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La moda francesa llega al Museo de Bellas Artes de Bilbao

La muestra 'Los años 50. La moda en Francia: 1947-1957' disecciona el decenio clave del oficio. Su comisario, Olivier Saillard, nos guía por sus momentos álgidos.

Por Mario Ximénez
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El 12 de febrero de 1957, Christian Dior presentaba en la avenida Montaigne su primera colección de alta costura, bautizada por la entonces directora de Harper’s Bazaar, Carmel Snow, como The New Look y germen de una era que, con el paso del tiempo, se dibuja dorada para el oficio más artesano de la industria. Como si llevara en su mente cada uno de los patrones que for- maron aquellos trajes de silueta ceñida, faldas de vuelo dramático y hombros estrechos, el comisario Olivier Saillard (Pontarlier, francia, 1967), recorre los más de 100 objetos pertenecientes a esta época que ahora llegan al Museo de bellas Artes de Bilbao procedentes del parisino Palais Galliera, del que es director. “Casar algunos de estos vestidos con obras de arte de Zurbarán o Murillo fue decisivo para apostar por el proyecto”, reconoce. “El diálogo que se ha establecido entre prendas y pinturas hace que, mal que me pese, la muestra resulte incluso más bonita que en París”, continúa. Sobre el protagonista real de la muestra, “Balenciaga abriría el camino para Christian Dior, Jacques Fath o Pierre Balmain y su influencia rebasaría los límites de la moda, dejando una huella social imborrable”. Los bordados preciosistas de Balmain o los pomposos trajes de cóctel diseñados por Saint Laurent al suceder a dior acompañan una concepción de la mujer trabajadora cuyo marido le permitía ser elegante“siempre que tuviera la cena hecha cuando llegase a casa”. Hoy, estos vestidos se antojan incluso oníricos para un tiempo en el que, según zanja el comisario, “la costura lleva años muerta. ¿O hay quien la siga necesitando?”, zanja.

