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Si algo hemos aprendido es que la piel hay que protegerla y no solo porque sea el órgano más grande del cuerpo, sino porque es el que más cerca está de los agentes externos. En definitiva, es la que siempre está más expuesta, haciendo frente a todo lo que se nos pone por delante, siendo agresivo con ella. Y eso son demasiadas cosas. Pero incluso las que nunca pensamos que iban a afectar a nuestra dermis, provocando alteraciones en ella, como rosácea o dermatitis atópica, que, según la Asociación de Afectados por la Dermatitis Atópica, la padecen entre el uno y el tres por ciento de la población española.

Cuando hablamos de ello, a la mente lo primero que viene siempre es el calor, el frío, la contaminación o los rayos UVA, pero más allá de exponernos al sol sin utilizar protección solar hay otros factores en esta sociedad tan digitalizada que dañan mucho más nuestra piel y ni habíamos pensado en ellos.

¿Qué factores deterioran el estado de la piel?

La pantalla del teléfono móvil

Este es uno de los factores que más daña nuestra piel, y es que lo hace de muchas formas. La primera de ellas por toda la suciedad que se almacena a diario en la pantalla. Para que te hagas una idea, la pantalla de un teléfono puede acumular hasta 18 veces más bacterias que el lavabo o la barra del metro o de un autobús. Continuamente tenemos el teléfono en la mano, no las lavamos después de usarlo, con lo que las bacterias campan a sus anchas saltando de una zona de nuestra piel a otra.

Por su parte, también provoca daño en la piel la luz azul que proyectan estos dispositivos. La luz azul o luz HEV (High Energy Visible) activa unas encimas llamadas metaloproteinasas, que aceleran la destrucción del colágeno dérmico, la proteína que da turgencia y tensión a nuestra piel. Además, esta luz provoca mayores efectos de estrés oxidativo, lo que puede llevar a un mayor envejecimiento y pigmentación.

Los viajes en avión

Las cabinas de los aviones se convierten en un ambiente de riesgo para la piel por la sequedad que las caracteriza. La disminución de la humedad que se produce en la cabina de los aviones puede llegar a situarse por debajo del 10%, generando la deshidratación de la piel. Otro de los factores que dañan la piel durante los vuelos son los aires acondicionados y los cambios de presión, que favorecen la aparición de acné y rosácea.

Las almohadas

El textil con el que se fabrica la ropa de cama es uno de los materiales que acumulan más bacterias. Estas telas también absorben la grasa, las células muertas y los microorganismos de la piel y el pelo, y pueden llegar a provocar una irritación en la piel o la aparición de acné ya que las usamos a diario. Por eso, es importante extremar las medidas de higiene y cambiar la ropa de cama una o dos veces a la semana. Además, para proteger el pelo y la piel, es preferible apostar por una almohada de seda.

La contaminación urbana

Vivir en la ciudad tiene muchas ventajas, pero también muchos inconvenientes, especialmente para la piel, pues el humo de los coches y edificios y el polvo acumulado provocan envejecimiento cutáneo pues se reducen los niveles de la vitamina C, la vitamina E y los antioxidantes. Además esto provoca la disminución de oxígeno en la piel, alterándose la barrera cutánea, la piel se deshidrata y pueden surgir manchas.

Los cambios de temperatura

Los cambios bruscos de temperatura que se dan en invierno y en verano favorecen la rotura del equilibrio hídrico de la barrera cutánea. Como consecuencia, la falta de oxígeno y de nutrientes hace que aumente la sensibilidad de la piel.