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Entre Tudela, al sur de Navarra –y es que enamorarse de Navarra en 48 horas es posible–, y Ejea de los Caballeros, Zaragoza, media un paisaje semidesértico. Suelos arcillosos, yesos y areniscas erosionados por la acción del agua y el viento. Un paisaje –los mejores destinos para disfrutar del otoño– casi lunar esculpido en formas de barrancos, colinas y cráteres. Son las Bardenas Reales, la Negra y la Blanca. Una vasta extensión de apretadas y picudas elevaciones que sobresalen en el infinito, entre un mar «terroso de amarillos y anaranjados» con la única sinfonía del cierzo y el Moncayo como telón de fondo. Al norte, se asoman las cumbres pirenaicas. Una reserva de la biosfera de 400 kilómetros cuadrados de superficie desnuda y singular belleza que ha atraído la atención de poetas, cineastas y literatos. Pocos han descrito este horizonte como el escritor Manuel Arriazu: «Hay lugares en los que la luz alcanza a duras penas lamer la tierra que ilumina. Aquí no ocurre. Los cerros pelados la absorben del mismo modo que repelen el agua. No forman ríos de luz, ni cárcavas ni barrancos. No hay escorrentía de luz… De modo que el paisaje es tanto luz como sombra. También penumbra».

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Vista de Tudela, con su catedral fondo.

Hasta su nombre es singular, denominación que se debe a la posesión que en su día tuvieron los reyes de Navarra de esta superficie casi desnuda. Una extensión de luz y energía que el mismísmo Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa describió como «un paisaje que no permite deslindar lo real de lo irreal, una creación cambiante cada hora». Su cerebro era «incapaz de asimilar un contraste tan impresionante». Así son las Bardenas. Entre espejismo y verdad. Recorrer la Bardena Blanca, la más desértica de todas, significa cruzar una gigantesca depresión de suelos blanqueados y desnudos, donde descubrir lugares tan solemnes como La Raya y El Rallón –a la izquierda y derecha de la cañada de los Roncaleses–, el cabezo de Sanchicorrota –célebre por ser la guarida del famoso bandido que le da nombre–, la Pisquerra por el Paso de los Ciervos, El Plano –una terraza fluvial elevada entre campos de cereal y romero– o el imponente cabezo de Castildetierra –o Chimenea de las Hadas–, el gran pináculo rocoso que hará creer que estás en el cinematográfico Monument Valley, entre Utah y Arizona.

De tierra oscura y hondos barrancos, entre pinares, estepa y coscojares, se alza la Bardena Negra, con la reserva natural de las Caídas de la Negra –donde observar la Punta de la Negra, el vértice más alto–, el cabezo de El Fraile y la Peña del Fraile –con 558 metros de altitud–. Un espacio de gran importancia ecológica debido a su alta biodiversidad y el afán por proteger la fauna y flora de la región.

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Claustro de la catedral de Tudela.

Sin duda, este rincón, en la zona media de la depresión del valle del Ebro, uno de los más singulares de la península, es de tan innegable fotogenia que ha atraído la atención del séptimo arte. En los años 80 se transformó en tierras albanesas para narrar la epopeya medieval de La conquista de Albania; explosionó bajo las aventuras de James Bond en El mundo nunca es suficiente; cautivó a Sophia Loren, Frank Sinatra y Cary Grant en Orgullo y pasión; ejerció de frontera entre México y Estados Unidos bajo la dirección de Ridley Scott en El consejero, y, recientemente, estos páramos se incorporaron a la larga lista de escenarios de Juego de Tronos. Pero si alguien descubrió la belleza y el valor ecológico de este lugar –a quien le debemos no solo su difusión, sino también su protección– ese es Félix Rodríguez de la Fuente, que filmó aquí algunos de sus memorables documentales sobre la fauna ibérica. Y entre el cierzo, el cereal, la estepa y el desierto, visitar las Bardenas Reales es adentrarse entre pueblos de rutas medievales, lecciones de historia del Reino de Navarra y perderse en tierras aragonesas. Una oda a los sentidos.


CUATRO PUNTOS CARDINALES

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Habitación hotel Heredad Beragu.

Heredad Beragu

A 52 km de Pamplona, en el municipio de Gallipienzo, este espectacular hotel de solo 9 habitaciones es un remanso de paz y armonía en este majestuoso entorno. Desde 106 €/noche (heredadberaguhotel.com).

Tudela

Parada imprescindible en la segunda ciudad más grande de Navarra. La joya es su catedral, una mezcla de estilos arquitectónicos en los que destaca el claustro románico, el templo gótico y las capillas barrocas (guiailustradadenavarra.com).

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Hotel Basoa Suites.


Basoa Suites

Una inmersión en la magia y el encanto del robledal de Amati y a escasos kilómetros de las Bardenas Reales, estas cabañas en los árboles, en Lizaso, completarán la ruta. Desde 120 €/noche (basoasuites.com).

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Habitación de Arantza Hotela.


Arantza Hotela

Un oasis de cinco estrellas (solo para adultos) en mitad del monte de Ekaitza. Desde 484 €/noche (arantzahotela.com).