Mira que a mí ya me la refanfinflan muchas cosas, pero estos días me toca bastante en lo profundo el tema de la huelga del 8 de marzo. Me toca nivel cuando el ginecólogo te dice “coja aire y relájese, que voy a ponerle el espéculo para explorarla”. ¿Lo captáis? Pues eso.

(Si eres hombre no sabrás lo que se siente, imagino que será tipo que te inserten algo en el pene para tomar una muestra, igual de jodido. Fin del símil)

Mi hijo me ha preguntado qué es una huelga. Se lo he contado. Luego que por qué la huelga es de las mujeres. También le he explicado el por qué de la fecha, los motivos y que los hombres no solo no estaban excluidos de ella, sino que eran bienvenidos. A continuación me ha preguntado si en mi trabajo existen esos problemas, y le he dicho que sí. Lo que no he sabido decirle (porque no tiene sentido) es por qué quienes tienen poder para remediarlo no lo hacen. Se ha quedado pensando un momento y luego ha dicho “ya lo sé: porque no les importa”. Esa es la lógica aplastante e irrefutable de un niño de 9 años.

Si me toca los higadillos el tema es porque veo y leo muchas voces femeninas cuestionando la huelga, si deben o no secundarla las amas de casa. La mayoría de argumentos esgrimidos han sido los ejemplos de sus perfectas y equilibradísimas relaciones de pareja, en la que las tareas se reparten equitativamente, como si que te muestren que hay por ahí hombres cabales y justos fuera suficiente motivo para renunciar a tu derecho a protestar por la desigualdad o, más aún, a apoyar a todas las mujeres que deciden secundar esa huelga. Nadie cuestiona tu estatus perfecto, querida, se cuestiona el de las que no lo tienen y tienen pocas o nulas posibilidades de cambiarlo, porque vivimos en una sociedad en la que se consiente la desigualdad económica y laboral entre hombres y mujeres, agarrándonos en esquemas tan adocenados como la fortaleza física o hasta la disponibilidad horaria por cuestiones de maternidad. Nadie sabe las presiones a las que se ve sometida una mujer para mantener su trabajo o su familia. Juzgarla por ello es de ser muy ignorante.

He leído por ahí que no puedes escoger a tu jefe, pero sí a tu pareja, y que en vez de hacer huelga un día, por qué no te divorcias. Esto es una verdad a medias, porque puedes marcharte de un trabajo que te incomode y verte metida en una relación abusiva sin que te des ni cuenta, o asumiendo todos los trabajos del hogar, incluido el cuidado de los hijos, porque simplemente tu pareja no concibe otra cosa. Visibilizar la magnitud del problema es importante, porque, como dice la gran Raquel Marcos, la maternidad no es el problema, el problema es estructural y de roles. Y que muchos hombres no actúan ante el hecho de que sigan siendo ellas quienes sacrifiquen su carrera por los hijos comunes. La realidad es que muchos hombres ven el feminismo como algo totalmente ajeno.

Lo que sí que puedes escoger es apoyar una causa justa o seguir encerrada en tu gueto de superioridad moral, sin darte cuenta de lo que pasa a tu alrededor.

No es que me fastidie especialmente esta historia porque muchas de las que reniegan de la huelga sean mujeres, eso mira, allá cada uno con lo que escoja ser, me jode porque creo que las causas, cuando son justas y van a favorecer la construcción de una sociedad mejor, hay que apoyarlas, y si no eres capaz, al menos no ataques a las que están defendiendo sus derechos y los tuyos, porque es tirar piedras contra tu tejado, alma de cántaro.

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