Conozco a muchos Pablos Motos. Hombres feministas de pega, feministas de boquilla que sólo lo son cuando quieren quedar bien o ligar. De un tiempo a esta parte, se reproducen como las setas en noviembre, poco les falta para ponerlo en su tarjeta de presentación: "Hola, me llamo Pepe y soy feminista". Algunos hasta despiertan ternura, tan obvios como inofensivos. A otros, no los ves venir, son los que te la meten doblada y, a la que se descuidan, sacan al machista que casi todos llevan dentro.

Ver al presentador de El Hormiguero hacerse el feminista durante su última entrevista a Cristina Pedroche rozó la parodia. Como un Club de la Comedia involuntario, sólo te puedes reír al ver a ese hombre dándoselas de tío sensible y preocupado por nuestra lucha.

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Motos tuvo en plató a una Pedroche pletórica, que aprovechó para reivindicarse como mujer. Sin filtros, para variar, la presentadora no midió sus palabras. Ella es una tía lista y sabe que ese es su gran valor, su asertividad sin frenos. En lugar de hablar del vestido de este fin de año, ella habló de feminismo hasta salirse del guión. Sin improvisación, fue con la lección aprendida: está harta de tanto machirulo, de que se la cuestione por sistema.

"Ahora ya no es sólo comerse las uvas, también es criticarme para bien o para mal", dijo Pedroche, que aprovechó para contar algo que le irrita de algunos periodistas: "Exageran las cosas. Me han hecho muchas entrevistas y me dicen que soy la mujer que se mete en los charcos. No, no soy la mujer que se mete en los charcos, yo hablo claro. Lo que pasa que muchas veces hacen las preguntas para buscarte (...) Lo peor, lo que más rabia me da, es que luego no escriben la pregunta que han hecho ellos. El otro día, una periodista me dijo '¿Crees que las mujeres en televisión os hacéis las rubias porque así es más fácil?'".

Y de repente, Pablo Motos tuvo una epifanía. Se convirtió al feminismo. El mismo machote que entrevistó a las Chicas del Cable y a Shakira; que pidió un aplauso para el culo de Mónica Naranjo; que preguntó a Elsa Pataky si su lencería es sexy o es cómoda; y que le soltó a Mónica Carrillo que es un mito erótico y casi la prefiere muda ("a veces veo las noticias sin volumen"). Ese Pablo Motos, de repente, desapareció para transformarse en un tío amnésico y sensible, indignado ante el machismo que contaba Pedroche: "Es una pregunta impresentable desde la primera a la última palabra".

Y el planeta dejó de girar.

Yo ahí ni siquiera vi hipocresía, sólo esperpento. "Me estoy calentando, no lo puedo evitar (...) Eres como un objetivo fácil. Si te vistes porque te vistes, si te poner menos ropa porque te pones menos ropa", dijo un Motos tocado por la gracia del feminismo.

El presentador escenificó el otro día la caricatura del feminista de pega, un fenómeno del que ya vienen alertando algunas como la periodista Kate Iselin en este artículo en The Guardian, con el provocador titular que podría ser el de un nuevo manifiesto: No volveré a salir con un hombre feminista.

“No me importa quién le abre la puerta a quién. Estoy harta de depredadores y hombres desesperados por reafirmarse que se declaran feministas solo para llamar mi atención (...) Desde aquel que me mandó un mensaje con una foto de su pecho desnudo y me animó a hacer lo mismo en nombre del movimiento #FreeTheNipple, al otro que se negó a disfrutar del sexo oral porque encontraba el acto demasiado degradante como para dejarme llevarlo a cabo”, cuenta Iselin para concluir que se arrepiente de haber tomado la decisión de salir sólo con hombres feministas.

"No es que crea que los hombres no pueden ser feministas. Hay varios en mi vida que se han acercado al feminismo con respeto y consideración, que lo han usado para examinar sus privilegios y experiencias dentro del mundo y se han convertido en mejores personas por ello. Pero esos son una minoría decepcionante en comparación con el resto de los feministas que yo y muchas otras mujeres hemos encontrado: hombres que usan el término 'feminista' como cebo o como un alter ego, que asumen que su opción de respetar a las mujeres les dará derecho a legiones de amantes, algo que es lo más antifeminista".


La periodista da en su artículo unas cuantas pistas para detectarlos:

-Habla mal de sus ex novias
-Habla mucho de feminismo pero nunca pone en práctica lo que dice
-Se niega a usar preservativo
-Te llama dramática o exagerada cada vez que puede
-No invita, pero se deja invitar