El nuevo cinturón de castidad son las bragas de Hello Kitty. Quedas con una chica, una chica mujer, hecha y derecha. No estoy hablando de una postadolescente. Me refiero a una mujer adulta. Independiente. Autosuficiente. Que toma sus propias decisiones. No te esperas ningún rasgo infantiloide en alguien así. Y menos en sus prendas íntimas. El shock te sobreviene cuando descubres que lleva ropa interior con motivos de dibujos animados. Nada de encajes, nada de raso, ni transparencias, el color negro brilla por su ausencia. Incluso un sujetador de color rosa (el horror) habría resultado menos alarmante que una lencería que homenajea a Snoopy o Piolín. ¿Caso aislado? En su web Reflexiones de Repronto, Raúl Minchinela se hacía eco de una encuesta entre mujeres españolas entre 36 y 45 años acerca de sus preferencias para ropa íntima. Precisamente los estampados de Piolín triunfaban en ese estudio. ¿La razón? Ese segmento de féminas decía sentirse “más juvenil” llevando un canario de ojos saltones en sus bragas.
Que las bragas estén decoradas con motivos de Goofy, Mickey Mouse o Dora la Exploradora es enfermizo. Bueno, nunca he visto lencería de Dora Exploradora con mis propios ojos, pero seguro que existe. Supongo que la mayoría de los hombres estamos de acuerdo en que es una tendecia terrible, así que volvamos a las razones. Digamos que lo de “sentirse joven” no es muy convincente, porque una chica de 40 con un camisón de “Los Osos Amorosos” sigue siendo una chica de 40. Con mal gusto, pero no más juvenil. Busquemos causas fuera de ese estudio y vayamos a ejemplos tomados de la realidad cotidiana. Algunas chicas me dicen que es cosa de sus madres, que se niegan a que sus hijas dejen de ser las niñitas que amamantaron. Si ya teníamos difícil superar el complejo de Peter Pan, encima están las madres perpetuando nuestra infancia. Y comprándonos todavía los paños menores a los 30. Otras comentan que a sus novios y a amantes eso de llevar bragas con una gatita de dibujos animados japoneses les pone. Mi consejo en ese caso es cambiar de novios y amantes. Eso de que la chica con la que te acuestas vaya como una niña de 8 años suena fatal lo mires como lo mires. Pero esta pequeña perversión explica muchas cosas. Y me vuelvo a remitir a lo que decía Raúl Minchinela: con esta ropa interior tan naïf, en realidad se le da envoltorio de virtud a algo relacionado con el vicio, puro contraste entre continente y contenido. Más allá del análisis de andar por casa acerca de este fenómeno, hay una evidencia que he querido dejar clara con mis palabras: unas bragas de Hello Kitty no son atractivas, bajan la libido, no motivan. Es una tendencia a erradicar. Tampoco es que haya que volverse loco con la sofisticación y el glamour de la ropa interior, no hay necesidad de llevar al extremo el fetichismo. Con un sujetador y unas bragas sin dibujitos ni lazos, las mujeres estarán siempre mejor que con un conjunto fucsia del Pequeño Pony.
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