El agente de casting James Scully lleva tiempo denunciando públicamente -la más manifiesta antes del post de la polémica, durante unas jornadas organizadas por la publicación especializada Business Of Fashion en diciembre de 2016- el sistemático maltrato propiciado a las modelos durante las intensas e interminables sesiones que suponen los procesos de selección de las maniquíes, sobre todo en época de Semanas de la Moda, aunque tengan lugar durante el todo el año a propósito de campañas o editoriales; procesos que consisten a grandes rasgos en entrevistar, medir, y ver desfilar (normalmente con tacones) a las modelos en sesiones que pueden durar varios días.
Scully, que lleva trabajando en este mundo desde hace más de 30 años -empezó como vestidor en los grandes almacenes Bergdorf’s Goodman en Nueva York- y actualmente colabora con Brandow Maxwell, Tom Ford o Stella McCartney, defiende a las modelos a capa y espada; víctimas, en su opinión, de un sistema cruel e irracional que las denigra y sobreexplota. Éste no solamente se hace eco de los desplantes a las chicas durante los castings sino que va más allá en su alegato y culpa de tanta hostilidad a diseñadores, fotógrafos y, sobre todo, estilistas, con los que los agentes de casting trabajan habitualmente mano a mano -fuera de temporada se dedican más a reunirse con scouters y rastrear el mercado-, por ser tan despiadados y discriminatorios. Ahora bien, la moda no ha sido nunca tan diversa y plural (léase también como 'rarita'), y en eso tiene que mucho que ver este oficio a pesar de polémicas como la protagonizada por Maida Gregori Boina y Rami Fernandes en Balenciaga.
¿Pero qué hace un agente de casting exactamente? Los agentes trabajan con las firmas en distintas etapas de su proceso creativo ayudando a definir su identidad visual y, por ende, contribuyendo a construir su éxito y también a moldear su reputación (tal y como hemos visto en el caso de Balenciaga). Y lo hacen buscando modelos que, en primer lugar y en general, casen con la visión del diseñador y la marca que los contrata, y en segundo lugar, cumplan con los parámetros concretos que les dan -sean a veces lo agraviantes que sean por razón de raza, peso o edad- en relación a las colecciones; e incluso también looks sueltos, porque muchas veces las firmas piden un determinado perfil para un tramo o estilismo de un desfile, y no es raro que los agentes se ajusten a criterios como a qué modelo le queda mejor un color o un tipo de prenda determinada (las más conocidas llevan normalmente los looks más fotografiables, por ejemplo). En este sentido, algunos diseñadores, además de musas recurrentes e insustituibles, tienen en mente un prototipo de chica o fisionomía en particular desde que empiezan a esbozar una colección; otros, la mayoría, se esperan al último momento pudiendo llegar, incluso, a no tener un casting cerrado horas antes de subirse a la pasarela. En último término, de todos modos, los agentes atienden, además de al punto de vista del diseñador, a sus propios instintos, sean más o menos arriesgados o inclusivos. También a su lealtad con ciertas modelos a las que cuidan y protegen, a las que encumbran y rescatan del olvido (véase el último desfile de Dries Van Noten, que recupera, entre otras, a la española Marina Pérez, cortesía de Piergiorgio del Moro), o a las que ayudan a dar un giro a su carrera (como en el caso de algunos ángeles de Victoria’s Secret en relación a firmas de lujo como Miu Miu o Balmain, gracias a la reputadísima Ashley Brokaw).
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