¿Qué demonios estoy haciendo con mi vida? Esa sensación de vacío, esa frustración, esa inseguridad. Ese temblor. La llaman crisis del cuarto de vida y ocurre entre los 25 y los 30 años. De repente, te das cuenta: te quedan dos telediarios para ser un "adulto de verdad" y nada es lo que pensabas. Notas el desencanto. El vértigo se mezcla con la desilusión y la nostalgia, porque hace dos días tú eras un chaval que estaba en el instituto, convencido de que se podría comer el mundo con pan Bimbo. Y ahora te das cuenta de que aún no has podido darle ni medio bocado.

De la crisis de la mediana edad ya lo sabemos casi todo, pero de esta apenas se habla. Alexandra Robbins y Abby Wilner llamaron así a ese periodo de incertidumbre y desazón por el que pasan muchos jóvenes cuando aún no han dejado atrás la veintena. En su libro Crisis del cuarto de vida: Los desafíos únicos de la vida durante los veinte, explicaron esa fase en la que dudas de la vida y, sobre todo, de ti mismo.

Según afirmó el investigador Ran Zilca en este artículo en Harvard Business Review, la crisis del cuarto de vida ocurre cuando nos acercamos a los 30 y empezamos a disfrutar de cierta independencia. Conseguimos un primer trabajo, nos independizamos, la relación de pareja se vuelve más seria... Sin embargo, vemos que los mayores aún nos tratan como si siguiéramos siendo un niño.

Según Zilca, esta crisis tiene cuatro fases:

1- Te sientes atrapado
Ya has tomado grandes decisiones en tu vida. Decidiste qué querías estudiar, de qué querías trabajar. Probablemente has decidido dar un paso más en la relación con tu pareja. Hasta puede que ya no vivas en casa de tus padres. Con un poco de suerte, ni siquiera compartes piso. Esto se traduce en angustia, en la sensación de que ya no hay marcha atrás. Crees que todo es irreversible y dudas de que hayas elegido bien cómo quieres que sea tu vida. Te sientes atrapado, asfixiado.

2-Catarsis
Se supone que ya eres adulto, pero muchos aún no te tratan como tal. Sientes lo que Zilca llama "una falsa madurez". Esos a los que tú consideras verdaderos adultos aún te ven como a un niño. Y eso acaba por calar en ti: si los demás te perciben así, quizá tengan razón y todavía no eres adulto. Aún estás a tiempo para inventarte. Según el investigador, eso hace que muchos tomen de repente decisiones drásticas como romper con su pareja o dejar el trabajo.

3-Nuevos recursos
Experimentas un fuerte sentimiento de soledad, que puede crecer hasta la depresión. Sin embargo, la mayoría, según Zilca, opta por combatirla y busca nuevas aficiones. De esta manera, uno descubre que tiene recursos para afrontar la vida adulta.

4-Seguridad y motivación
Descubrir que eres capaz de afrontar la vida como un adulto te da seguridad. Notas la entereza y algo parecido al orgullo, una sensación que te motiva para seguir adelante con un objetivo más claro. Ya no notas tanta dispersión ni desencanto, sino ganas de descubrir a ese nuevo adulto en el que, ahora sí, te has convertido

La parte buena es que la gran mayoría de las personas que han pasado por esta crisis del cuarto de vida salen reforzadas de esa etapa vital. Según los estudios de Oliver Robinson, de la Universidad de Greenwich en Londres, el 80% de los que la superan dice que se siente más feliz y satisfecho después de haberla atravesado. Con los años, la perspectiva se amplía, y ven ese tiempo como algo positivo que les ayudó a encontrarse a sí mismos como adultos.

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