La escena tiene lugar en una sala insonorizada. Está en el Centro Pompidou de París. Pepa Salazar (Valencia, 1990) se ha quedado dormida y despierta en una cuarto forrado por capas y capas de fieltro y con el único mobiliario de un enorme piano de cola. Pero no es una pesadilla: estamos ante uno de los sueños recurrentes más recientes de la creadora levantina. Describe la instalación Pliegue, urdida en 1985 por el artista Joseph Beuys para la galería londinense Anthony D’Offay de Londres, de donde viajó al museo parisino un año después de su muerte. Asegura, Pepa, que en el limbo onírico y en algunas de las cosas que más desprecia ha llegado a encontrar algunas de las mejores inspiraciones que la han llevado a crear seis colecciones con carácter personalísimo en el paisaje de la moda española. "Me he imaginado viajando por salones vestidos por las pinturas de Yayoi Kusama, por las paredes de la Tate Modern de Londres e incluso por el pop art, que tan poco me había interesado hasta ahora". No es de extrañar que esta vez, las cuentas tampoco encajen: engurruñada en un sofá del Club Matador –que hoy muta de foro para caballeros de alta alcurnia en convite de modernos residentes en Madrid–, recibe al periodista enlazando cordones en los ojetes de metal que forman el escote de un corsé de piel camel. ¿Qué hace una chica como ella en un sitio como este? Al parecer, la recién estrenada directora de Ifema, Charo Izquierdo, consiguió que tan exclusivo recinto sea estos días digno aposento de algunas de las propuestas Off de la ciudad. Palomo Spain, el fenómeno que estallado todos los cálculos de prensa y expansión posibles para cualquier nueva firma masculina, hará lo propio un día después con un fiestón sin medida.

Nacida en la década de las Spice Girls, el reventón hiphopero y el minimal de Calvin Klein, a Salazar le afectó más el bakalao de la ruta levantina que el pop más edulcorado. Aunque llegó tarde al fenómeno, sus propuestas han jugado a la desafección con el uniforme de discotecas como Puzzle, Barraca o Radikal –esta ya en Alcalá de Henares, barriendo para Castilla– combinadas con el futurismo de prendas que resisten al agua y que flirtean con la innovación tecnológica. Esta vez, sin embargo, símbolos de su estética como el patronaje amplio y los tejidos innovadores han jugado a echarle un pulso a un concepto tan necesario en moda, como es lo nuevo, partiendo de lo antiguo o residual para llegar a él. El cómo, lo define la propia interesada como una traducción de la ahora celebérrima cocina de aprovechamiento. "Quería conseguir que objetos o tejidos considerados residuales cobraran una nueva vida, cambiaran su significado. Para ello hemos tomado muestrario de pieles como el cordero o la cabra sobrantes en algunos de los proveedores, uniéndolos como retales dispares en prendas heterogéneas y únicas", concede. Tal y como anda de saturado el patio de las tendencias, un tributo patrio al velado Martin Margiela demasiado se había hecho esperar.

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A ritmo de rugiente electrónica, una caterva de chicas atraviesan los pasillos de este espléndido edificio a orillas de la Castellana ataviadas con gabardinas, corsés, pantalones y camisas bajo la idea romántica de unir pasado y futuro. Con ello algunos de sus vestidos, retorcidos e irreverentes, dejan desnuda la espalda pero mantienen feroz una áspera virilidad que invoca a tribus urbanas de extrarradio. Otras piezas juegan con la ironía de plasmar un logo con la temporada que atañe, AW17, en camisetas que uno debería amortizar más de un puñado de meses. ¿Pero cómo pretende vender Salazar este embrollo multitemporal al mundo? "Con la ilusión de siempre", sonríe. "Digamos que el tipo de mujer que me ha comprado prendas no tienemiedo, sigue bastante los movimientos de firmas y tendencias y no necesitan reafirmarse en quiénes son, pero lo que hago les ayuda a identificarse un poco más a sí mismas. Lo más importante ahora es poder vivir de mi trabajo, y eso significa ventas. Lo que me interesa es acudir a ferias textiles, aumentar mi presencia en prensa internacional y amplificar los puntos de venta. Esto es un trabajo casi más complejo que el de diseñar".