Manual de estilo para treintañeras
Parte del proceso de transición hacia la vida adulta pasa por adaptar nuestro estilo a esa nueva etapa que en teoría empieza una vez cumplidos los treinta. Qué tirar, qué incorporar a nuestro armario: he aquí la perfecta guía de cómo vestir a partir de los 30.
Se supone que una vez llegadas a la edad adulta hay varias cosas que debemos dejar atrás, entre ellas, ciertas prendas de ropa. Aunque bastante "doloroso" es el trago como para deshacernos de todo aquello que nos ha acompañado hasta llegar aquí. Así, la primera regla de la recién estrenada treintañera en cuestiones de estilo, aunque parezca una contradicción, es guardar todo aquello que siga haciendo sentir como una veinteañera. Los veinte son esa década a la que muy probablemente nos seguiremos aferrando en espíritu y estilo hasta el fin de los días por lo que todo elemento propio de aquellos maravillosos años -minivestidos, petos, camisetas ombligueros, bómbers, ponchos con flecos, plataformas y un largo etcétera- es de obligado conservar. Una vez cumplidos los treinta ya tenemos el rodaje suficiente como para darles un aire completamente distinto y sobre todo personal. Y es que una de las cosas que deberíamos haber aprendido a esta edad es a adaptar cualquier prenda de ropa a nuestra personalidad además de a toda ocasión.
A los veinte uno sigue intentando encontrarse a sí mismo y como te parece que tienes todo el tiempo del mundo para ello vives inmerso en un continuo proceso de transformación que la mayoría de veces pasa por cambiar de gustos cada dos por tres. A los treinta es posible que no hayas concluido esa búsqueda porque te hayas despistado por el camino, pero el universo dice que tienes que estar centrado y saber quién eres, qué quieres y adónde vas. También en términos de estilo. Y no es mal punto de partida: una vez sabemos cómo queremos vestirnos es muy posible que entendamos hacia donde tirar.
Como en el resto de facetas de nuestra vida, o eso es lo que nos quieren hacer pensar, se supone que tenemos que empezar a invertir en el futuro y eso es aplicable no solamente a nuestra cuenta de ¿ahorros? sino también a nuestro armario, dentro de nuestras posibilidades, claro está. Cómo lo hacemos: sustituyendo la filosofía del usar y tirar por la del "mejor me gasto un poco más". Hasta el momento nos venía costando aplicar esta regla pero de ahora en adelante las prioridades harán que no podamos estar renovando el armario continuamente como antes y que haya prendas y accesorios que nos deban durar preferiblemente más de una temporada cuando no por siempre jamás.
Existe una norma no escrita quedice que a partir de los treinta todas deberíamos atesorar un bolso que puedan heredar nuestros hijos y una cartera en condiciones; una fragancia que nos identifique, un color de labios preferido, una joya que no se oxide y unos zapatos clásicos, a poder ser de tacón; un conjunto de ropa interior que no tenga gatos estampados ni sea de algodón; una gabardina, una camisa blanca y un traje pantalón. También que cambiemos plástico por piel o los shorts por las bermudas y las minifaldas por las faldas lápiz.Ahora, que tendamos a ser más discretas y previsoras no significa que tengamos que dejar de experimentar y divertirnos con la ropa. De hecho solemos plantarnos a esta edad mucho más seguras de nosotras mismas y lo de arriesgar se nos da ahora mucho mejor. Será que lo de los errores estilísticos, y lo de perderse y volverse a encontrar, es una concesión sin límite de edad.
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