"Parece buena chica, es muy limpita". He oído esa dichosa fracesita durante toda mi vida, como el mayor cumplido que una persona puede dedicarle a una mujer. El orden y la limpieza como el súmmum de la feminidad. Si ellos son unos cerdos y viven en una pocilga, la culpa siempre será de la novia o la esposa. Pobrecito, es que tiene una mujer muy cochina.

Cargamos con el mito de la mujer hacendosa y con la culpa del orden y la limpieza imposibles. Sobre todo las madres. Le acaba de pasar a Tania Llasera, curtida en las lides de bregar con los comentarios impertinentes y machistas en las redes sociales. Hace unos días, la presentadora (a la que ya se le había atacado por gorda y mala madre) enseñó en su cuenta de Instagram cómo un usuario se había metido con el estado de su salón.

"Tania, tienes tu casa muy desordenada", escribió el seguidor. Y Llasera, que suele responder a los desubicados, decidió darle una lección: "Mi casa es un hogar, no un museo".

"Está vivida, disfrutada y hay muchas buenas madres y padres que tienen el horno sucio y la colada en la lavadora sin colgar ¿Vale? Mola priorizar a tus hijos por encima del orden. Tampoco hay que volverse loca", añade Llasera.

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Decir que en una casa donde viven niños hay desorden es una obviedad. Eso lo sabemos todos los que tenemos hijos. Si pretendes tenerla impoluta, perderás años de vida. Literalmente, puedes pasarte tus días y tus noches intentando ordenar ese enorme caos del que es capaz una criatura tan pequeña. Con toda probabilidad, tus paredes y muebles estarán marcados con su arte infantil; el suelo de tu salón, lleno de muñecos de la Patrulla Canina; tu sofá, trillado de más; la cama sin hacer. Y la colada y el horno, como los de Llasera.

Dicen que algunas lo consiguen, las madres perfectas, supongo que tienen superpoderes. Eso, o asistenta doméstica diaria.

Recuerdo a mi madre trabajar fuera de casa y perder todo su tiempo libre limpiando y ordenando. Mi padre no, él descansaba y tenía ratos de ocio. Nosotras ahora podemos tener maridos que compartan por igual las tareas domésticas, pero la sociedad siempre se encarga de hacernos sentir las únicas responsables si nuestro hogar no llega a absurdos cánones de limpieza.

Da igual que tengas hijos o no, tú casa es sólo tuya. Mientras no llegues a condiciones de insalubridad, nadie debería opinar sobre ella. Eso, además de garrulo, es machista. Porque, queramos o no, muchos aún esperan de nosotras que seamos "muy limpitas". Quizá va siendo hora de responderles que nunca quisimos ser "buenas chicas".

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