Os acordáis cuando los telediarios nacionales abrían el 1 de julio con las -casi censurables- imágenes de un montón de mujeres haciendo cola entre codazos y empujones a las puertas de El Corte Inglés? Remotos tiempos aquellos en los que aún nadie hablaba de millennials, pocos comprábamos ropa por Internet y ninguno teníamos ni pajolera idea de lo que era un black Friday. Pues bien, todos los grandes imperios terminan viéndose abocados al fin. Y el de las rebajas -en su día magna institución- parece haber topado también con su propia extinción.

Los motivos son muchos y variados. El primero en magnitud, según apuntan los expertos, sería la enorme democratización que la moda y el textil han sufrido en los últimos 15 años. La bajada imparable de precios y la irrupción de las grandes multinacionales del low cost han hecho que el interés del consumidor por los descuentos se haya visto mermado hasta llegar a su mínima expresión. Ya no nos hace falta esperar a las rebajas de verano para comprar un bonito bañador a precios asequibles. O lo que es lo mismo, la diferencia entre precio habitual y rebajado se ha ido estrechando cada vez más. Algo que nos estrella de bruces con un segundo motivo.

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Y es que no se trata solo de que el saldo haya perdido valor ante el bajoprecio constante, sino también de la multiplicación de competidores en uno de los sectores más potentes y diversificados de nuestro país. Lo que comenzaran H&M, Mango o Inditex lo ha continuado y terminado de rematar Internet, trayendo consigo una guerra constante de promociones, rebajas y descuentos durante todo el año y en cualquier modalidad. Algo que -liberalización mediante- ha restado valor al antiguo sistema de las rebajas bianuales por temporada.

Y de temporadas trata también, precisamente, el tercero de los factores. Porque la llamada moda pronta -o lo que es lo mismo: la multiplicación de colecciones flash durante todo el año gracias a los rápidos procesos de producción y distribución- que potenció papá Inditex, ha llevado también a que las promociones se multipliquen y que hoy encontremos saldos y descuentos al entrar en una gran marca textil casi en cualquier mes del año. Esto por no hablar de la proliferación de nuevos outlets físicos en las grandes ciudades que ponen el saldo a nuestro alcance un 1 de julio o un 17 de abril, según nos dé.

Para remate, España. Siempre un factor a tener en cuenta. Ah, nuestra original cultura europea. Y es que, según apuntan los datos y explican los economistas, el español medio está mucho menos dispuesto a dejarse los cuartos en ropa que nuestros vecinos italianos, franceses o ingleses. Basta caminar por París, Londres o Milán para darse cuenta de que los 200 euros por unos derby de piel que para un italiano son completa normalidad, para el español se convierten en un lujo que no estamos fácilmente dispuestos a asumir. No tanto porque no podamos, sino porque la deriva del mercado y las características del sector textil en nuestro país nos permiten encontrar la misma pieza a la mitad de precio.

Y por último, como no, Internet y la apoteosis de la segmentación y globalización del mercado. ¿Por qué íbamos a hacer cola el uno de julio a las puertas de una tienda de Madrid cuando podemos consultar cientos de webs que cualquier día del año nos ofrecen las mismas promociones? Newsletter con promociones todas las semanas del año; miles de tiendas online; programas de fidelización; descuentos en redes sociales; y captación de nuevos clientes a través de la rebaja constante. Pero no solo hablamos aquí del low cost; la tendencia llega hasta las órbitas del lujo con webs como Farfetch (por mencionar la más ampliamente conocida) que nos ofrecen alta gama con descuento sin tener que esperar a las rebajas de enero y julio.

Conclusión: que este panorama ha dado al traste con las tradicionales rebajas tal y como las conocíamos hasta el punto de que, en las pasadas de invierno (aún no contamos con datos del verano), las ventas cayeron en el comercio minorista por primera vez en 28 meses. Mientras tanto, las grandes cadenas cada año adelantan más los descuentos para poder hacer frente a una caída constante del consumo en textil. Y los descuentos de la campaña de Navidad, por ejemplo, han perdido entre el 40% y el 50% de volumen desde el inicio de la última crisis. Un cambio sustancial en las formas de consumo de moda que, como casi siempre, está afectando especialmente al pequeño comercio. Hasta el punto de llevarles a reclamar la vuelta a la regulación estatal de las temporadas de rebajas. Algo que casi todos sabemos que no volverá.

Sin embargo, cuidado con confundir los conceptos. Todo lo anteriormente expuesto no significa ni mucho menos la muerte de las rebajas. De hecho, si las compras a precios rebajados suponían a mediados de los 2000 poco más del 35% de las ventas totales (la tercera parte), hoy superan la mitad de la facturación. Lo que nos lleva más bien a pensar todo lo contrario: que un nuevo contexto de mayor competencia y rotación de producto, además de un menor poder adquisitivo del consumidor después de casi 10 años de crisis, ha forzado al sector a recuperar la antigua fórmula, transformarla estéticamente y reproducirla en el tiempo tantas veces como sea necesario. Haciéndonos vivir a los españoles en unas rebajas constantes. Algo que quizá sea un poco menos emocionante pero que, a fin de cuentas, repercute más positiva que negativamente en los maltratados bolsillos de los españoles.