Uno deja atrás la niñez y se entrega sin remedio a la edad adulta cuando cambia la lista de los Reyes Magos por la de propósitos de año nuevo. Los Pin y Pon, los Lego, la Nancy y los Playmobil desaparecen, sin remedio. En su lugar, un reguero de buenas intenciones para cumplir durante los siguiente 12 meses. Todos somos mejores personas en la madrugada del 1 de enero.

Entre el champán, las uvas y las lentejuelas, nos venimos arriba. Nos convencemos de que seremos capaces de dejar de fumar y de matar el hambre con gominolas. Creemos muy fuerte que podremos hacer la cama las 365 mañanas del año y salir a correr tres días por semana (y hacer yoga y comer kale y beber té matcha a diario). Le echamos tantas ganas a esos propósitos que nos olvidamos de lo difícil que es cambiar un hábito. Dificilísimo.

Son las malas costumbres, que vician nuestro cerebro. Cuanto peores hábitos tengas, más los necesitará tu cabeza. Por más que intentes evitarlo, más querrá "alimentarlos". Según este estudio de la Universidad de Duke, nuestros vicios dejan "una marca clara en circuitos específicos del cerebro". En lugar de ayudarnos a luchar contra ellos, nos empujan.

"Algún día podremos ser capaces de orientar estos circuitos para ayudar a promover los hábitos que deseamos mantener y echar los que no queremos", explicó aquí Nicole Calakos, la investigadora jefe del mencionado estudio.Para llevarlo a cabo, Calakos (experta en adaptabilidad del cerebro) se asoció con Henry Yin (experto en modelos de conducta en animales) en el departamento de psicología y neurociencia de la Universidad Duke.

Para la investigación, instruyeron a ratones para que se habituaran a consumir azúcar. A cada animal le suministraron dosis distintas de dulce. De este modo, pudieron observar que los que más se "engancharon" eran los que más apretaban la palanca que poder conseguir más azúcar cuando ésta se les retiró. Al comparar los cerebros de los ratones, descubrieron que bastaba con mirar sólo piezas aisladas de sus cerebros para saber cuáles habían adquirido el hábito (vicio o adicción).

Más datos de expertos a tener en cuenta en nuestras listas de año nuevo: Es mucho más fácil si se proponen en pareja. Según este otro estudio de la University College of London, tenemos más fuerza de voluntad cuando encaramos un cambio de hábito si lo hacemos acompañados. Para la investigación, los expertos observaron a más de 3.700 parejas de mayores de 50 años para determinar cómo se influían mutuamente. Conclusiones: La mitad de las fumadoras lo dejó cuando su pareja lo hizo al mismo tiempo. El 17% lo dejó teniendo como pareja a un no fumador y el 8%, mientras convivía con alguien que aún era adicto al tabaco.

Porque siempre será mejor empezar a correr con la pareja o dejar de comerse la uñas a la vez que una amiga. Y si aún así no se consigue, recuerda quién es el culpable de tu poca fuerza de voluntad: No soy yo, es mi cerebro.