Es un vocablo que, a veces, parece obedecer bajo punta de pistola a su función asociada. La belleza como barómetro de corrección del cuerpo humano, como cánon universal al que apuntarse o morir, como antídoto contra la variedad de la mujer. Pero si en algún mercado es la belleza un concepto hastiado y sobreexplotado, es justo en la industria que se dedica a distribuirla en pequeños frascos de arquitectura efímera. Ya sea un frasco de perfume de Issey Miyake, un labial escultural de Louboutin o el busto de un agua de colonia cortesía de Gaultier, la belleza parece predestinada a la mercadotecnia y a un imaginario muy claro que rara vez rehusa lo convencional. Por eso, la absurdez que tantas veces abraza a esta palabra se ha dado de bruces con su peor enemiga en este 2017: la señora Rei Kawakubo. Esta virtuosa del diseño (Tokio, 1942) será el sujeto de la exposición Rei Kawakubo / Comme Des Garçons: Art of The In- Between, protagonizando la cita anual de moda que ofrece el Museo Metropolitano de Nueva York. Aupada por una descomunal gala inaugural que cada año ofrece estilismos dignos de suspiro junto a un puñado de otros, efecto del juego de malabares de relaciones públicas ansiosos que rodea al evento, la muestra ya parece haber desquiciado a los séquitos de estilistas que suelen disfrazar de brillo glamurizante la escalinata del museo neoyorquino.

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Desfile de primavera-verano de 2017. © Getty Images

Como es de esperar, la exposición cuenta ya con una de las maquinarias mediáticas más potentes que se le pueda asociar a un evento relacionado con el arte: meses atrás, se anuncia la temática de esta y arranca el goteo de aliados en su organización. Normalmente, el comisario Andrew Bolton se rodea de un comité de expertos seleccionados amén del eje argumental. A la sazón, Jonathan Ive completó el año pasado la muestra Manus x Machina sobre el nexo entre artesanía y tecnología, Oscar de la Renta hizo lo propio con el legado de Charles James en 2014 y Kate Moss lo hizo en 2009 con un recorrido sobre la modelo como musa de creativos. Durante la noche, el goteo de vestidos y peinados hace imposible no toparse con su parafernalia en las redes sociales. Y a posteriori, el interés suscitado por la magia de sus preparativos ha llegado a ser el eje de un documental, como el aclamado First Monday in May donde se desgrana el trabajo de la que tratara la inspiración de China en la moda occidental, allá por 2015. Por eso, que la continua diatriba a la belleza incoada por Kawakubo desde su moda imposible y su exceso onírico aterrice ahora en una función teatral más loca de la cultura pop resulta, como poco, una declaración de intenciones a desgranar.

Del 4 de mayo al 4 de septiembre, la creadora japonesa se convierte en la segunda diseñadora viva en gobernar las paredes del Anna Wintour Costume Institute, cogiendo el testigo de Yves Saint Laurent y el homenaje a sus 15 años de carrera en 1983. La diferencia con su predecesor en el hito es que, precisamente, uno dedicó toda su vida a la belleza y la otra ha jugado a desafiarla. En 2014, tras una entrevista, Kawakubo definió así sus intenciones para/con su desfile de primavera/verano: "Pensé en una manera de empezar por la idea de intentar no crear prendas. Intenté pensar y sentir y mirar como si estuviera algo diferente a ropa", concedía entonces al crítico y comisario de arte Hans Ulrich Obrist. Por ello, es a través del arte la única mirada en la que cabe el discurso lejano a las tendencias o a las eras santorales como enfoque de su presencia en el Met, más allá de que Gisele Bündchen y su marido Tom Brady sean encargados de acompañar a Bolton en la presidencia de la gala.

La señora Kawakubo rara vez ofrece entrevistas. Nunca saluda al término de sus desfiles. Y valga la redundancia, jamás ha hecho acto de presencia en las presentaciones de sus fragancias, producidos por el Grupo Puig. Es más: en 2015, cuando Comme Des Garçons presentó Floriental, inspirada en el aroma de una flor virtual inexistente, fue su amigo y director creativo de la división de perfumes Christian Astuguevieille, el encargado de condensar la esencia de la firma a este periodista. “Comme es una marca que se basa en tres pilares: la libertad, lo inesperado y la osadía. Desconfiamos, por tanto, de la belleza. No nos gusta lo bonito y cuando algo está al límite de serlo, retrocedemos hasta el lugar exacto en el que ha perdido su crudeza", arguía. Por ello, resulta especialmente llamativo que la bandeja mediática en que se sirve la gala del Met haya sido ahora fruto apetecible para la introvertida diseñadora.

En sus 48 años de vida, Comme des Garçons ha incluido en sus notas de prensa conceptos como "prendas invisibles", "una tribu punk aterrizada del siglo XVIII" o "brujas azules" en alegato a las mujeres incomprendidas de la historia. Sea como fuere, es cuanto menos morboso imaginar qué dresscode tomarán prestado con estas premisas las invitadas menos familiarizadas de la gala cuando llegue la hora de pisar la alfombra roja. O cómo el perfeccionismo y la premisa cultural que azota le mente de Kawakubo conviven por una noche con el circo de lujo expuesto en las salas del Metropolitan. Pero lo cierto es que su fama de cohibida y timidísima artista comienza a dar concesiones, ya sea en la deferencia de ofrecer entrevistas o en la apertura de rendirse al mainstream.

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Campaña de primavera-verano de 1988, fotografiada en su origen por André Kertész. © Kertész / Cortesía de CDG

Los hinchas de CDG sabrán que en sus campañas, rara vez la ropa es el papel protagonista. En 1988, una foto de Jim Britt descubierta en la revista por Kawakubo con dos hermanas sonriendo con aparatos dentales acabó en su campaña de otoño-invierno. En 1987, compró una fotografía de André Kertész días después de la muerte de este, donde un grupo de elefantes se arrastraban hastiados en el aeropuerto de John F. Kennedy. Y ese mismo año, para más inri, toma una imagen del mismo autor donde un grupo de niñas observa atento el lapso de salto de cuatri bailarinas. Puede que ninguno de estos lances fuera en su día incomprendido como moda por el gran público, tanto quizás como Rei y su marido y socio, Adrian Joffe, entienden la belleza como anticristo de quienes suelen tenerla en boca. Quizás el 4 de mayo, cuando Sarah Jessica Parker hinque Manolos en el Met enfundada en un vestido asimétrico de volantes oxigenados, ambos mundos se sonrían por una noche para la causa. La belleza de lo efímero nunca fue tan apetecible.