Todas las listas terminan en un número uno; el punto álgido donde concluye una escalada in crescendo. En moda, o más concretamente, en Alta Costura, el espectáculo está servido. Y la medalla de oro es para la casa Christian Dior en la primavera de 2004. John Galliano –entonces director creativo de Dior– cambió el Sena por el Nilo y presentó en el corazón de París un desfile inspirado en Egipto. Dioses, momias, y la nueva silueta esfinge tejieron una colección que aun es recordada como la más insólita de cuantas firmó el gibraltareño.

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Diseño de Christian Dior Alta Costura primavera/verano 2004. © Getty Images

Hillary Alexander, desde la página de moda del Telegraph, resumía el desfile como una vuelta a la vida –y al spotlight– de la opulencia salvaje del Antiguo Egipto. Desde que Elizabeth Taylor encarna a la mítica Cleopatra, o incluso desde que la propia Cleopatra se personara ante Julio César no se había vivido tanto derroche y exceso. Tampoco Sarah Mower, para el portal de moda style.com, fue parca en epítetos. Y entre el recuento de vestidos sofisticadamente elegantes, encontró un momento para remarcar las propuestas más sencillas (que también las hubo) en forma de fourreaus con cintas de chiffon e incrustaciones de cristal envolviendo el cuerpo como una momia.

Erin O'Connor, Alek Wek y Karolina Kurkova desfilaron de la mano de Anubis, Horus y Bast. Mitologa pagana de ayer y de hoy hecha leyenda por obra y gracia de John Galliano. Con vestidos de proporciones gigantescas, de volúmenes desmedidos y con una atención al detalle merecedora del título Alta Costura. Eugenia Volodina, Raquel Zimmermann o Liya Kebede se paraban en mitad de la pasarela, y estiraban la espalda en diagonal a la línea del suelo, haciendo equilibrios con los tocados de Stephen Jones. Una dramática forma de presentar la silueta esfinge, la novedad de la temporada. Una silueta elongada y muy ajustada en la cintura que estilizaba el cuerpo. Las faldas asemejaban pirámides rematadas con volutas, o se armaban a partir de infinitas capas de organzas. El dorado como absoluto protagonista y el leopardo y los jeroglíficos como motivos en los estampado. La colección tomaba referentes del Valle de los Reyes, los templos de Luxor y las tallas de Karnak. Justo un año antes, Galliano visitó Egipto, como doscientos años antes hizo Napoleón. Pero el gibraltareño sí lo conquistó, y se trajo el botín de vuelta.

Sarah Jessica Parker, de paso aquellos días por París con motivo del rodaje de los últimos episodios de la serie Sexo en Nueva York, acudió el desfile. La actriz, hechizada por el show sentenció: "Sabía que John Galliano era capaz de construir elegancia, fantasía e historia, pero esto va más allá de lo fantástico; más allá de lo creíble. No he visto en mi vida nada como esto". Se dijo en su momento que el "motu" de tan desproporcionado espectáculo –más de un millón de libras de coste apuntaba H. Alexander en su columna– era el de vender perfumes, gafas y barras de labios. Pero lo cierto es que jamás se ha vuelto a ver tanta magia sobre una pasarela durante las jornadas de la Alta Costura de París.