El perdón es algo que suele llegar tarde, y hay veces que ni siquiera llega. A Yoko Ono parece haberle hecho falta superar los 90 años para alcanzarlo. Y, es que a veces ocurre que el simple hecho de ser mujer, y además enamorarte de un hombre famoso, te lleva a convertirte en carne de cañón y centro de toda diana. Fue su caso, pues, para colmo, era siete años mayor que el fuera el amor de su vida, John Lennon. Aunque nunca llegó a decirlo, también fue una de sus mayores cargas, pues desde que comenzó su relación con él, toda su vida fue digna de escrutinio, e incluso, todavía hoy, hay quiénes continúan tweeteando sobre su supuesta culpabilidad en la ruptura de Los Beatles como banda de música, burlándose de ese, digámoslo, marcado acento japonés cuando habla en inglés, o criticando su empeño en tener voz, su estética y hasta el valor y el significado de su arte. Un arte que, por cierto, ya gozaba de prestigio mucho antes de comenzar su relación con el británico.

Yoko Ono no necesitaba a Lennon para alcanzar fama ni dinero. Nació en 1933 en Tokio como fruto de una relación entre un banquero y una artista, en el seno de una familia bastante más que acomodada que poseía un palacio imperial en el que trabajaban más de una treintena de sirvientes. Estudió en Japón hasta que, la Segunda Guerra Mundial hizo mella en la economía familiar, y cuando ella tenía tan solo 10 años, su padre fue retenido en un campo de prisioneros en la guerra de Saigón. Afortunadamente, con el Armisticio, todo volvió a ocupar su lugar, y la joven continuó sus estudios compartiendo clase con, nada menos, que el que sería el futuro emperador de Japón, Akihito.

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Al finalizar sus clases del colegio, que compaginaba con extraescolares de piano y canto, entró en la Universidad Gakushuin y se convirtió en la primera mujer en estudiar Filosofía. Sin embargo, este camino y la manera en la que se impartía la educación en la institución no le convenció. Duró tan solo unos meses porque, en sus propias palabras, se sentía "un animal domesticado al que alimentan con información", así que su respuesta fue la que habríamos esperado tras conocer su vida hoy: abandonar el país, irse a Nueva York y dar rienda suelta a esa faceta artística que habitaba, intrínseca, en ella. Lo hizo apuntándose a poesía y música en la Universidad de Sarah Lawrence, comenzó a trabajar enseñando artes tradicionales japonesas mientras lo compagina con un puesto de secretaria y, al mismo tiempo, también practicaba música dodecafónica.

Durante aquella época en la que perfeccionaba su talento, por el camino conoció al músico experimental Toshi Ichiyanag, se casó en secreto con él, y juntos comienzaron a moverse por la escena artística neoyorquina. Fue el empujón que necesitaba: ella logra su primera exposición individual en 1961, y, ese mismo año, ingresa como parte del movimiento Fluxus actuando en el Carnegie Hall. Mientras el que será su segundo marido todavía transita la adolescencia, ella con 23 años se convierte ya en una de las artistas que más interesan de la Gran Manzana.

Cuando Yoko Ono conoce a John Lennon

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La relación entre Yoko Ono y Toshi Ichiyanag dura seis años en total. Nada más terminar ella sufre depresión, ingresa en un centro psiquiátrico... y, aunque es un misterio saber cómo, conoce a Anthony Cox, quien enseguida le impulsa a salir de su terapia y de devuelve la chispa que necesitaba, casándose con ella y convirtiéndose, también, en el padre de la única hija de la artista, Kyoto Chan. Pero las relaciones parecen no ser muy afortunadas para la japonesa, que vuelve a finalizar su matrimonio y a comenzar una batalla legal por la custodia de la niña. Yoko Ono vuelve a transitar uno de los periodos más crudos de su vida, pero durante una exposición individual que realiza en Londres en 1966, conoce a John Lennon... quien se convertiría en su marido tras celebrar una boda en Gibraltar tres años más tarde, en 1969.

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Aunque con Lennon todo fue intenso, hasta el momento él no había aparecido en escena en su vida, y ella ya gozaba de un nombre reconocido a nivel internacional como artista. Pero cuando el Beatle se hizo hueco en su vida, ambos se convirtieron en uno de los cruces de sinergias más poderosos que hemos visto jamás en una pareja de famosos: se amaban ("esto es más que un récord de éxito, más que oro, más que todo", decía él sobre ella), componían juntos, creaban obras en sintonía, vivieron en el St. Regis Hotel y después en un piso de Nueva York, fueron padres de Sean Taro, y parecían ser, en definitiva, un todo.

Protagonizaron acontecimientos que pasaron a la historia. Iniciaron la protesta Bed-Ins for Peace (que consistió en pasar días y días en la cama respondiendo preguntas de periodistas para tener eco y alcanzar la paz mundial) y fueron los responsables de, la bautizada como mejor portada de la historia de la revista Rolling Stone, aquella que realizó Annie Leibowitz en 1981 en la que Yoko Ono aparece tumbada y él posa desnudo abrazándola, tan solo unas horas antes de que el músico fuera asesinado a tiros fuera de su departamento de Dakota.

247144 03 the covers of rolling stone magazine and new york magazine are on display december 2, 1995 in new york city the memorial to john lennon in central park called, strawberry fields still continues to draw people who leave tributes to him photo by evan agostiniliaison
Evan Agostini

Claroscuros claro que hubo en su relación. De hecho, fueron tan grandes que marcaron la trayectoria de la artista de por vida. La infidelidad de Lennon a Ono con su asistenta, May Lang fue uno. El otro fue la de formar un tándem tan grande que, en un momento en el que Lennon vivía su efervescencia como Beatle, solo él gozó del mérito... y a ella se le atribuyeron los fracasos o las decisiones más difíciles. Siempre fue la mala a ojo público, la entrometida en la toma de decisiones de él, la responsable de separar a los Beatles (aunque Lennon lo hubiera negado varias veces en público). Pero muchos testimonios cuentan que lo que Lennon sentía por Ono era más preciso a una obsesión que al amor, y que era él el que quería que ella estuviera 24/7 pegada a él, por lo que era habitual verle en las grabaciones de la banda de música, y en todo acontecimiento al que él asistiera.

Yoko Ono después de Lennon

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Si en ocasiones anteriores los matrimonios fallidos le habían pasado factura a su salud mental, el asesinato de Lennon -aunque fue duro- no le impidió continuar creando. "Yo no quiero librarme de la sombra de John. Para mí, la idea de estar bajo su protección no es peyorativa. Siempre lo he sentido como un árbol que proyecta sobre mí su sombra y me da fuerzas. Así era cuando vivía, y continúa siéndolo después de su muerte. Siento su presencia de alguna manera y quiero que siga siendo así. Me gusta esta sensación. Es perfectamente compatible con la idea de seguir mi propio camino", dijo.

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En ese camino que tomó, Yoko Ono volvió a ganarse nombre propio tanto como cantante, como con sus obras, colgándolas y presentándolas en museos como en MoMa, o, tal y como podemos comprobar ahora, en Tate Modern, que le rinde en Yoko Ono: Music of the Mind, una de las mayores retrospectivas jamás vistas de ella hasta la fecha. Puede que sí, que igual Yoko Ono ya se haya ganado un perdón (innecesario) del público.