El ya mítico burkini, traje de baño musulmán que cubre brazos, piernas, cabeza y cuello de la mujer, ha irrumpido con polémica en la cadena británica Marks & Spencer. Fabricado en poliéster, el burkini común absorbe poca agua, seca rápido, resiste el cloro y, por norma general, causa desconcierto.

Más si se produce en serie y ocupa el dominio del clásico bikini. El grupo minorista británico Marks & Spencer lanza una línea exclusiva de burkinis que mira por el bien del baño musulmán en Reino Unido –sólo en Londres, la etnia musulmana supera el 10% de la población.

A raíz de la noticia, publicada en primicia por el Daily Mail, la red se cuestiona ahora si la iniciativa del comercio apoya la discriminación que vive la mujer islamita; “el burkini es una vejación”, acepta Twitter. El aval de Marks & Spencer es percibido como extremo.

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La opinión es variopinta. En Francia, el Gobierno no excluye una ley que regule el uso del burkiniburka, yihab…–. El propio Nicolas Sarkozy comentó otrora que la vestimenta en cuestión “no es un signo religioso sino un símbolo de sometimiento de las mujeres”. En Holanda, entretanto, la posición del Gobierno es contraria: “el burkini no islamiza, es higiénico y seguro”. La brecha de pareceres no cura.