Podría decir que estoy enfadada, pero eso no es exactamente lo que me provocaste. Cuando anoche pusiste sin permiso tu mano en mi culo, yo sentí asco. Un asco violento, impactante, un asco demasiado familiar. No te conozco de nada, nunca he hablado contigo y hasta tu manotazo ignoraba por completo tu existencia. Pero por algún inquietante motivo, cuando me viste ahí en el bar, tranquila, de copas con mis amigas, creíste que eso era justo lo que me apetecía en ese momento, que un desconocido tocara mi cuerpo sin mi consentimiento. Sólo se me ocurre una razón: eres un baboso.

¿Qué esperabas de mí?

Ya he perdido la cuenta de las veces que un niño, un chico o un hombre me ha tocado sin permiso. La primera fue a los 11 o 12 años. El típico crío que pasa corriendo y riendo te da un manotazo en el trasero. Lo pasas por alto esa vez y la siguiente y muchas más. Hasta que hartas. Y escupes.

¿Cómo se supone que debía reaccionar?

Podría haberte ignorado, como suelo hacer. Las mujeres acostumbramos a pasar estas cosas por alto, aprendemos a hacerlo desde pequeñas. Lo ignoras y sigues con tu vida, aunque sientas ese asco pegajoso. No sé muy bien lo que has sentido tú al hacer ese gesto patético de palmear mi culo, quizá te ha excitado o te ha parecido divertido. Sinceramente, me importa un rábano.

Quiero que sepas que yo he sentido repulsión hacia ti y si te he ignorado no es porque sea tonta, mucho menos porque me haya gustado. Si te he ignorado es porque estamos tan acostumbradas que a veces es mucho más fácil dejarlo pasar y que no te amarguen la noche.

También puede que yo no haya sabido reaccionar. Hay días que nos pilláis con la guardia baja, no nos esperamos esa agresión repentina, esa violencia gratuita, esa invasión. Y no reaccionamos, nos quedamos bloqueadas y el asco sólo viene al día siguiente. La reacción tardía suma otro sentimiento a la repulsa: la impotencia. Por esa culpa me siento mal, porque creo que no he sabido responder a la agresión, me juzgo y me exijo que no vuelva a ocurrirme nunca más. El próximo que me vuelva a poner una mano encima no se irá de rositas.

Por eso anoche me enfrenté a ti, porque estoy harta de babosos. Tú fastidiaste ese rato de mi noche, espero que aún te estés muriendo de vergüenza.

Carta a una hija de su madre feminista

Stop eufemismos en el feminismo

La primera vez en el sexo, ¿mito o machismo?

Amor tóxico: Cómo reconocerlo

"Las mujeres lo hacemos todo para gustar a los hombres"