¿Por qué (casi) todo el mundo desprecia a Lena Dunham? Probablemente su mayor pecado haya sido elegir el camino más difícil: ser joven, tener éxito y hacerlo todo bien. Y eso es algo que el ciudadano medio no puede soportar. Las redes sociales, convertidas en el hervidero de emociones de la década viven su punto álgido, pero con límite desconocido. Que nadie se atreva a decir “del siglo” porque no sabemos lo que hay a la vuelta de la esquina. Probablemente tirar piedras por la calle, aunque eso ya es demasiado siglo XX.
Cuidado Lena, porque hay pruebas de todo. Cuidado cuando te decidas a escribir un nuevo capítulo de la próxima temporada de Girls, cuidado cuando leas una mala crítica que provoque un efecto catastróficamente contraproducente en Hannah Horvath y elimine cualquier atisbo que alguna vez brilló en cualquiera del resto de personajes. No tiene que resultar fácil ser Lena Dunham, parecer una búsqueda abierta de Google puede convertirse en el anticristo si no se controla, pero Lena sigue siendo el escaparate de la generación que siendo consciente de saber, o creer saberlo todo, no desiste en el intento de destacar sobre el resto de los mortales, porque el mundo está en peligro y grita desde lo más profundo: “¡Necesito más Lenas Dunhams para sobrevivir!”.

Tiny Furniture

Era 2010, Lena tenía 24 años y la universidad de Virginia resplandecía en el horizonte que todavía enviaba los últimos rayos de pesadilla que terminaría relatando en su primera novela publicada en 2014, No soy ese tipo de chica. La vuelta a la casa familiar de Brooklyn (Nueva York) no podía ser más intensa, y las ganas de revolución podían conseguir 45.000 dólares de inversores privados, convertir ese apartamento de lujo en un plató de cine por unas semanas y documentar la vida desanimada y cotidiana de todo recién graduado con su madre y hermana de co-protagonistas. Lo que terminó con el premio al mejor primer guión en los Independent Spirit Awards, ovaciones de Norah Ephron y hermanamientos con Judd Apatow –el que sería su puente directo a la HBO– rezaba un “Quiero ser tan exitosa como tú”, que este primer álter ego en la ficción declaraba a su madre, la diseñadora y fotógrafa Laurie Simmons. Y aunque dicha frase convierta a Lena Dunham en la Chabelita de la cultura estadounidense, probablemente ésta sea la sentencia definitiva de lo que significa vivir tu adolescencia en la primera década del nuevo siglo.

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Girls

Fueron el propio Judd Apatow, que años antes había creado un culto importante televisivo con Freaks and Geeks, junto a la productora Jennifer Konner, los que secuestraron a Lena Dunham y, con una copia de Tiny Furniture como arma imponente, se presentaron en las oficinas de la HBO en Los Ángeles al grito de: “es lo que estáis buscando”. Así que, huérfana reciente de pandillas de amigas en Nueva York, el contrato estaba ya extendido. Dunham tenía carta libre para abrir el alma de sus dramas con una condición: hacer suyos los Reality Bites de Winona Ryder. Nacía Hannah Horvath.

Dancing On My Own

“Estoy aquí mismo, ¿por qué no puedes verme? Te estoy dando todo, pero yo no soy la chica que te llevas a casa. Seguiré bailando sola. Voy a bailar toda la noche. Estoy hecha un lío, tan fuera de tono”. El alegato a favor de los dramas de sábado en casa que hacía el electropop de Robyn en 2010 cobraba nueva vida en el tercer capítulo de la primera temporada, con Hannah tuiteando dilemas banales sobre cómo sobrevivir a los dramas que solo son dramas cuando te quedas un sábado en casa: los ex novios. Este recital de poesía actualizada bien sirve para una Hannah bipolar de nórdico a cuestas –Bridget Jones, alerta roja– o para venirse arriba en un estado de embriaguez emocional. No temáis en seguir practicando desde casa, Lena Dunham es incluso más visionaria que esos tuits cargados de ira de aquellos que sienten su vida reflejada entre cuatro paredes de un piso de estudiante –o de becario mal pagado–.

Chandelier

Claro, que tampoco es que evoluciones mucho emocionalmente si algo grita en tu interior: “1, 2, 3, 1, 2, 3, bebe. 1, 2, 3, 1, 2, 3, bebe. Sigue hasta que pierdas la cuenta”. Lena Dunham había encontrado otro pasatiempo: suplantar identidades. En esta actuación del Chandelier de Sia, en el Late Night with Seth Meyers de la NBC, mataba todas las críticas que años antes la acusaban de un Globo de Oro inmerecido como mejor actriz de comedia. Eso sí, a la vez que se colgaba de un candelabro, en su mente retumbaban los más de tres millones de dólares que resaltaban en el contrato de su libro que se publicaría ese mismo otoño de 2014.

Globos de Oro

Fue en estos Globos de Oro de 2013 donde, con una temporada emitida y otra en emisión, las Girls de Lena Dunham ponían sello al ciclón en el que se había convertido el producto del que eran partícipes. Con un nivel de aplausos y piedras a partes iguales y una afición intransigente con lo diferente, un globo de oro como mejor comedia y otro como actriz allanaron el camino del hipsterismo más absoluto a un mainstream del que sigue gozando el canal de cable de la caja negra de los truenos.

Nobody Walks

Aunque no solo de Girls ha vivido Lena Dunham desde 2012, el guión de Nobody Walks donde una cineasta amateur de Nueva York es invitada a la casa de una familia de Los Ángeles para terminar su película documental –¿otro álter ego?–, y un pequeño papel en Happy Christmas, de veinteañeras con vidas desastrosas y junto a Anna Kendrick, le valieron como pasaporte para pasearse por Salt Lake (Utah) durante el Festival de Sundance. En ambas ediciones coincidiría en competición con otro de los principales escaparates del nuevo indie femenino: Aubrey Plaza en Seguridad no garantizada en 2012 y Life After Beth en 2014.

Scandal

Y lo que remataba con parodias de Kerry Washington y el Scandal de Shondaland (Shonda Rhimes) en el Saturday Night Live, terminaba en un cameo real en la serie de ABC. En el capítulo emitido el 19 de marzo, el personaje de Lena Dunham escribe un libro contando los secretos más sucios y sexuales sobre la Casa Blanca. Pero el asunto se va de las manos con Olivia Pope entrando en juego para tapar la boca de una entrometida con ganas de sacar partido de las idas y venidas ajenas. Solo por esta vez, ajenas. ¿Otro álter ego más? “La gran pasión de mi vida”, terminaba diciendo a Entertainment Weekly. De la de todos.