No desvelo ninguna primicia si cuento que durante la pandemia las aplicaciones para ligar (y especialmente, Tinder) han aumentado exponencialmente su número de descargas. Conviene recordar que descargar una aplicación y ser un usuario activo no son lo mismo, pero el Marketing y la Realidad tampoco tampoco lo son...

Pese a que hace más de un lustro que borré mi perfil en Tinder, estoy rodeada de amigas que lo utilizan y me mantienen informada de cómo anda el patio. Un apunte: aquí tampoco hemos aprendido nada. Seguimos cometiendo los mismos errores.

La evolución, en todo caso, ha llegado de la mano de la descripción que algunos ponen en su perfil. Hay quien se lo toma tan en serio como si estuviera buscando curro, como si en vez de Tinder fuera LinkedIn y estuvieran aplicando para un puesto de trabajo en una multinacional.

Me cuenta una amiga que la semana pasada se encontró con un “experto en método Kivin” (con confundir con “Kevin”), que según cuenta Google es una técnica de sexo oral que promete “orgasmos intensos en tres minutos”. Ya estamos, qué manía con despacharnos rapidito, qué coraje me da…

Vamos a dejar a un lado que para orgasmos rápidos ya nos bastamos nosotras solas (y/o contamos con artilugios de demostrada eficacia), y centrémonos en lo de “experto”. ¿Quién certifica lo de experto? ¿Hay un máster? ¿Te ponen estrellas, como a los productos de Amazon? Ya me imagino los comentarios:
(5 estrellas) “Me lo come divinamente. Lo recomiendo.” Teresa, Salamanca.
(2 estrellas) “No es lo que prometía. Una y no más”. Vanessa, Fuenlabrada.

Imagínate el percal. Haces match con un tipo. Una semana (mínimo) de roneo. Encontráis el día y la hora en la que por fin podéis quedar. Os hacéis la PCR y sois negativos ambos. En el cara a cara (o mascarilla a mascarilla) hay química. Y cuando por fin vais a tener sexo su obsesión es que te corras deprisa… Mira, tío, vete a la mierda.

Es más, te diría que más que un experto (porque lo dice él, que conste) en lo que juraría que toda la vida de dios se ha llamado “el molinete”, yo apostaría por uno que lo mismo no afirma saber tanto pero tiene mucho interés en aprender qué es lo que te va a ti. Porque pretender que a todas nos guste lo mismo y de la misma manera, es de ser muy simple… Aquí es donde afirmo que no hemos aprendido nada: seguimos vendiendo lo que no tenemos. Bueno, eso, y los fotopolla, que al parecer siguen sin extinguirse.

Por otro lado, no pasa una semana sin que me llegue algún enlace o alguna nota de prensa donde se “confirme” que la pandemia nos ha vuelto más mimosones y románticos, y esto me cuadra más con las conversaciones que tengo. Echamos más de menos los abrazos que los orgasmos. Porque también han subido las ventas de succionadores/estimuladores del clítoris, pero de momento no han inventado el sustituto del achuchón, de que te estrechen contra su pecho, de hacer el oso en el sofá bajo una manta o de la postura de la cucharita en la cama.

¿Un abrazo o un orgasmo? ¿Qué es más importante -o más necesario- para vosotras?

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