Stella Gibson, Bedelia Du Maurier, Dana Scully. La santísima trinidad de los personajes femeninos catódicos de nuestro tiempo. Al menos como fascinantes manifestaciones de una misma y única actriz. Si la televisión es el nuevo cine, Gillian

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Gillian Anderson como Dana Scully en ’Expediente X’.

Anderson es su Meryl Streep, aunque solo sea por su ubicua y poderosa presencia (y tampoco va mal de premios). Capaz de tener en antena –prácticamente a la vez– a una inspectora de policía de sexualidad más letal que cualquier arma, una psiquiatra atrapada en su propia red y una gélida tecnócrata (Meg Fitch tendría que ser el cuarto nombre de la lista, pero su vehículo no prosperó), suyo es el actual reino de la ya no tan pequeña pantalla. ¿Algo que alegar? “Que soy muy afortunada”. Afortunada es una palabra que repetirá no pocas veces a lo largo de una conversación tempranera para ella y tardía para su interlocutor. Anderson responde al teléfono desde Vancouver (Canadá), mientras pasea a Nelson, su perro. Tiene que promocionar el próximo advenimiento de la temporada final de Hannibal, convenientemente doblada y en horario estelar, en el canal AXN (que, por entonces, emitía aquí sus últimos episodios en versión original casi de madrugada). Pero, un momento, ¿Vancouver? ¿Es que ha comenzado el rodaje de la recacareada resurrección de Expediente X? “¡Sí, y lo estamos pasando genial! Es interesante. Tiene cierto sentido volver a donde empezó todo para mí, a Scully. Esa era un poco mi motivación al aceptar el proyecto. Al principio me pareció un reto, pero ahora mismo estoy entusiasmada”, responde sin misterio. El pasado marzo se hacía ofi cial la noticia del regreso –en formato miniserie, solo seis capítulos– del hito de la acción televisiva de los años noventa y de ahí a la locura, un paso. Ahora queremos saber, claro. “La verdad es que llevábamos ya tiempo discutiendo el asunto. Había mucho interés en que David [Duchovny, el agente Fox Mulder para el siglo, compañero de fatigas paranormales] y yo nos involucráramos de nuevo, aunque he de reconocer que, de primeras… No, no me interesaba en absoluto, para nada…”, informa directa. El reencuentro con Duchovny, bien, gracias. Pero, ¿y con la propia Scully? “Bueno, es como una segunda naturaleza. Aunque, por otro lado, ha sido duro remover ciertos sentimientos... Cuando empezamos me pareció más difícil de lo que esperaba. Hacía mucho tiempo que no pensaba en Dana Scully”. Anderson apenas tenía 25 años cuando el productor y guionista Chris Carter le sirvió en bandeja el personaje de la escéptica agente especial del FBI que le reportaría fama y fortuna instantáneas. Era 1993 y ella, prácticamente una recién llegada, curtida en grupos de teatro amateurs y papeles ínfi mos en teleseries. Hasta 2002, la leyenda de Expediente X se coció a fuego rápido e intenso: romances pero, sobre todo, peleas de ida y vuelta entre sus protagonistas (ella fue una de las primeras actrices en quejarse públicamente de la diferencia salarial que le sacaba su partenaire masculino), amén de un culto millonario en audiencia y merchandising del que acabó empapándose la cultura popular. “En una situación de éxito así siempre sientes algún tipo de presión, pero el hecho de rodar en Vancouver contribuía a cierta tranquilidad. Eso, y que fue una suerte que Internet no tuviera aún la fuerza actual”, concede entre risas. “Yo era muy joven y, en cierta manera, tenía una posición privilegiada, tanto que cuando acabó la serie pude manejar mi carrera en la dirección que quise”.

Cualquiera diría que estamos ante una actriz obsesionada con medir sus tiempos de exposición. Hasta la fecha, descontando los dos largometrajes a los que dio pie Expediente X (en 1998 y 2008), Anderson no se ha hecho notar especialmente en el cine, y en televisión ha preferido desmarcarse con dramones de época como Casa desolada (2005), Pétalo carmesí, flor blanca (2010) y la enésima adaptación de Grandes esperanzas (para la que compuso una memorable Miss Havisham, en 2011). Que la mayoría de las producciones en las que ha intervenido sean británicas también dice mucho. Tanto que hay incluso quien piensa que esta oriunda de Chicago (cosecha de 1968) es en realidad inglesa. Residir en Londres desde hace décadas añade más leña a ese fuego: “Supongo que estar allí condiciona el tipo de ofertas que me llegan y me hace más accesible trabajar en Gran Bretaña. De otra manera, por ejemplo, quizá nunca podría haber interpretado a la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo en el National Theatre, que era algo que llevaba persiguiendo desde hace 30 años [y que le valió su nominación como Mejor Actriz en los premios Laurence Olivier de teatro en 2014]. O a Stella en La caza, mi papel favorito… Qué quieres que te diga, he crecido allí, llevo ese país en los huesos y vivo en mi ciudad favorita del mundo, que además es perfecta para criar a los niños”. Ella tiene tres: Piper Maru, que llegó en 1994, fruto de su primer matrimonio con Clyde Klotz (uno de los directores artísticos de Expendiente X), y Oscar y Felix, nacidos en 2006 y 2008, respectivamente, de su tercera pareja, el empresario Mark Grifths. Hoy ejerce de madre soltera.

