Mi querida amiga Lola dice que todos -especialmente las mujeres- deberíamos leer más las páginas salmón de los diarios, y hacer más caso de los chismorreos económicos, porque así no nos pillarían desprevenidos según qué cosas.

Hago un esfuerzo, te lo prometo, Lola, pero reconozco que a veces me pongo a leer y es como si estuviera escrito en coreano, no entiendo nada. En cambio otras le encuentro la chicha.

Ejemplo: no sé si sabéis que Tinder pertenece a un grupo empresarial estadounidense (IAC y Match Group, que engloba Match.com, Tinder y OkCupid), porque esto de las apps para ligar no es una cosa altruista y buenrollera, es un negocio, y bastante próspero. Bueno, pues leyendo la noticia de que si IAC y Match Group iban a separarse y convertirse en empresas independientes, que si la bolsa tal, que si Tinder había ganado no sé cuantos millones más este año, bla bla, me enteré que la matriz de Tinder mantiene un litigio con la Comisión Nacional de Comercio de EE.UU., que les acusa (en concreto a Match.com) de estafar a los usuarios, enviándoles mensajes románticos a través de bots (phishing) para despertar su interés y que se hicieran suscriptores de pago. Luego todo era mentira, ni había interés ni nadie real detrás del mensaje. Muy bonito, hombre, jugando con los sentimientos de la gente. Malas personas...

Pero esto no es todo, también les acusa de permitir la existencia -con pleno conocimiento de ello- de perfiles falsos de estafadores (calculan que entre el 25 y el 30% de los nuevos usuarios cada día), que utilizan las redes para sacar la pasta a muchos incautos, en lo que se conoce como fraude romántico. Aunque la empresa afirma que tiene recursos para localizar y neutralizar cuentas falsas en 24 horas, la realidad es que estas aplicaciones son un coladero de delincuentes, que sofistican cada vez más las técnicas para engañar y estafar a las víctimas.

¿Qué es el fraude romántico?

Un estafador copia unas fotos de perfiles de Facebook o Instagram de usuarios atractivos y creíbles, crea un perfil falso con ellas (se hace pasar por médico, por militar destinado en el extranjero o por ingeniero, nunca por fontanero, fíjate tú) y va cazando incautas (o incautos). Les dora la píldora y se gana su confianza durante semanas, incluso meses, hasta que consigue que le manden dinero con cualquier excusa: el billete de avión para encontrarse con ella, un familiar enfermo, la reparación de un coche, etc. Y hay mucha gente que cae y les manda pasta. No me preguntéis por qué. Yo lo veo claro. Vosotros lo veis claro. Pero hay gente que no. También puede ser que a mí (que tengo menos fondos que una lata de anchoas) me piden dinero y me estoy partiendo de risa hasta el verano que viene.

Pero en su descargo diré que a una escala mucho, muchísimo más limitada, he tenido algún que otro chupóptero (cariñosamente llamados “comebolsas”) que me ha sangrado en algún momento de mi vida, así que no me las voy a dar de más lista que nadie, porque todos cometemos errores y nos cegamos. Y lo peor de todo es que nos cegamos con el puto amor romántico, que mira que no nos da más que problemas ¿eh?

¿Cómo evitar este tipo de estafas?

Pues parece una obviedad, pero si es tan perfecto que parece falso, si no hay manera de verle ni hablar en persona, si a las primeras de cambio te está contando tragedias nivel peli de sobremesa de Antena 3, y, sobre todo, si te pide pasta, chica, como poco desconfía, pero yo no me creería una palabra.

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