Tú apenas lo notas, pero cada día te lo cuento. A mi manera, sin dramas, a veces te susurro que vienes de una familia de mujeres fuertes, de las que no piden perdón por ser quiénes son, por exigir lo que les pertenece. Quiero que no lo olvides nunca, que algo se te pegue como se me pegó a mí. Quiero que crezcas sin miedo, ese es el mejor regalo que me llevé de tu abuela y lo quiero ahora para ti.

No dejes que nadie te arrincone por ser mujer, no permitas que decidan por ti. Nunca, nadie, ni siquiera yo. No desees ser invisible. Reivindícate. Y no te canses nunca de hacerlo, que no te de vergüenza.

No des por sentado que los hombres que tienes cerca, porque son buenos, entienden lo que significa ser mujer. Créeme, no lo saben, tendrás que contárselo. Cuéntales cómo en la reunión el jefe te mandó callar porque tenías la regla; que un chico te insultó cuando vio que su piropo fue inútil; que en ese bar te tocaron el culo sin permiso; que un compañero comentó que "algo habrá hecho ella para que él le diera esa paliza". Cuéntales todo eso que te ocurre, que nos ocurre a todas pero a ellos no. No lo saben porque no lo viven, tendrás que contárselo para que te comprendan, para que nos comprendan. Desde que yo lo hago, he descubierto lo ciegos que están. Hasta tu padre se sorprende cuando le digo todas las impertinencias que tenemos que aguantar. Él, que te cuida igual que yo, de la misma forma que a tu hermano, que te quiere igual de bien, con la misma bondad y generosidad. Él tampoco lo sabía hasta que me lo escuchó.

No te canses de repetirlo. Aunque te tomen por pesada cuando lo hagas. Verás que ellos pueden hablar siempre de lo que quieren, de todos sus lugares comunes, y nunca se hartan. Pero descubrirás pronto que nosotras no, no toleran que nos quejemos. La palabra feminismo les escuece. Da igual, continúa, reivindícate, sólo así conseguirás que algunos te escuchen y lo comprendan.

Sé exigente. No te conformes con cualquier cosa ni con cualquiera. No permitas que te mangoneen, que nadie te controle. Sólo tú eres dueña de tu vida, hazte cargo siempre de ella, no dependas nunca de otros. Compártela siempre con un igual y marcad juntos vuestras propias reglas; sin prohibiciones, sin sometimiento, con respeto y confianza. Sólo así te sentirás libre y podrás quererte. Sólo así sabrás que te quieren de verdad.

Y si prefieres vivirla en soledad, difrútala sin pudor.

Aprende a defenderte, pero no tengas miedo. Vive tranquila, camina tranquila por la calle. Sé que para una mujer es difícil no temer, no mirar atrás. Pero inténtalo. Tus abuelos nunca me advirtieron que fuera con cuidado, que volviera siempre acompañada, que temiera entrar de noche en mi portal. Nunca me dijeron nada que no le dijeran también a mi hermano. Y los dos crecimos sintiéndonos seguros, desde la confianza que da la responsabilidad que aprendimos de ellos. Nos criaron responsables, no temerosos.

Ese miedo lo descubrí ya de adulta. Por un susto que me dieron, entendí que mis amigas aceleraran, desde muy jovencitas, el paso de noche; que miraran siempre detrás de sí. Entonces comprendí las advertencias de sus padres, los continuos "ten cuidado por la calle", "no regreses sola a casa". Desde ese día agradecí a tus abuelos no haberme inculcado ese temor, porque yo tuve la suerte de vivir muchos años tranquila. Ojalá yo sea capaz de dejarte libre, de no meterte ese miedo dentro. Ojalá no tengas que descubrirlo nunca. Ojalá no lo sientas nunca.

Ojalá, mi vida, nunca te haga falta todo lo que te cuento en esta carta, eso querrá decir que habrá servido de algo ser "tan pesadas". Que habrá valido la pena.

Cosas que me hubiera gustado saber antes de ser madre

¿Se puede tener un hijo favorito?

Cosas que dirías a esa persona que perdiste

Yo también soy una madre arrepentida

Haz con tu lactancia lo que te dé la gana