ElRubius, 28 años, el youtuber español con más suscriptores y el tercero del mundo, se dirigió a su público para confesar: "Me está costando cada vez más ponerme delante de la cámara, grabar vídeos y hacer directos como he hecho estos siete años. Cada vez siento más y más presión y cada vez me pongo más nervioso. Y cada vez me cuesta más respirar. Me dan como bajones. He terminado algunos directos superpronto porque notaba que me desmayaba". Y así, con unas frases sinceras y directas sobre qué estaba sintiendo, se ha alejado de lo que antes disfrutaba. Para recuperarse. Aunque habría que decir curarse y empezar a hablar en términos médicos. Lo que le ocurre a ElRubius se llama, clínicamente, un trastorno de ansiedad. Aunque él no le pusiera nombre en ese momento, describirlo fue más importante porque lanzaba un mensaje con el que los jóvenes podían identificarse y decir 'a mí también me pasa'.

El gesto de ElRubius rompe con prejuicios y tabúes que arrastramos más otras generaciones que a la que él se dirige, más abierta y receptiva de lo que muchos quieren considerar. Quién no ha estado en una reunión y cuando alguien en la mesa confiesa que tiene ansiedad se ha encontrado con una mirada escéptica, una ceja en alto o la duda de los que no entienden unas sensaciones o malestar que no se manifieste de forma clara o te deje impedido. Porque, claro, hasta que se convierta en trastorno, la capacidad de aguante (eso se suele creer) es infinita. Aunque no lo sea. Nadie cuestiona una gripe o un ataque de ciática, pero cómo es eso de que te falta el aire, se te acelera el corazón, sudas, no eres capaz de conciliar el sueño o te cuesta concentrarte por motivos que a veces ni identificas. Pues sí, es tan real y está tan explicado científicamente como un sarampión. Pero en una sociedad acelerada, competitiva y cargada de responsabilidades decir que tienes ansiedad se asocia a debilidad. Y nadie quiere ser visto como esa persona incapaz de gestionar su vida y, por tanto, a sí mismo. Otros, a veces incluso el propio paciente, lo llamará estrés. Menuda paradoja, nos diagnosticamos gripes al primer estornudo (aunque se trate de un resfriado común) y rebajamos la ansiedad a un exceso de cargas diarias. Es más, no dudamos en ir al médico para lo primero y somos mucho más reticentes para lo segundo.

Este estudio de la American Psychological Association confirma que los millennials (la generación de ElRubius) padecen niveles de ansiedad más altos que las de las generaciones precedentes, sobre todo durante la juventud. Las redes sociales y los trabajos derivados de ellas (sí, son un trabajo y, bien hecho, tan exigente o más como cualquier otro) favorecen la llamada ansiedad de evaluación, la que ha obligado a ElRubius a decir basta. La autoexigencia, el perfeccionismo, el miedo a fallar y el carácter obsesivo contribuyen a esa escalada de síntomas que derivan en el bloqueo y la pérdida de control. Más claro: petar. Ahí está Alfred, concursante de OT, que se quedaba lívido antes de cantar en las galas, que llegó a ausentarse del plató en directo y que tuvo la valentía de ponerle nombre a lo que le pasaba: ansiedad. O cantantes como Adele o Pastora Soler que fueron durante un tiempo incapaces de entonar una nota ante el público, presas del pánico escénico. Hay también casos trágicos como el de la bloguera Celia Fuentes, a la que los 270.000 seguidores (al final solo es una cifra) no evitaron el suicidio. Antes escribió a una amiga que era "todo fachada" y se sentía "sola". La misma decisión tomó la también bloguera e influencer Hannah Stone. La extimidad como sinónimo de la más absoluta soledad.

Las ventajas innegables de las redes sociales obligan, sin embargo, a una reflexión sobre la construcción del yo y a los problemas que se derivan de él. ElRubius ha recibido mensajes de odio (inevitables) de quienes no entienden que un triunfador que se ha enriquecido grabándose vídeos en casa se queje cuando otros se desloman en sus curros físicos por el salario mínimo. Pero también los hay, y muchos, que le han dicho: "Yo te entiendo y te daría un abrazo". Y también "gracias" por poner en palabras y exponer públicamente su trastorno de ansiedad.