Esta es una confesión muy dura, que me pincha, que me duele. A míme gustaría decir que me encanta hacerme vieja, que estoy alcanzando la plenitud de mi vida, mi madurez, la paz, la serenidad, mi momento Zen... Pero, ay, qué mentira más gorda sería: No me gusta ni un pelo. Yo no estaba preparada para esto. Yo estaba convencida de que viviría para siempre en una eterna y lánguida juventud. Y no. Me estoy haciendo vieja, me lo noto, y eso es una put*da.

Cuesta llorar mi decrepitud, sobre todo después del discurso de Madonna durante los Billboard Women in Music. La ambición rubia volvió a darnos una lección, fue una vez más la diosa provocativa y rebelde de siempre : “Se te permite ser guapa y sexy, pero no demasiado lista (...) Sobre todo, si te dedicas a la música, no te hagas vieja. Porque hacerse mayor es un pecado, y si lo haces, serás criticada, vilipendiada y, definitivamente, jamás pinchada en la radio”.

Eso aumenta mi vergüenza, porque mí me gustaría ser una mujer así, poderosa y elevada, reivindicar con orgullo mis años y mis arrugas. Y, sobre todo, me encantaría envejecer como ella. Madonna tiene 58 años, rediós, ojalá yo llegara a los 60 con esa cara, ese cuerpo y esa actitud. Pero estoy envejeciendo raro.Y pronto. Demonios, si ni siquiera soy vieja aún. Soy casi joven (y casi vieja), aunque ya me huelo la crisis de los 40. Me la veo venir y lo llevo fatal.

Nadie me avisó de que todo esto pasaría, pero hasta mi vocabulario lo nota: he incorporado las palabras "pliegue nasolabial". ¿En qué momento lo descubrí?¿Por qué me lo busco en el espejo? Empiezo a notarlo y me impresiona.Si yo hace dos días jugaba con la Barbie deportista.

Y mi entrepierna, que no cierra compuertas. Me dicen que es por haber sacado por ahí a dos bebés con sus dos cabezas como melones murcianos. Sabes que te estás haciendo vieja en el momento en que te das un baño y tu vagina se traga la mitad del agua de tu bañera. La sueltas un cuarto de hora después, justo cuando ya tienes los pantalones puestos y caminas tranquila... Las cataratas de Niágara son un riachuelo comparado con lo que cae hasta mis rodillas por culpa de mi (atención) distensión-del-suelo-pélvico. Se supone que los ejercicios de Kegel ayudan a fortalecer, pero soy de orgasmo fácil y, a la que me descuido, tengo que parar de golpe el entrenamiento.

Yo antes tenía rodillas. Ahora, dos cabezas de bebés.

Otro suceso paranormal: Ahora apenas tengo pelos donde tenía de jovencita. Sin embargo, de repente, tengo en la nariz. Si estiro de ellos, saco una trenza por el agujero. Y la barba, claro, cualquier día de estos parezco un hipster de Malasaña.

Mejor no recordar los ácidos que conocía de joven.Ahora me sé de memoria el Hialurónico, el Ferúlico, el Kójico y el Glicólico. Y los digo en voz alta, como si fuera normal.

Lo peor, lo que más duele, es claudicar. Hago cosas que jamás creí que haría. Toda la vida diciendo que no me teñiría jamás, que mis canas formaban parte de mí, que me resumían... Zaska. Me acabo de teñir el pelo. Para que me escueza menos, me he dado un baño de color, como si estuviera tiñendo aún la melena de la Nancy. Esa tarde el peluquero me quitó diez años de encima. Qué lástima, lloraron hasta los bebés de mis rodillas.

Yo quiero que me dé igual, porque lo contrario de viejo no es joven, es muerte. Y yo, eso lo tengo claro, no me quiero morir por nada de este mundo. Porque a mí, al final, me pasa como a Madonna: “Lo más polémico que he hecho es seguir viva".

facebookView full post on Facebook