La principal novedad entre la muestra exhibida en París hace un año y lo que hoy vemos en Bilbao es el diálogo que ahora se ha establecido entre prendas y obras de arte. ¿Cómo surgió la idea de aunar ambas disciplinas?
La palabra para definir lo que ha surgido entre algunos vestidos sería, sin duda, sorpresa. He de agradecerle a Miren Arzalluz, comisaria asociada de la exposición, ya que es culpable en gran parte de que todo esto haya salido tan bien. He de reconocer que el resultado ha quedado más bonito aquí que en el propio Galliera. Además, ¡allí tenemos muchos vestidos pero ni un solo Zurbarán!
¿Surgió algún conflicto o alguna simbiosis que mereciera ser modificada?
Ni una sola. Todo ha resultado bastante espontáneo, como si estos vestidos hubieran estado aquí desde hace muchos más años o incluso hubieran salido de algunas de las pinturas.
Veo algunas parejas curiosas y muy bien avenidas, como los diseños historicistas de Pierre Balmain y Dior con pinturas de Murillo.
Y de hecho, algunos han contribuido a darle una nueva visión a los cuadros. Por ejemplo, de las prendas que salen en los propios cuadros.
¿Por qué hubo en esta época mayor proliferación de diseñadores masculinos que de mujeres?
Durante los años cincuenta, muchos hombres como Dior, Fath, Balenciaga o Dessès se atrevieron con la costura y fueron altamente exitosos. Es curioso porque una década antes eran las mujeres las que se habían hecho sus nombres sólidos en el oficio. Chanel, Lanvin, Schiaparelli… Este cambió creó un modo de ver la costura radicalmente distinto, más fantiososo y lúdico. Es muy fácil discernir entre un vestido diseñado por un hombre o una mujer. Los vestidos pensados por ellas son livianos, discretos y cómodos. Los que ha urdido una mente masculina son fantiosos, arquitectónicos, delicados, a veces aprisionando el cuerpo. Los cincuenta son la última gran década chic, pero también el fin de la costura imposible para la mujer real.
¿Quién o qué marca el comienzo de esta era dorada?
Sin duda alguna, Cristóbal Balenciaga. Llegó a París hacia el final de los años 30 y en sus creaciones de la siguiente década puedes ver el comienzo de la costura de los años cincuenta en su máximo esplendor. Christian Dior siempre reconoció como el maestro de muchos otros, Coco Chanel decía que era el único couturier de nosotros. Su influencia no se reduce a la moda, también ha dejado una huella social imborrable.
¿Cómo describiría a la mujer de esta década?
No lo tenían exactamente fácil. Durante los cuarenta, tras la II Guerra Mundial, las mujeres se emanciparon y tuvieron más libertad, pero lo veo más como una concesión por parte de sus maridos que como una evolución real. Una falsa liberación que les decía: "puedes ser elegante, pero no olvides tener la cena a la hora que te pido". Los sesenta sí traerían ese cambio necesario.
¿Cuál es el futuro de la costura?
La costura está muerta desde hace muchos años. En Francia nos gusta fantasear y creer que no es así, pero no somos estúpidos: nadie necesita a la costura para ir a un evento, por exclusivo que sea. Puedes ser muy importante o incluso millonario, e ir a una reunión en zapatillas de deporte y vaqueros; a nadie le parecerá mal. En los desfiles ves a los asistentes llevando cosas mucho más cómodas que lo que ves minutos después en la pasarela. Si Chanel o Christian Dior decidieran dejar de desfilar en París, el concepto sólido de la costura se desvanecería por completo.
Quizá también influya el factor tiempo, hoy nadie pretende esperar meses por algo si sabe que le verá algo similar a una amiga semanas antes.
Exacto, el valor del detalle y la precisión han ido en detrimento de la rapidez. Para mi, la alta costura podría ser alta creación en otros ejemplos actuales que hoy sí tienen una salida real. Comme Des Garçons, sin ir más lejos, hace algo que incluye la esencia de la costura y a la vez sobrevive gracias a una producción más cercana al prêt-à-porter.
Este debate me lleva a las afirmaciones que la analista Li Edelskoort realizaba recientemente en su 'Anti-fashion' sobre el fin de la moda como sistema.
Entiendo bien lo que dice, pero no estoy plenamente de acuerdo en su concepción de ese futuro. Por ejemplo, ella se opone enérgicamente a las cadenas textiles de moda rápida. Pero en la época de la exposición ocurría exactamente lo mismo, de hecho desde la I Guerra Mundial se producen en el mundo muchas más prendas de las que podremos ponernos. No necesitamos tanto. En París, hay diseñadores como Bouchra Jarrar, capaces de hacer algo cercano al lujo, y crecer lentamente para convertirse en alguien en ese sentido. Incluso aunque no tenga el estatus legal de alta costura.
Se palpa también, en casos como el de Galliano para Margiela, que la teatralidad o el dramatismo a la hora de diseñar se han quedado algo obsoletos.
Porque todo se ha reducido a lo esencial, y los grandes nombres ya no son necesarios para vestir bien. Siempre que veo a mis asistentes llegar al museo por la mañana, les pregunto por sus vestidos porque me parecen preciosos. ¿Sabes de dónde suelen ser? De COS. Lo que no entiendo es por qué los diseñadores hoy no quieren trabajar para grupos para H&M o Inditex y sí consideran interesante hacer prácticas en Christian Dior. La moda como sistema hoy procede más de los primeros, mal que nos pese.
¿Es hoy mejor para un joven diseñador abrir su propio taller o comenzar en una empresa sólida?
Siempre empezar en una firma grande, es el modo óptimo de conocer cómo funciona una compañía y aprender qué hace uno mejor. Después plantearse el paso de crear algo propio.
¿Podemos estar ante una abuso de la resurrección de nombres para continuar con la vida de algunas casas de moda?
Sin duda. Hace poco escuché la noticia de que una firma con muchos años de vida volvía a la vida fichando a un joven diseñador, y no pude evitar sentirme extraño. En algunos casos se canibaliza un gran nombre para evitar el fin de su ciclo, y sería más natural dejar morir aquello que ya no tiene sentido tal y como es hoy. Los cargos directivos de los grupos de lujo deberían saber que tiene más sentido apoyar el talento de alguien joven y con futuro que relanzar marcas ya extintas.

