La Navidad es la época de juntarte con los tuyos. Y eso de “los tuyos” a veces es cierto y a veces no tanto. No hay duda de que cuando más se disfrutan estas fechas es cuando todavía eres un pimpollo, cuando eres mayor ya vas arrastrando un peso llamado 'expectativas' y las reservas de paciencia empiezan a escasear con según qué tonterías. es la época en que tu tío que no ves exactamente desde la Navidad pasada te suelta: “Bueno y tú, vamos a ver, ¿ya tienes novio? ¿Aún compartes piso, mujer? ¡Tu hermano pequeño se te está adelantando! ¡A este paso se nos queda vestir santos!". Y a veces no lo dicen tan directamente pero sí lo dejan caer en indirectas variadas cual surtido de polvorones.

Opinión Bazaar Monstruo Espaguetipinterest
Giphy

La ilusión de volver a casa en Navidad me sorprendió de nuevo durante mi estancia de cinco años en Londres, una ciudad en la que no paras de conocer a gente que acaba de llegar y otra que se marcha. Londres es un monstruo que te engulle o que te escupe, capaz de sacar lo peor de ti, pero que también puede hacerte sentir libre y ligero como nunca. Te permite ser quien tú quieras. Inventarte una nueva vida, un personaje distinto e ir hasta el final con él. Aaaaaaahhhhhh, ¡menudo alivio!

Como buena observadora y tras un lustro presenciando ese desfile de chiflados que iban y venían, me di cuenta de que mucha gente llegaba a Londres a escapar de algo. Y cuando eres adulto siempre pienso que lo que más te agobia son esas asquerosas expectativas. Las que te vienen impuestas por tus circunstancias socioculturales, tu nacionalidad, tu edad, por los anuncios de “congela tus ovulos” de YouTube y sobre todo las que, con toda esa empanada mental, tú misma te has cargado a la espalda.

A algunos españoles de los que conocí en esa época ni siquiera les llegaba la pasta para ir a casa en Navidad con esos sueldos raquíticos de friegaplatos o camarero y, si tenías muchísima suerte, de telefonista o vendedor en una oficina. Vivir fuera te enriquece por varias cosas, pero además en Reino Unido entiendes bien cómo se siente un inmigrante. Allí tú también eres uno. Inmigrante y no extranjero, que es distinto. Y esa diferencia tiene mucho que ver con los ceros de tu cuenta bancaria.

Tras vivir fuera una temporada, volver a casa es una montaña rusa emocional. Vuelves a tu hogar, al sitio que más conoces y sin embargo ahora lo ves todo distinto. Porque es tu manera de ver lo que ha cambiado. De pronto tu anterior realidad es demasiado insípida y ya no perteneces tanto. Y te mareas, por esa sensación de no saber ya cual es tu sitio.

En esas visitas, a mí me iba la cabeza a mil revoluciones pensando en lo de escapar, en lo de pertenecer, en cómo construimos nuestro hogar y otra vez, en la intensa presión por hacer determinados avances vitales. Y se me ocurría que cuando estás fuera y tienes las famosas comidas de Navidad con la familia y amigos también es fácil entonces decorar un poco tu vida como se decora el árbol: he conocido a un inglés que ya quisiera el Beckham, mi trabajo es la hostia, he visitado media Europa; ¿el idioma? Dominao, y demás condimentos perfectos para cerrar el pico un rato a las expectativas ajenas. ¿O acaso son las mismas que las nuestras? ¿O son las que más nos dan el coñazo? Mi consejo; tíralas todas al Támesis o al Ebro, las ajenas y las propias.

ANASTASIA BENGOECHEA (@monstruo_espagueti)

Anastasia Bengoechea (Barcelona, 1983) es ilustradora tras su alter ego, Monstruo Espagueti. Además de su blog e Instagram, ha publicado dos libros: Monstruo Espagueti (Ed. La Cúpula) y ¡Estás Fatal! (Ed. Lunwerg).

Opinión Bazaar Monstruo Espaguetipinterest
© Instagram @monstruo_espageti