Tenemos ganas de relevar", contaba emocionado el diseñador Juan Carlos Pajares (Guadalajara, 1993) el día de ayer durante su debut como participante en la semana de la moda madrileña. El joven arriacense era uno de los 9 creativos que luchaban por marcar una de las jornadas más desgranables e interesantes del Ego de MBFWM, plataforma de apoyo a talentos de la aguja capaces de diseñar y producir una colección en tiempo y presupuesto récord. La frase, por alguna razón, condensa el espíritu impaciente, soñador y trufado de ganas que en un altísimo porcentaje de casos se veía a la legua entre los candidatos a hacerse con el premio Mercedes-Benz Fashion Talent, que este año recaería en Xavi Reyes y el cual permite viajar a otra capital internacional para presentar la misma colección con el respaldo de la casa de coches. Este año, Berlín se perfila favorita.

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Carrusel final de Juan Carlos Pajares.

Pero la afirmación de Pajares, que a sus 22 años firmaba una completísima propuesta basada en las corrientes artísticas de la Bauhaus, el pop art y el grupo Memphis, pone de relieve la necesaria renovación que aguarda a la ajada Cibeles, y que comienza a tener resultados en nombres como los de Moisés Nieto, Juan Vidal o Maria Ke Fisherman en su cartel oficial pero muy especialmente en Ego, que este año cerraba su disputa más reñida por la pasmosa calidad de los tejidos, la precisión de los proyectos presentados y la pasión de sus actores. La de Pajares era, como se comentaba entre bambalinas, una historia de superación personal que emocionó a quienes pudieron escucharla, pero fue la elección de los materiales, la personalización de los estampados hechos a mano y digitalizados (con su nombre intercalado entre los brochazos) y el complejo uso de asimetrías y elementos como el metacrilato entre sus prendas lo que le posicionó como uno de los favoritos del jurado, y también entre las redes sociales que aupaban su vocación sin medida.

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Pajares, probando a una de sus modelos.

La de AZABALA, firma comercial fundada por Haizea Poza y Amaia Azabala, también consiguió suscitar interés por su cuidado trabajo de capas y capas de seda que se deshilachaban en los bordes, formando gabardinas, vestidos y monos a los que parecía que alguien hubiera resquebrajado enfurecido consiguiendo, inconsciente, una factura limpia y urbana que seguro encontrará su hogar en capitales europeas. "Nos conocimos a los 11 años. Llevamos cuatro años mimando este proyecto que aunque nació con necesaria intención comercial, queríamos plasmar en la pasarela para que la prensa pudiera valorar de cerca". Las prendas, desde los meticulosos desgarros hasta los estampados y las bandas vaqueras que formaban chaquetas y un precioso chaleco largo con retales de efecto 'collage', hablaban por sí solas.

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Desfile de AZABALA Studio.
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Uno de los ’looks’ de Beatriz Peñalver en la pasarela.

También hay lugar para el descaro. La granadina Beatriz Peñalver, que levanta pasiones de diferentes tipos entre las redes sociales y con una de las visiones más claras y arriesgadas de la jornada, se halla en otro nivel de desarrollo comercial y creativo. "Me casé hace unos meses y mi luna de miel fue en Cuba, donde encontré lugares fascinantes como La Habana pero sobre todo entendí otra cultura, otra forma de ser, que me fascinó por su frescura y disfrute", contaba en su camerino. La apuesta no es apta para cardíacos, pues incluye frases enunciadas por los autóctonos de su viaje intercaladas con lunares, colores con textura de chicle y volúmenes desorbitados. Aunque uno no se imagina fácilmente a cualquier mujer con sus creaciones, la propia Peñalver afirmaba que "hay mucha gente a la que puede no gustarle, pero lo bueno es que hay otros a los que les encanta". Y esa frase, de nuevo, resume el espíritu sobrado de ilusión que quizás deberían aplicarse algunos de los que pisaban esta misma pasarela, días atrás, en el circuito oficial. El instinto y el riesgo, si encuentran destinatarios, no deberían descartarse jamás de la hoja de ruta.

