicio de reflexión sobre la identidad de la nueva firma que estaban gestando partía de un análisis del mercado en que los diseñadores distinguen entre “marcas ultrafemeninas como Giambattista Valli o Erdem” y otras “urbanas, cool y sexy como The Row o Proenza Schouler”. “Nosotros nos situamos en medio”, explican. “Queremos mezclar la feminidad y los tejidos lujosos de las primeras con la relajación y la actitud sexy de las segundas. Imaginamos una chica de aspecto femenino sin parecer una princesa”. Su estrategia es convertir la camisa en la protagonista de sus primeras colecciones. Quieren atraer al consumidor con el señuelo de una prenda fácil, “cercana y que todo el mundo necesita”, para después sorprenderle con los detalles, la construcción o el uso.

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Fernando García y Laura Kim.

Laura, asegura García, fue quien sugirió utilizar el nombre de la madre de él para bautizar a su criatura. “Cuando se lo dijimos se puso súper nerviosa y no entendía la razón”, recuerda García. “Y no es por ella, porque la marca no la representa personalmente. Pero no queríamos usar nuestros nombres, que son de lo más común. Fernando y Laura no tienen nada interesante o impactante. Por eso Laura sugirió Monse: para el mercado estadounidense (y para el resto del mundo, menos para España) es un nombre atractivo, corto y exótico. A mí no me resultaba tan especial y me extrañaba que para ella fuera interesante”. Fernando García es hijo de una ovetense –la Monse original, que escribe su nombre sin t– y un gijonés, pero nació en República Dominicana. La familia sigue pasando en Asturias todo el mes de agosto, aunque él les acompaña poco desde que en 2009 se instalara en Nueva York, recién licenciado en Arquitectura, para probar suerte en la moda de la mano de De la Renta, al que llegó gracias a un amigo de la familia. “España es mi infancia”, afrma. “Adoro Asturias y mi Norte, el frío, las montañas, mis pinos, la serenidad, y la comida y el mar…”.

Fernando y Laura se conocieron hace seis años en el estudio de De la Renta. “La primera vez que estuve con él charlamos durante media hora y pasó 15 minutos hablándome de Laura y de cómo de bien iba a trabajar con ella”, recuerda García. “Viese lo que viese en mí, más que el talento apreció mi capacidad de trabajar con el grupo de gente que tenía. Óscar decía a menudo: ‘Mientras podamos comer juntos todo los días, podremos trabajar juntos’. Eso era muy importante para él. Porque la compañía era una extensión de su propia familia”. Cuando García llegó a Nueva York conocía poco del ofcio. Aprendió de De la Renta, por supuesto, pero también de Kim y del resto del equipo. “Fueron muy pacientes conmigo, que no sabía nada de moda. Sé bosquejar desde que era pequeño, pero Óscar respondía con más interés a un drapeado o a cómo manipulaba una tela, cosas más táctiles. Así que tuve que aprender a coser un poco, a crear volúmenes…”, recuerda.

“Dejar a Óscar de la Renta fue como un divorcio. Amamos tanto esa familia que nuestra principal preocupación era no dañar a nadie”

Los padres de ambos han servido de apoyo financiero para el lanzamiento de Monse, aunque destacan que la clave para conseguir inversores fue crear un plan de negocio “serio” a tres años. En estos momentos, emplean a cinco personas y muchos de sus antiguos colaboradores o colegas han ayudado desinteresadamente. El pistoletazo de salida se dio en septiembre, con excelente acogida de crítica, aunque será este enero cuando las primeras prendas lleguen a las tiendas. Una prueba de fuego que preferen pasar en pocas y seleccionadas plazas. “Queremos crecer con calma. Sería económicamente más inteligente tener el producto en menos tiendas. Debes ser cuidadoso, es fácil que esto te estalle en las manos y te quedes sin dinero”, explican.

La experiencia previa no solo se nota en un discurso trufado de referencias a la producción y las entregas o en las excelentes relaciones con las estilistas de las estrellas. Kim llegó a De la Renta en 2003, a través de su hijo Moisés que entonces soñaba con crear su propia marca. Ella se convirtió en una de las piezas fundamentales del estudio y dinamizó la oferta de ropa diurna de la casa, en especial, la de las blusas (¡sorpresa!) que se convirtieron en un pilar comercial para la frma. Credenciales que avalarían ser considerada para suceder al diseñador y ocupar ese puesto para el que se testó a John Galliano y que finalmente recayó en el británico Peter Copping, procedente de Nina Ricci. “En cierto momento, existió esa posibilidad”, admite García. “Óscar lo comentó y Alex [L. Bolen, director ejecutivo de la compañía] también. Pero queríamos ver quiénes éramos fuera de la casa. Si Laura hubiese ocupado ese cargo, no hubiera sido por menos de cinco u ocho años. Después de eso, eres una persona muy experimentada, pero con menos energía. Por supuesto, también nos excitaba la posibilidad de trabajar con Peter Copping, pero no era el momento. Teníamos que irnos para conocernos a nosotros mismos, como diseñadores y como personas. Era ahora o nunca, había que desplegar las alas”. Una vez desplegadas, ¿les gustaría volver a trabajar para otra firma que no fuera la suya? “Nunca cerraría esa puerta”, admite Fernando sin titubear. “Siempre es interesante reinterpretar el legado de una marca. Lo que Peter está haciendo es fantástico y también me encanta el trabajo de Josep Font en Delpozo”.

Al salir del estudio de la calle Varick, la aventura de Monse deja el regusto de algo importante. En esta ciudad, de irrefrenable tendencia a la exaltación desmedida, se ha aupado a la fama instantánea a firmas que carecen de sólidos fundamentos de moda. Monse no es una de ellas. La efectiva mezcla de elegancia y modernidad que destilan sus diseños les permite soñar con renovar, de forma profunda y auténtica, los códigos de la moda estadounidense.