"Desde el principio estuve absolutamente convencido de su genialidad. Fue como si la pureza de su talento me hipnotizara", reflexionaba Mick Rock en el pasado número de septiembre de HARPER'S BAZAAR ESPAÑA, sobre los días en que fue fotógrafo oficial de David Bowie, allá por 1972. Artista camaleónico, ambiguo y bello. Leyenda viva del rock. Pocas carreras ha habido en la Historia de la música que hayan soportado tan dignamente el paso de los años y que se hayan adaptado a los complejos cambios generacionales, incluso adelantándose a ellos. Después de cinco décadas de trayectoria, durante el International Festival Forum de Londres celebrado hace unos días, su agente John Giddings anunció que el artista inglés (nacido en el londinense barrio de Brixton en 1947) ha decidido abandonar los escenarios. Tranquilos, todavía no deja el estudio de grabación. Como el fenómeno de David Bowie no solo se ha limitado a la música, sino que su magia contagió también al mundo del arte y la moda, aquí van tres grandes momentos de uno de los mayores iconos de nuestro tiempo.

David, el mod.

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Por supuesto, fue testigo del Swinging London. Flequillo, patillas, traje ceñido y zapatos. Aquella fue la etapa de sus dos primeros discos, antes de la publicación de The Man Who Sold The World, donde la transformación hacia un Bowie afeminado comenzaba a aflorar.

Ziggy Stardust.

Es el memorable alter ego que inventó en la década de los 70: un extraterrestre venido de Marte acompañado de su ejército de arañas. "Conforme se iba haciendo más y más grande, la fusión entre uno y otro también era más fuerte. Hasta que llegó a decirme que tenía que matar al personaje antes de que le sobrepasara", recordaba Mick Rock para la revista.

Aquellos maravillosos 80.

Las hombreras, los pantalones bombacho y los cardados imposibles tampoco se le resistieron a Bowie. Ni a Mick Jagger. Aquí, los dos rockeros se rinden ante una de las décadas más horteras que hemos vivido. Como no podía ser de otra forma, el artista lo defiende a la perfección.