El día de las corbatas, de los pañuelos bordados con iniciales y del frasco de colonia “buena”. De su comida favorita, de los besos y de las felicitaciones.

Considerar este día como festivo siempre me resultó anacrónico, no veía que hubiera nada que celebrar, ni nadie a quien festejar.

Tuve un mal padre. Mi padre fue por encima de todo una muy mala persona, y llamarle “mal padre” se quedaría corto para definirle.

He sentido siempre un poco de “pelusa” cuando he conocido a los buenos padres de mis amigos y amigas. No he tenido un referente, una figura de protección. La mayor inseguridad, el mayor de los peligros, venía de quien tenía por encargo protegerme. Duro, y por desgracia bastante común. Puede que una parte de mis malas elecciones vengan de ahí. Desaprender lo malo cuesta toda una vida.

Hoy es un día para felicitar a los buenos, pero ojalá hubiera algún modo de hacerle notar a los “malos” que

  • si dejas de ver a tu hijo(*) porque no te cuadra con tu gimnasio, tu pádel o tus citas,
  • si dejas de pagar (o racaneas) la parte de los gastos que te corresponde (**),
  • si pones por delante a tu nueva pareja o familia y le apartas,
  • si insultas o calumnias a su madre,
  • si estás para colgarte la medalla cuando triunfa, pero no para apoyarle y ayudarle cuando falla,
  • si no estás porque has elegido no estar

hoy no tienes derecho a celebrar nada, esos galones no te corresponden.

Hoy quiero felicitar a los buenos padres, que me consta que los hay, porque los he conocido, y también quiero felicitar a esas mujeres que son padre y madre a la vez, ya sea por elección propia o porque no les ha quedado otra que tirar para adelante y ser responsable (alguien tiene que serlo o estamos perdidos).

Poco se habla del sesgo de género en estos casos: la sociedad señala a una madre que abandona a sus hijos para empezar de cero (se le afea hasta que de prioridad a su carrera profesional), pero si lo hace el padre aún se entiende como normal. Todos tenemos derecho a empezar una nueva vida, pero algunos se sacuden a los hijos como si de ropa usada se tratara. No estaría de más que a estos empezáramos a señalarles también si de verdad queremos una sociedad más justa.

Felicito a los padres buenos, a los que se preocupan, a los que hacen los mismos malabares que las madres entre el trabajo y la custodia compartida. A los que se parten el lomo para que a sus hijos no les falte de nada. A los que entienden que ser padre es la mayor responsabilidad y el mayor privilegio que existe. Por experiencia sé lo valioso que es tener o no tener un buen ejemplo delante para no tropezar tanto en esta vida.

Vivan los buenos referentes. Hoy sí es vuestro día. Felicidades.

(*) Cuando digo “hijo”, me refiero a hijo, hija o hijos.
(**) Si empobreces a quien sustenta el hogar donde vive tu hijo, le empobreces a él. No es tan difícil de entender.

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