Viajar por el Sudeste Asiático: estos son los auténticos recuerdos que debes comprar

Si hay una ciudad de cuento en Vietnam, esa es Hoi An, cuyo casco histórico es Patrimonio de la Humanidad, y que se llena de faroles de mil colores, encendidos cada noche para hacer del lugar un rincón mágico. Pero esta pequeña villa rodeada de arrozales y una playa hermosa no es solo la capital de las linternas, sino también de las sedas. Comprar sedas auténticamente vietnamitas, en talleres y pequeñas sastrerías artesanales es, sin duda, el mejor recuerdo de Vietnam. Poder manufacturar un traje tradicional o cualquier tipo de prenda, así como hacerse con diseños únicos, es todo un lujo. Si queremos añadir un sombrero tradicional, el non la, negocio redondo (se encuentran en cualquier tienda de suvenires y suelen ser hechos allí).

Aunque no solo se usa en Laos, uno de los objetos más llamativos para el turista son las pequeñas cestas con forma de cilindro fabricadas con bambú que sirven para guardar y servir el arroz en la mesa, en raciones individuales. Son artesanales y se fabrican a mano en talleres que incluso se pueden visitar y aprender a hacer una por nosotros mismos (en Luang Prabang, por ejemplo, desde 18 €). En el Mercado Nocturno es posible comprar bermudas y prendas tejidas con telas tradicionales, así como productos de cosmética e inciensos hechos también en la propia localidad. Están todos identificados con certificados y logotipos, por lo que es fácil identificarlos.

El dodol es el caramelo tradicional de Malasia. Es como un toffee, pero se hace con durián, la fruta más famosa por su olor fuerte (está prohibido entrar con esa fruta en muchos hoteles del Sudeste Asiático). Son caramelos muy fáciles de encontrar en mercados tradicionales y también en tiendas de Kuala Lumpur. Nos haremos con algo 100% malasio si compramos un congkak, un juego de matemáticas de las mujeres campesinas sólo requería cavar agujeros en la tierra y tener semillas de tamarindo. Actualmente, se usa un bloque ovalado de madera sólida con dos filas de cinco, siete o nueve agujeros grandes en ambos extremos denominados “casa”. Para el congkak, que se juega con conchillas, canicas, piedritas o semillas de tamarindo, se necesitan dos jugadores.

Si nos vamos a Bali, entre los mil y un puestos de recuerdos, tendremos la oportunidad de hacernos con productos de belleza fabricados artesanalmente en la isla. Son los que se hacen con lemongrass y esencias de flores autóctonas, y se reconocen rápidamente por los certificados de denominación de origen. Harán las delicias de las adictas a la cosmética. Otro de los objetos tradicionales, y creados en la isla, son las famosas máscaras de madera. Si tenemos la suerte de comprarla directamente de los artesanos, tendremos más que demostrada su procedencia, aunque es fácil que nos informen, o a través de los guías.

Si hay algo que aprecian los vecinos de Tailandia cuando van a este país es su gran variedad de dulces (especialmente galletas, que las hay de todo tipo) y, sobre todo, el mango. Y no porque no haya mango en el resto del subcontinente, pero es que en Tailandia es de la mejor calidad y se encuentra en todo tipo de presentaciones, siendo el deshidratado el más popular (en opción salada, como si fuera patata frita, o dulce, más esponjoso y con azúcar). Eso sí, si lo que queremos es un recuerdo tailandés más duradero, nos decantamos por la porcelana de Benjarong. La de mayor calidad se encuentra en Don Kaidee, una localidad a apenas 40 km. de Bangkok y que forma parte de muchas rutas. Así evitamos falsificaciones.

Los amantes de las especias tienen en Camboya la oportunidad de hacerse con pequeños botes (o, directamente, bolsas, si no las queremos como souvenir) de la pimienta de Kampot, de las más apreciadas del mundo y que se cultiva en los fértiles terrenos de esta ciudad del sur del país. El azúcar de palma es también muy apreciado, de ahí que debamos traer a casa caramelos orgánicos de la firma local Thnot (hay más de media docena de sabores). Si queremos algo más duradero, podemos decantarnos por los objetos lacados artesanales, por ejemplo los de Theam’s en Siem Reap, cuyo taller se puede visitar (allí también podemos encontrar objetos tallados en madera, entre otros).