Soy la persona menos espiritual que conozco. Soy escéptica y terriblemente pragmática. Y sin embargo, medito desde hace unos años. Como he dicho, tengo tendencia a rechazar todo lo que huela a espiritualidad. Lo dejo claro desde las primeras líneas porque hay mucha gente que, como yo en su momento, asociaba la meditación con ese “mundo energético”, un estilo de vida que respeto desde la más prudente de las distancias. Ocurrió en un momento de estrés, sentía que tenía demasiado ruido en mi cabeza, me notaba demasiado ansiosa, incapaz de frenar ni siquiera un momento, no lograba descansar.

Probé con el yoga, pero no me gustó, hasta que un día alguien me habló de las bondades de la meditación. Una persona de formación científica, más escéptica y más pragmática me contaba que con la meditación había aprendido a darle al off, justo lo que yo necesitaba. En mi caso, empecé con una APP llamada HeadSpace. Es bastante popular y, después de haberla probado para poder escribir este artículo, tengo que decir que es perfecta para las personas que buscamos en la meditación algo parecido a un freno de mano mental.

Consejos para empezar a meditar

Deja de mirar el techo

Meditar es un acto consciente. Lo normal es empezar meditando tres minutos (o cinco). No se trata de tumbarte en la cama y quedarte mirando a la nada. Cuando vas a hacer deporte, te preparas y, si no te apetece, te obligas un poco. Pues con la meditación pasa más o menos lo mismo. Sabes que a esa hora vas a hacerlo y te preparas para ello. Y si no te apetece, te obligas un poco porque sabes que después lo agradecerás.

Misma hora

Esa es toda la preparación que debes tener. Cuando uno empieza a meditar, cuando está aprendiendo, lo mejor es hacerlo cada día a la misma hora. Tu mente se adaptará mucho mejor a ese nuevo hábito si lo haces siempre a la misma hora. Da igual que sea a la primera de la mañana, en el descanso del mediodía, por la tarde o por la noche, antes de acostarte. Elige tú el momento del día que prefieras y fíjalo.

Sin interrupciones

Esto es vital: asegúrate de que nadie te va a interrumpir. Durante esos tres minutos no puede sonar el móvil, ni mensajes ni llamadas ni notificaciones. Una sesión de meditación interrumpida no sirve para nada. Y lo peor: casi seguro que acabarás de los nervios.

Tienes que estar cómoda. La postura da lo mismo. Se recomienda que estés sentado y con la espalda erguida, pero al final, lo importante es que encuentres tu postura, aquella en la que no tengas que pensar durante tres minutos.

Sin vacío

Muchos creen que meditar es dejar la mente en blanco. No es exactamente así. Yo la mayoría de veces no llego a hacerlo, sino que me abstraigo, me dejo llevar y veo mis pensamientos desde lejos, sin alterarme, sin controlarlos. Fluyen como si fueran ajenos a mí.

A la primera

Esto es como montar en bicicleta, primero hay que aprender. Las primeras veces, pedalearás mal y será complicado mantener el equilibrio. Dudarás de que seas capaz de aguantarlo. Pero tienes que ser perseverante. En pocas sesiones, notarás que estás aprendiendo, que la cosa empieza a tener cierto efecto. Al poco tiempo, te habrás enganchado, empezarás a contar a todos que meditas como si hubieras descubierto la penicilina.

Fecha original del artículo: 2017.