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Beatriz Peñalver, en su vestuario.

Lo difícil de todo esto es, definitivamente, la película. La moda ya no vive en un ecosistema cerrado con la labor de dictar tendencias, porque éstas han pasado de permanecer durante meses en los percheros a obedecer a una caducidad casi instantánea. Es por ello que los grandes cerebros de esta industria celebran esta nueva era del espectáculo dándole tanta importancia al continente como al contenido, creando hilos conductores que conecten los puntos de su cabeza y exploten sobre la magia del desfile que por ahora sí sobrevive. En esa capacidad narrativa, el nombre de Pedro Covelo (Vigo, 1990) sorprende y da ejemplo. Con solo 24 años y habiendo ganado un premio Modafad a la Mejor Colección de 2014, este gallego hiperactivo con un carisma pasmoso creó una colección basada en el Lejano Oeste cuajada de detalles. Estampados con los rostros de todos los presidentes de Estados Unidos (obviando a George Bush, eso sí), trajes de chaqueta que se posaban como un guante sobre el cuerpo de los y las modelos y una preciosa puesta en escena, con música en directo, daban a su propuesta la factura de un diseñador veterano. Si a la fórmula en cuestión le sumamos que cada prenda lleva en su etiqueta unas coordenadas con las que uno puede descubrir qué personaje sería en esta película si entra en la web del diseñador, huelga decir que su talento necesita encontrar pronto perchas y dueños que las vistan.

Referencias artísticas, períodos históricos y una propuesta al margen de todo: la de 44. El tándem formado por Xavi García, director del salón de belleza que lleva el mismo nombre y Fran de Cristal, responsable de sus diseños, esconde una firma nacida del imperio de vanguardia que el primero lleva construyendo entre las dos aceras de la madrileña calle Valverde. "Queríamos desarrollar la idea de París como ciudad central del estilo, y plasmar algunas de sus señas como la pirámide de Ieoh Ming Pei que encierra el patio del Museo del Louvre o el negro como elemento de continuidad en el vestir de sus habitantes". Dicho y hecho: telas de gabardina encerraban varias capas con geometrías y largos por debajo de la rodilla, que encontraban su mejor aliado en los rostros que su amigo, el colombiano asentado en Bilbao Jaime Mesa, ha dibujado y bordado con cadenetas. Una fórmula oscura y rigurosa que ayudada por los estampados en tres dimensiones del grupo Comme Des Machines tiene la fuerza de cualquiera de los diseñadores de esa ciudad que ama su artífice. Con el valor añadido de que, por descontado, la colección estará próximamente en su tienda multimarca entre creaciones de Rick Owens o Maison Margiela (sin el Martin desde enero de 2015).

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El ejército de modelos de 44.
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Fran de Cristal (a la izquierda) y Xavi García (dcha.), vistiendo a una modelo.

Y entre todos ellos, un guiño a la niñez. Xavi Reyes (Mataró, 1988) presentaba su segunda colección en Madrid con los retales de infancia como primer impulso creativo: el diseñador descubrió algunos de los manteles y telas de punto de cruz en casa de su abuela y decidió urdir un discurso desde esa nostalgia que pudiera ser vestido en la época actual. "Aroma a verano seco, una madre y una abuela cosen manteles en el granero de la finca. Materiales crudos como el hule o los visillos, folclore y futuro se encuentran con un aire a los años setenta", rezaba la nota de prensa, completada por el extremeño en el backstage. "He añadido prendas más vanguardistas, como el estampado vaquero o nuevos patrones en rafia, entrelazados con telas de crochet, punto a rayas y zapatos hechos a medida en colaboración con la firma Art*", contaba. El resultado era, sin duda, una evolución considerable respecto a anteriores colecciones que se alzó ganadora por su visión de un mundo sin géneros capaz de hacer que pasado y futuro se encuentren sin florituras. El premio, que le llevará directo a una de las capitales de la moda internacionales, servirá para que la moda española tenga visibilidad más allá del gran fantasma gallego que la acecha por encima de su músculo creativo.

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Carrusel final de Xavi Reyes.