Érase una vez una bella actriz. Tan bella, tan bella, que más que un set de rodaje necesitaba un palacio donde despachar su encanto y su elegancia. Y érase también la vez de un apasionado costurero empeñado en conseguir elevar el porte de la intérprete a la categoría de icono. Ambos bordaron sus papeles. Por un lado ella: Grace Kelly, la llama incombustible de estilo clásico y eterno. Por el otro él: Oleg Cassini, el diseñador en la sombra que concibió las refinadas creaciones que la hicieron deslumbrar. Para añadir carga a la historia, entre ambos además, se vivió un historia de amor.

Oleg Cassini llegó a Estados Unidos tras haber vivido en Italia. Su padre, ruso, era un diplomático emigrante arruinado; y su madre, italiana, una ducha costurera hija de una saga de aristócratas. Oleg aprendió el oficio de su madre, pero siempre con un claro objetivo: embellecer a las mujeres y ofrecer su cara más bonita. Sus vestidos se alzaron como la quintaesencia del buen gusto norteamericano y contaron con potentes valedoras, desde la Primera Dama de los salones de la Casa Blanca (Jacqueline Kennedy) hasta estrellas del rutilante firmamento hollywoodiense. Siempre con una sencilla máxima laboral, Oleg sentó las bases de su estética respondiendo a un esquema tajante: "Utilizar materiales suntuoso cortados con líneas simples. Es lo que yo llamo elegancia intemporal". Y a ello se puso. Claro que también tenía un as en la manga. Oleg Cassini era un enamorado de las mujeres: las escuchaba, les atendía, y ellas le devolvían el favor vistiéndose de él en infinitas ocasiones públicas. "Era un auténtico playboy al estilo Hollywood" –sentenciaba Diane Von Fürstenberg, diseñadora y amiga del costurero.

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Grace Kelly y Oleg Cassini durante el tiempo en que fueron pareja. © Getty Images

Oleg Cassini amaba a las mujeres. Si algo no quería era desvirtualizar el cuerpo femenino. "No quiero que todas las mujeres parezcan chiquillos" –declaraba el diseñador al New York Post en 1961. Las amó dentro y fuera de sus talleres. Y llegaron las conquistas. Sus dos primeros matrimonios –con Marry Hahrney, heredera de un magnate del sirope y con la actriz Gene Tierney– resultaron fallidos, y como desquite Cassini mutó en la figura de Casanova. Ricas herederas, debutantes, showgirls, etc, se colgaban de su brazo para salir a cenar. Pero las conquistas fueron ganando en notoriedad: Betty Grable, Lana Turner, Úrsula Andress... hasta que llegó ella: Grace Kelly.

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Grace Kelly y Cary Grant en una imagen promocional de Atrapa a un ladrón. © Getty Images

En aquel momento, Grace andaba viéndose con Jean-Pierre Aumont, pero Oleg quedó hechizado tras verla en Mogambo. El costurero urdió un astuto plan: mandarle a casa durante diez días montones de rosas rojas. Los ramos llegaban sin firmar, salvo por una tarjeta: "el jardinero amigable". Cuenta la leyenda que pasados los diez días, Oleg se descubrió y encantada, la actriz aceptó una cita. El primer encuentro no terminó de cuajar. En cambio en el segundo –también el marco ayudaba: la Riviera francesa– Oleg le declaró su amor. Grace estaba en pleno rodaje de Atrapa a un ladrón y tras una cena tête à tête se prometieron en secreto. La oposición de los padres de ella a la unión no era tan secreta, más bien de lo más notoria. Para el padre de Grace –un rico wasp norteamericano– aquel chico no era más que un vulgar extranjero. Para la madre, su pasado de amoríos con dos matrimonios fallidos no era garantía de éxito. En un tira y afloja entre familia y amor, la cuerda de Grace terminó por caer en el lado familiar, y Oleg la dio por desaparecida hasta que le llamó para contarle que estaba prometida con el príncipe Raniero.

La otra historia, la de Grace entrando en la palacio de Mónaco es más conocida, y han corrido ríos de tinta magnificando la leyenda de una actriz convertida en princesa. Oleg volvió a la costura, y tampoco le fue mal; suyo es el mérito de haber construido la imagen impecable de Jacqueline Kennedy. Él fue su costurero personal durante el mandato de su marido en la Casa Blanca. Edith Head, la todopoderosa diseñadora de vestuario en la época dorada de Hollywood siempre sintió amistad y respeto hacia él. Edith firmó los vestidos de Grace en Atrapa a un ladrón, pero jamás sintió envidia ni celos de su compañero al ver a la actriz vestida con sus creaciones fuera de la gran pantalla. Hasta se inspiró en el estilo de Cassini para presentar el bocetos de la película. De Oleg era el vestido verde con el que Grace Kelly recogió el Oscar.

Tras Grace, Jackie. Ésta sí fue solo una relación personal de trabajo y amistad. Suzy Menkes declaró al New York Times: "Oleg, eres y serás para la historia de la moda, el diseñador que forjó el indeleble estilo de la Primera Dama. Debes estar orgulloso de tu logro, pues eres el diseñador que inauguró su imagen". Al hilo de su trabajo para Jackie Kennedy, el prestigioso periodista Hamish Bowl afirmó mientras organizaba la exposición del Met de 2001 Jacqueline Kennedey: The White House Years que sus vestidos siempre tuvieron un estilo años 50, que revelaban el cuerpo y mostraban un encantador impacto sexual. La moda avanzó y la juventud pedía paso. Oleg Cassini se retiró a un discreto segundo plano desde donde trabajó en la creación de vestidos de novia. Formando parte, según él, del día más importante para toda mujer. Porque como resume su biografía, ir bien vestida es un poco como estar enamorada. Pero eso ya son otras historias.