Regreso al presente

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“El vestido Soirée de New York [a la izquierda] podría haber sido diseñado por Raf Simons [Neerpelt, Bélgica, 1968] este mismo año. Representa un aspecto que no mucha gente defiende de monsieur Dior, menos dramático y teatral y algo más oscuro. Por eso me encanta”.

El desafío de Madame Grès

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Entre las piezas de mayoritaria autoría varonil que se enfrentan a obras de Murillo, El Greco o Zuloaga se cuelan las creaciones de la francesa Madame Grès (1903-1993). “En los años cincuenta, la costura estaba dominada por hombres, pero ella demostró una tenacidad ejemplar. Empezó en 1933 con el sobrenombre de Alix, abrió su casa de moda en los cuarenta y trabajó hasta 1984. Sus vestidos y trajes de chaqueta son el mejor legado de un estilo sutil y atemporal frente a la fantasía de sus coetáneos masculinos”.

La vigencia de Dior

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La armonía al enfrentar el vestido Soirée de New York al retrato de Doña Juana de Austria, de Alonso Sánchez Coello (1588), ha sido una de las mayores sorpresas para Miren Arzalluz, comisaria asociada.

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La visión de Saint Laurent

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De las más de 100 piezas reunidas, el primer vestido de noche que Yves Saint Laurent (1936-2008) diseñó para la casa Dior en 1957, con solo 22 años, es uno de los más alabados por el comisario. Bautizado con el nombre de Aurore y elaborado en falla de seda, perteneció a la actriz Geneviève Page y representa, según Saillard, “un momento crucial para el inicio del prêt-à-porter”.

La fantasía de Balmain

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El vestido Première Soirèe fue diseñado en 1955 por Christian Dior (1905-1957) y se sitúa frente a la Asunción de Juan Carreño de Miranda, pintada tres siglos antes. “Es, junto al modelo de Pierre Balmain que lo acompaña, una de las piezas más significativas de los cincuenta: la silueta encorsetada, la delicadeza de los bordados, los colores pastel... Muchos creadores, casi todos hombres, comenzaban a inspirarse en el siglo XVIII y a recurrir a la fantasía”.

Un papel complicado

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No lo tenían exactamente fácil. Durante los cuarenta, tras la II Guerra Mundial, las mujeres se emanciparon y tuvieron más libertad, pero lo veo más como una concesión por parte de sus maridos que como una evolución real. Una falsa liberación que les decía: "puedes ser elegante, pero no olvides tener la cena a la hora que te pido". Los sesenta sí traerían ese cambio necesario.

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Trampantojo de día

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"La chaqueta de Madame Grès (a la izquierda) es un ejemplo sublime de la costura para cada día. Pocos se atrevieron a jugar con el trampantojo con resultados tan exitosos en ese momento".

Diálogo inesperado

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"Es curioso porque una década antes eran las mujeres las que se habían hecho sus nombres sólidos en el oficio. Chanel, Lanvin, Schiaparelli… Este cambió creó un modo de ver la costura radicalmente distinto, más fantiososo y lúdico. Es muy fácil discernir entre un vestido diseñado por un hombre o una mujer. Los vestidos pensados por ellas son livianos, discretos y cómodos. Los que ha urdido una mente masculina son fantasiosos, arquitectónicos, delicados, a veces aprisionando el cuerpo. Los cincuenta son la última gran década chic, pero también el fin de la costura imposible para la mujer real.

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