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48 horas en Filadelfia

Perfecta para una parada corta de camino a la Costa Oeste de Estados Unidos o como escapada desde Nueva York, es una de las ciudades más sorprendentes del país norteamericano.

Por Sergio Cabrera
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Sergio Cabrera

A poco más de dos horas de coche de Manhattan, Filadelfia es una de las mejores opciones de escapada para los que quieren añadir algo diferente a un viaje a Nueva York. También para los que prefieren volar directamente allí, casi siempre más barato, y luego moverse hacia la Gran Manzana o hacer trasbordo a otra ciudad norteamericana. Y es que en pocos lugares como este encontraremos tal mezcla de historia, modernidad, arte, sabor y buena vida.

Dos días es un tiempo perfecto para tomarle la medida a Filadelfia. Fundada en 1682, la que fuera la ciudad más poblada de las colonias durante casi todo el siglo XVIII (la tercera del Imperio Británico tras Londres y Dublín) es una joya en sí misma. La mejor idea es hacer una división de la visita desde el punto de vista histórico. Sobre todo porque es de las pocas ciudades de EEUU en la que podremos hacerlo, al ser un país relativamente moderno (y que parece obviar todo lo que había antes de la llegada de los europeos a sus costas).

Así, nada como empezar con una inmersión en lo que fue la ciudad colonial visitando el Independence National Historical Park, una zona del centro urbano en la que se encuentran, a poca distancia entre sí, la famosa Campana de la Libertad, la casa donde se confeccionó la primera bandera de Estados Unidos, el Salón de Independencia (donde se firmó la Declaración de Independencia en 1776) y las calles donde vivía la clase dirigente británica, en casas que se mantienen restauradas tal cual y que hoy ocupan coquetas tiendas y pastelerías artesanales.

Es la misma zona en la que se suceden terrazas y pequeños pubs y tabernas (especialmente en la calle Chestnut) que le dan un aire muy británico, si cabe, a nuestro primer día allí, por lo que no hay que tener prisa por alargar las visitas, disfrutar de cada pedacito de historia y brindar con una buena cerveza, así como probando su famoso Cheesesteak.

Es el bocado ‘oficial’ de la ciudad, un bocadillo de ternera, cebolla pochada y queso. Honestamente, no merece la pena irse a los locales que tienen fama de servir ‘el mejor’, pues las diferencias son casi inapreciables en la gran mayoría y evitamos colas enormes como las de Geno’s, así como irnos muy lejos de la zona turística. Uno de los puntos fuertes de Filadelfia es que se puede ir andando a todos lados.

Ya por la tarde, aprovechando el atardecer, nada como marcharse directamente a ver la ciudad desde las alturas. Nada menos que desde el One Liberty, uno de los últimos observatorios que han abierto sus puertas en Estados Unidos y que permite vistas de 360º desde la planta 57 del rascacielos en el que se encuentra ubicado. Está en Market Street y merece muchísimo la pena (ya solo por el ascensor) pagar los 14 $ que cuesta la entrada (12 €), porque ver ponerse el sol es algo mágico. Y si vamos por la mañana o a mediodía, el espectáculo de los limpiacristales en los rascacielos vecinos es para quedarse boquiabierto. ¡Un trabajo de riesgo!

Sin movernos apenas del centro, el barrio chino es el mejor lugar para una cena diferente y comprobar la pasión de Filadelfia por la comida asiática en general. La vietnamesa y la filipina son las que ahora están más de moda allí, aunque hay restaurantes de todos los países de la zona. También en el distrito conocido como Fishtown, el preferido de los foodies locales que quieren alejarse de las calles más turísticas. Stock y Cheu son nuestros favoritos.

El segundo día lo dedicaremos a los siglos XX y XXI, la modernidad y la contemporaneidad que se abrazan a pocas manzanas de donde estuvimos la jornada anterior. Así, nuestra primera parada será el Ayuntamiento, el que fuera el edificio habitado más alto del mundo durante casi toda la primera década del siglo pasado.

Una vez nos hagamos con un ticket para visitarlo, mientras esperamos turno, podemos pasear por los alrededores, así como ver los patios y diferentes puertas del mismo (si podemos subir a su torre, no perdamos esa oportunidad). A un paso está el asombroso Templo Masónico, edificios gubernamentales de planta original, la sede del club privado The Union League y esculturas callejeras de lo más asombrosas, como la gigantesca pinza de la ropa de Claes Oldenburg.