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La actriz en una escena de ’La caza’.

Feminista declarada (a las dos semanas de dar a luz a su primogénita ya estaba rodando, “gorda como una vaca”, apostilla), bisexual confesa (en 2012 hizo pública una relación de largo recorrido con una novia de universidad), Anderson reconoce la importancia que ha tenido la televisión de la última década en la carrera de actrices como ella: “Desde hace seis o siete años se ha abierto una brecha para mujeres que rondan o sobrepasan la cuarentena, con una increíble variedad de series que les ofrecen al fin trabajos relevantes. Es el único medio que ha sabido afrontar la cuestión de la paridad de géneros con propiedad. Por mi parte, no podría estar más agradecida de interpretar a mujeres como Stella o Bedelia en Hannibal”. Claro que de aquella veinteañera Dana Scully, mal vestida y peor peinada (aun así, una imagen que no importó para que la actriz fuera elegida reiteradamente como una de las mujeres más deseadas y hasta sexies de la época), a estas dos sofisticadas y sensuales cuarentonas, va un trecho.

El mundo volvió a fijar su mirada en Gillian Anderson en 2013, cuando acababa de cumplir los 45. Entonces reapareció rubia casi platino y por partida doble: en Crisis, fallido thriller de la NBC que, a pesar de no aguantar ni una temporada, la reposicionó en nuestras retinas con gesto adusto, y en La caza, enjundiosa producción policiaca de la BBC Two ambientada en Irlanda del Norte que, en el momento de esta conversación, aún estaba en pleno rodaje de su tercera temporada (que se prolongó hasta diciembre y que emitirá AXN este año). Stella Gibson, la conflictiva superintendente llegada de Londres para dar caza al sádico asesino en serie de mujeres Paul Spector (al que da vida Jamie Dornan, de fama 50 sombras de Grey), se convirtió de inmediato en un referente: una mujer dominante en un mundo de machos, consciente de su condición de depredadora sexual y propietaria de algunas de las frases lapidarias dirigidas a los hombres más tremendas oídas en tiempos. Su colección de blusas (bien desabotonadas) y faldas lápiz hizo el resto. Sabiendo cómo se las gasta su intérprete, la pregunta es: ¿cuánto de la una hay en la otra? La aludida tiene que pensarlo un rato antes de contestar: “Supongo que me proyecto en diferentes aspectos, pero no creo que haya más de mí en Stella de lo que puede haber en Bedelia o en Scully. Desde luego, a ella no la verás nunca haciendo el bobo, tirada en el suelo con un pijama como haría yo [ríe]. Para mí, las tres son el ejemplo de lo que ha tenido que hacer históricamente la mujer para adaptarse a esta sociedad patriarcal. Por lo demás, Allan [Cubitt, creador y guionista de La caza] es un escritor extraordinario, capaz de dar vida a personajes muy complejos, tanto femeninos como masculinos. Y a mí no me cuesta interpretarlos”.

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Anderson en una escena de ’Hanibal’.

También se la nota cómoda en la piel nada confortable de Bedelia Du Maurier, la psicoterapeuta de ese otro depredador llamado Hannibal. El suyo es el único personaje de la tan exquisita como delirante y chorreante adaptación televisiva de las novelas de Thomas Harris concebido expresamente para ella: de nuevo, una fría rubia con estilismos de lujo, aspirante a cadáver exquisito, con una mente tan retorcida como la de su paciente. “Creo que Bedelia tiene mayor conciencia de su sexualidad que Stella, en el sentido de que debe utilizarla para mantenerse a salvo. Su permanente estado de nervios está de sobra justificado, claro: ¡En cualquier momento puede acabar como plato principal del menú!”, razona divertida. Si la doctora Du Maurier no ha tenido más presencia hasta esta tercera y última temporada ha sido porque sus apariciones estaban sujetas a los demás compromisos de la actriz: simultanear hasta tres series (y una obra de teatro) no es tarea fácil. Para compensar, la secuencia estelar con la que concluye es toda suya: sentada a la mesa, vestida de gala para la cena, mientras termina de sonar Love Crime, la sublime tonada que Siouxsie Sioux ha compuesto junto al autor de la banda sonora, Brian Reitzell, ex profeso para la ocasión. Pone la piel de gallina, pero hay que quedarse hasta después de los créditos para experimentarla.

Por si su ocupación actoral no bastara, Anderson también se ha metido a escritora. De ciencia-ficción, faltaría. Firmada al alimón con Jef Rovin, autor de cierta fama en el género, A Vision of Fire se editó en 2014 como primer volumen de una trilogía distópica. “En realidad, el mérito es de Jef, pero estoy muy orgullosa de mi contribución. ¡Nadie puede decir que no sé de lo que estoy hablando!”, dice entre carcajadas. La segunda entrega, espera, llegará por Navidad. ¿Y que hay de la música? Porque, que conste en acta, la actriz prestó su voz (recitada) a un tema en clave trip hop en 1997, Extremis, producido por el dúo anglofrancés Hal, y hasta firmó un álbum recopilatorio, Future: A Journey Through The Electronic Underground, para el que se presume hizo la selección de canciones: “¿En serio? Ni me acuerdo. La verdad es que tengo unos recuerdos horribles de aquella época. Tienes mi permiso para decir que yo no hice nada de eso”. En Amazon todavía está a la venta.