La última película que ha visto es Cocoon ( Ron Howard, 1985), en la televisión, en casa. Hace apenas un año que vive junto al Manzanares en un barrio castizo de Madrid, por dos razones muy importantes: la primera, su carrera de actor, los cursos, los castings y los rodajes; la segunda, su actual pareja (la actriz Úrsula Corberó). Como suele ocurrir, a Andrés Velencoso (Tossa del Mar, Girona, 1978) lo de ser modelo le llegó por azar: “Quería estudiar INEF, pero pedían mucha nota. Al quedarme fuera y sin ninguna otra vocación, me matriculé en Turismo, que era el negocio familiar. Soy de la Costa Brava y mi padre siempre se ha dedicado a la hostelería. Cuando tenía 21 años me surgió la posibilidad de ganarme un dinero como modelo. Dejé los estudios para irme a Milán. Mi padre se enfadó muchísimo. Ahora es mi primer fan y me apoya a muerte, pero entonces le parecía una aventura insulsa y arriesgada”.

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Por más que intento provocarle y que se queje del mundo de la moda, de los medios o de la política, nuestro hombre hace alarde de una sensatez y un pragmatismo que no admiten fisuras: “Esta profesión es una buena plataforma que te hace conocer otras. Mis amigos que ya no la ejercen ahora son editores, fotógrafos, diseñadores ¡o profesores de yoga! Si tienes inquietud, te ofrece muchas oportunidades. Lo que es difícil de verdad es ser actor. Como modelo trabajas con un solo nivel de lenguaje. El actor maneja muchas claves simultáneamente: el diálogo, las emociones, los movimientos, por no hablar del racord y las marcas, toda esa parte técnica imprescindible para que una interpretación parezca natural y el rodaje funcione”, explica.

Con 21 años dejé los estudios para irme a Milán. Mi padre se enfadó muchísimo. Ahora es mi primer fan y me apoya a muerte

Pero, ¿cómo es posible que en semejantes circunstancias se haya convertido en alguien tan cabal? “La moda no es todo fiestas y salir en las revistas. También te hace madurar muy rápido. Estás mucho tiempo solo, aterrizas en lugares donde no conoces a nadie, ni el idioma. Vas a muchas pruebas y te marchas de vacío. O aprendes a encajar las críticas y el rechazo o lo dejas. Incluso para mí, que me ha ido muy bien, el trabajo oscila. Crees que se han olvidado de ti y de pronto te llega un proyecto increíble, como el que acabo de hacer con Bruce Weber en su casa de Montauk (Nueva York). Es la segunda vez que poso para él. Le admiro mucho, es un fotógrafo con obra en los museos”, cuenta.

No me imagino cómo debe de ser la vida cuando te acosa la prensa para saber quién es tu nueva novia pero, otra vez, le quita hierro al asunto: “Los paparazzi merodean y a veces te cazan, pero si evitas los bares de moda, las fiestas y lugares previsibles puedes llevar una vida tranquila. De todas maneras, lo peor no son ellos, sino los espontáneos con sus móviles. Llegan, te abrazan y se hacen un selfie sin pedir permiso y tú no sabes ni quién es ni qué hará con esa foto. Dani Rovira se quejó de ello y creó polémica, pero yo comparto su incomodidad”.

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Fotografía de Txema Yeste. Realización de Juan Cebrián.

Le pregunto si el secreto de su serenidad no será que siempre se ha mantenido en contacto con el mundo real, con sus raíces: “Para mí es lo natural, no he hecho ningún esfuerzo. Me gusta Tossa, mi familia, mis amigos. Lo que me choca es lo contrario, los compañeros que a lo mejor se tiran seis meses o un año sin volver a casa. Pero también tengo grandes amigos del trabajo. Lo mejor de la moda es la gente que he conocido”. Imagen de Mango y H&M, pero también de Loewe, Louis Vuitton o Chanel, en estos tiempos de crisis en que se saca punta a todo, ¿le ha generado críticas? Se lo digo y se sorprende: “No, para nada. Pero en las redes sociales no puedes obsesionarte con los que se meten contigo. Quien tiene miles de seguidores por fuerza tendrá un puñado que le ataque”.

También se muestra prudente a la hora de expresar sus opiniones políticas, por ejemplo con la independencia de Cataluña: “No quiero meterme en líos, pero mi opinión personal la tengo muy clara”. Y cuando se le inquiere sobre si le frustra que todo lo que se dice de él se centre en su físico, si esa belleza no es también una máscara que no deja ver a la persona, vuelve a ser conciliador: “Si me salgo de mis temas, la moda o el cine, a la gente no le interesa lo que hago. Lo noto en Twitter o en Instagram. Lo que genera respuesta son mis trabajos”.

En las redes sociales no puedes obsesionarte con los que se meten contigo. Quien tiene miles de seguidores, por fuerza tendrá un puñado que le ataque

Velencoso tiene las cosas claras: quiere ser un gran actor (en 2012 debutó con Fin, de Jorge Torregrossa, con Maribel Verdú y Clara Lago como compañeras, y ha compartido pantalla con Belén Rueda en la serie de televisión B&b). Solo advierto un punto de decepción en este hombre positivo, cercano, cordial, dotado de un sentido común y un realismo infrecuentes en alguien especializado en construir sueños y deseos: una cierta impaciencia porque su carrera actoral no despegue más rápido. Pero ya tiene rodada su segunda película, Summer Camp, de Alberto Marini, y pronto grabará una serie en Italia. Suficiente para, sin prisa, pero sin pausa, seguir batallando.

Puedes ver todas las fotos de este reportaje en el número de agosto de Harper's Bazaar España.