La visita suele ser larga e incluye dependencias mágicas, arañas gigantescas, una biblioteca exquisita, salones neoclásicos… Así que saldremos a tiempo para almorzar en uno de esos lugares que no podemos dejar de visitar en Filadelfia: el mercado del Reading Terminal, que es uno de los Food Court más gigantescos de Estados Unidos. Aunque nació como mercado, hoy los puestos tradicionales son minoría con respecto a los restaurantes y puestos de comida, de todo tipo, que comparten zonas de asientos y mesas para comerlo allí directamente.

Es una delicia dejarse perder por sus diferentes pasillos. Imposible decidir qué probar y qué descartar, pues todo tiene muy buena pinta. Puede ser un nuevo momento para el Cheesesteak o para cualquier otro plato, y no faltan postres artesanos o bebidas exóticas. Prácticamente todo es posible encontrarlo bajo el techo de este gran mercado de 1893, abierto de 8 a 18 horas.

Seguramente querremos bajar la comida. Para ello, nada como un paseo tranquilo desde el mercado por la amplia avenida Benjamin Franklin hasta el Parque Oval y el Museo de Arte de Filadelfia, famoso por ser el de las escaleras de Rocky y cuyo interior alberga interesantísimas exposiciones. De hecho, no será por museos, pues en nuestro camino hasta allí pasaremos por el Museo Rodin, la Fundación Barnes, el Instituto Franklin y la Biblioteca Central de la ciudad, así como el Museo de Historia Natural (con sus esculturas de dinosaurios en la puerta), el de Bellas Artes y la Basílica Catedral de San Pedro y San Pablo. La vuelta, mejor hacerla por la ribera del río Schuylkill, toda una delicia al atardecer (se le considera un ‘río escénico’).

Podemos dejar algunos de ellos para visitarlos el último día, antes de marcharnos. También está la opción de visitar por dentro la Eastern State Penitentiary, la cárcel en la que enrejaron a Al Capone y que apenas se ha rehabilitado desde que quedara sin uso, por lo que es toda una visita digna de sueños de terror.

La última cena en la ciudad, que sea un capricho. Si nos lo podemos permitir, Laurel es una gran opción. El chef Nicholas Elmi una la tradición francesa con la cocina americana en este local con espacio para apenas 26 comensales (desde 65 $ por persona con vino). También tenemos una buena opción en Fond, que defiende una cocina estadounidense contemporánea y chic, perfecto para una cena (desde 70 $/persona) e incluso para el brunch del domingo. En este último caso, con una completísima carta de tortillas.

Sin apenas necesidad de coger transporte público, habremos recorrido a pie lo mejor de una ciudad interesantísima y poco frecuente en Estados Unidos. Historia, cultura y sabor a raudales en una joya más cerca de lo que pensamos.

Más información: Turismo de Filadelfia.

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La impresionante fachada del Ayuntamiento de Filadelfia, con su torre campanario.

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El centro de Filadelfia está lleno de grandes esculturas a cuál más diferente y original.

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En las casas del barrio colonial de Filadelfia se ideó la independencia de Estados Unidos.

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Salón de la Independencia, uno de los rincones más importantes de la historia norteamericana.

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Las calles donde vivían las tropas británicas guardan aun el estilo europeo de la época.

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Interior del Reading Terminal Market, uno de los food court más impresionantes de Estados Unidos.

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Museo de Arte de Filadeldia, famoso por sus escalinatas, las de la película Rocky.

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El paseo por el río Schuylkill, toda una delicia al atardecer.

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La amplia avenida Benjamin Franklin, hasta el Parque Oval, concentra muchísimos museos.

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Una de las delicias que podemos degustar en el restaurante Laurel.

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La famosa campana de la Libertad y su no menos famosa grieta en el metal.

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El One Liberty (derecha) acoge un impactante observatorio desde el que ver toda la ciudad.

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El famoso bocadillo de Filadelfia, con ternera, cebolla pochada y queso: el Cheesesteak.

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Dinosaurios en la entrada del Museo de Ciencias Naturales de Filadelfia.

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Sala de visitas de la Eastern State Penitentiary, la cárcel en la que estuvo Al Capone, entre otros.

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